33.200 archivos de la guasa de C¨¢diz
El Aula del Carnaval cataloga y digitaliza de forma altruista la documentaci¨®n que ha generado la fiesta, que desde hoy toma las calles
La memoria del Carnaval de C¨¢diz, que empieza este viernes, est¨¢ asegurada. Hace tiempo que por el barrio de La Vi?a de C¨¢diz se extendi¨® el rumor de que el Aula del Carnaval aceptaba donaciones de tipos o disfraces que las agrupaciones usan para cantar. Y ahora desde la puerta de su sede, radicada en plena zona cero de la fiesta, asoman los percheros llenos de lentejuelas y rasos de colores. Pero el cometido principal de esta asociaci¨®n privada no es ni siquiera salvar prendas estaban abocadas a acabar languideciendo en un armario. Lo suyo es catalogar y digitalizar, de forma altruista y sin apenas ayudas p¨²blicas, los miles de archivos audiovisuales y letras que genera una celebraci¨®n tan entr¨®pica, ef¨ªmera y callejera.
10.000 fotograf¨ªas, 7.187 libretos de letras, 1.537 bocetos escaneados, 2.459 audios comerciales, 1.600 v¨ªdeos de agrupaciones callejeras o ¡®ilegales¡¯¡ La memoria del Aula del Carnaval cifra a?o a a?o c¨®mo crecen sin descanso los fondos de una asociaci¨®n que surgi¨® en abril de 1994 ¡°como una labor altruista para mostrarle a C¨¢diz todo su potencial carnavalesco¡±, tal y como sentencia Eugenio Mariscal, uno de los asociados y encargados de la catalogaci¨®n. En este cuarto de siglo, atesoran ya m¨¢s de 33.200 archivos de los siglos XIX y XX que van desde las grabaciones de las ¨²ltimas 38 ediciones del Concurso Oficial de Agrupaciones (COAC) hasta carteles de la fiesta o actuaciones de pregones o cabalgatas. Aunque el origen de la fiesta es anterior: existe constancia documental de que se celebraba desde el siglo XVI.
¡°Lo que hicimos fue abrir la espita de colecciones privadas, para que el gaditano que es muy de yo mi, me, conmigo, las comparta¡±, explica Antonio Montiel, presidente del Aula. As¨ª es como han llegado hasta sus manos valiosos documentos como una foto de 1914 de Las Petit¡¯s Criollas, la primera agrupaci¨®n de mujeres documentada en C¨¢diz y que se autodenominaban ¡°murga feminista¡±. O las diversas letras tachadas del temido l¨¢piz rojo de los censores franquistas. Ah¨ª est¨¢ la s¨¢tira de Los Cristaleros (1960) que, incomprensiblemente, s¨ª pas¨® la criba: ¡°Voy a pedirle un poquito de masilla para una raja que tengo abajo. Yo le conteste? al momento en seguida bajo al piso (¡) Cuando estaba trabajando, la masilla se me endurecio? y yo le dije al verla meneando y ella entusiasmada tanto la movi¨®? que chorreaba el aceite linaza¡±.
M¨¢s all¨¢ de la iron¨ªa, esas y otras letras digitalizadas por el Aula, sirven para saber que los enredos de la guasa de C¨¢diz con la censura viene al menos ¡°desde el siglo XIX¡±, como relata Felipe Barbosa, asociado y uno de los art¨ªfices de haber logrado la catalogaci¨®n como Bien de Inter¨¦s Cultural del Carnaval. Es una de las conclusiones alcanzadas gracias a investigaciones acad¨¦micas que, sin el centro de documentaci¨®n de la asociaci¨®n, tendr¨ªan m¨¢s complicado ver la luz debido a la ausencia de un espacio p¨²blico que aglutine toda la creaci¨®n carnavalesca, dispersa en el Archivo municipal ¨Cque guarda las letras del COAC¨C, televisiones y peri¨®dicos locales o colecciones privadas.
¡°Lo que hay aqu¨ª es para C¨¢diz¡±, sostiene Manuel Mayo, bibliotecario de una entidad que recibe multitud de peticiones de investigadores e incluso de artistas de la propia fiesta que necesitan documentarse. Pero Montiel a?ade: ¡°Lo que no se explica es que esto sea una entidad que se tiene que sostener casi con fondos propios¡±. Actualmente, el Aula del Carnaval tiene un convenio con el Ayuntamiento -tal y como confirma tambi¨¦n fuentes de esta instituci¨®n- que le garantiza la sede en un local municipal en la calle Venezuela, pero son los 65 asociados con sus cuotas los que hacen posible la ingente labor archiv¨ªstica.
Acceso remoto
Todo lo que llega a las manos de la asociaci¨®n es catalogado, escaneado o fotografiado y subido a unos servidores desde los que quien lo solicite puede acceder de forma remota. Eso ha hecho que muchas colecciones privadas se hayan salvado de uno de sus peores destinos, la basura tras el fallecimiento de su poseedor. Aunque en el Aula ni siquiera exigen documentos originales, les es suficiente con copias digitalizadas. ¡°Como solemos decir: lo que se comparte, no se pierde¡±, apunta Mariscal, una suerte de archivero autodidacta que tuvo que aprender de especializados para saber ¡°unificar criterios¡± en el orden e indexaci¨®n de los documentos.
Pese a la ausencia de mayor implicaci¨®n p¨²blica, en la entidad no desfallecen. En 2018 llegaron a un acuerdo con la Universidad de C¨¢diz para crear una C¨¢tedra del Carnaval para profundizar en el conocimiento, estudio y divulgaci¨®n de la fiesta desde el ¨¢mbito acad¨¦mico. De ah¨ª, consiguieron arrancarle a la Junta de Andaluc¨ªa el compromiso para catalogar la celebraci¨®n como Bien de Inter¨¦s Cultural, protecci¨®n que se consigui¨® a principios de este a?o. Y ahora Barbosa centra sus esfuerzos en conseguir aunar fuerzas para elevar a la Unesco la candidatura del Carnaval como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Si lo consiguen, podr¨¢n incorporar todo lo que consigan documentar en la fiesta grande de C¨¢diz que se viene, que esta edici¨®n se celebra del pr¨®ximo 20 de febrero al 1 de marzo. En el Aula andan ya agitados atendiendo a investigadores que siguen el COAC estos d¨ªas finales e incluso organizando la pasada degustaci¨®n gastron¨®mica de la ¡®Ostion¨¢¡¯. Cuando la celebraci¨®n estalle en la calle tambi¨¦n estar¨¢n ah¨ª, grabando cada una de esas agrupaciones ilegales que, por no participar en el concurso, quedan al margen de cualquier mediatizaci¨®n. Porque nunca se sabe si, a la vuelta de cualquier esquina, puede hallarse una s¨¢tira digna de nutrir al archivo del gamberro y entr¨®pico Carnaval de C¨¢diz.
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