Redada
Marcel Cohen arrebata de la infamia de Auschwitz a una familia, la suya, en un ejercicio de escritura memorial¨ªstica en el que recrea con nostalgia lo que no se pudo vivir
El 14 de julio de 1943, Marcel Cohen tiene cinco a?os y juega con Anette en el parque Monceau de Par¨ªs. Ignora que en ese instante una redada policial se lleva a su familia como un golpe de viento desnuda a un ¨¢rbol. Ellos se pierden para siempre en el fundido en negro de Auschwitz; Marcel los busca desde entonces y los recuerda en La escena interior desde la atalaya de la senectud. Estas son las memorias de un hombre que fuerza los recuerdos redentores que la barbarie le ha extirpado para tratar de construir su identidad mermada y de averiguar c¨®mo fue el mundo al que su linaje le dice que pertenece. Restituye a sus padres, a quienes llama Marie y Jacques porque los reconoce pero no los conoce, y a sus abuelos y t¨ªos, merced a cavilaciones en torno a epif¨¢nicos pormenores y a reveladores vestigios, a conjeturas, reminiscencias, un pu?ado de fotos, una huevera, un viol¨ªn y una butaca de cuero ra¨ªdo, nebulosos recuerdos de manos sarmentosas sobre una amplia falda negra, de orina de hospital y de una estrella, objetos que perdieron hace d¨¦cadas su contexto y son el atrezo de un drama contado por un ni?o octogenario que atiende por Marcel.
?Pens¨® Cohen, a la hora de componer estas memorias, en Francis Ponge y en Le parti pris des choses, el libro en el que contempla el entorno describi¨¦ndolo con el fin de conocerse a s¨ª mismo? Ponge, en cualquier caso, est¨¢ de alg¨²n modo presente. Y asimismo La croyance des voleurs de Michel Chaillou por el narrador envuelto en brumas infantiles en busca de sus ra¨ªces familiares. Y Patrick Modiano y sus laberintos de la memoria que atraviesan calles y caf¨¦s de un Par¨ªs en blanco y negro se asoman enseguida a la memoria del lector, que no puede evitar pensar en las pesquisas obsesivas en busca de deportados a Auschwitz que teje en Dora Bruder y en aquella Francia s¨®rdida y ambigua de la Trilog¨ªa de la Ocupaci¨®n. Las introspecciones de Cohen dejan entrever las de Michel Leiris en Edad de hombre y en la vasta tetralog¨ªa La regla del juego, sus experimentos con el lenguaje entendido como el mensajero de Mnem¨®sine, del mismo modo en que junto a un ejemplar de La escena interior cabr¨ªa colocar otro de Los emigrados de W. G. Sebald porque comparten una primorosa meditaci¨®n sobre el veneno del desarraigo y la triaca de la memoria, y se empecinan en la recreaci¨®n de vidas perdidas sirvi¨¦ndose de recuerdos propios y ajenos y de objetos y fotograf¨ªas que evocan, invocan y convocan. Marcel Cohen no es Marcel Proust, y parece haber querido emprender el viaje al fin de la noche oscura de su propia identidad ejercitando una memoria m¨¢s afectada que afectiva, m¨¢s notarial que impresionista.
La escena interior, esto es, la del alma del autor, no la de un inmueble franc¨¦s, contiene ¡°las memorias abrumadoras de un testigo sin recuerdos¡±, como ha querido describirlas ?ric Vuillard, un retrato de familia en el que la nostalgia de lo que no se pudo vivir se abre paso entre la asepsia de una reconstrucci¨®n abnegada pero austera del pasado personal, revisado aqu¨ª con ternura y comedimiento, tambi¨¦n un relato de aprendizaje apr¨¨s la lettre y un mod¨¦lico ejemplo de escritura memorial¨ªstica que agavilla indicios y recuerdos en cursiva para tratar de restaurar una familia arrebat¨¢ndosela para siempre a la infamia, un estremecedor ejercicio de anamnesis, y por encima de todo un exquisito texto elegiaco que advierte de que, ¡°para quienes recuerdan, la memoria no responde a una fraternidad p¨®stuma¡±.
BUSCA 'LA ESCENA INTERIOR'
Autor: Marcel Cohen
Traducci¨®n: Javier Albi?ana
Editorial: Tusquets, 2020.
Formato: tapa blanda (167 p¨¢ginas, 18 euros) y ebook (9,99 euros).
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