Giacometti y la condici¨®n del ser aislado
Los museos cierran sus puertas, pero la contemplaci¨®n del arte sigue abierta. Cada d¨ªa, destacamos una obra visitable en la red y surgida del di¨¢logo entre dos creadores. Hoy: ¡®Cuatro mujeres en una base¡¯, de Giacometti, que esculpi¨® despu¨¦s de romper con Picasso
¡°Comparado con ¨¦l, Picasso es un milagroso embaucador¡±, dej¨® dicho el escritor norteamericano James Lord, que apunt¨® al coraz¨®n del pintor y dispar¨®. Defend¨ªa a su amigo Alberto Giacometti, de quien escribi¨® que, en presencia suya, uno no ten¨ªa la menor duda de estar frente a un gran hombre. Ya hemos visto que no le pasaba lo mismo ante la referencia mundial de entonces, en plenos a?os cincuenta: Pablo Picasso. Muchos artistas pasaban por el estudio de veinte metros de Giacometti, antes y despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Picasso tambi¨¦n hac¨ªa el peregrinaje a la Rue Hippolyte, en Montparnasse. En aquel ¡°antro¡±, como lo describi¨® Lord, recibi¨® al pintor con frecuencia. De hecho, lleg¨® a ejecutar un busto de Picasso, que no ha llegado hasta nuestros d¨ªas porque lo destruy¨® cuando la amistad empez¨® a enfriarse, antes de romperse del todo. Lord fue testigo de la enemistad tan ¨ªntima que manten¨ªan ambos artistas. El suizo dec¨ªa del malague?o que deber¨ªan ¡°meterle en la c¨¢rcel¡±, que era ¡°un peligro p¨²blico¡± por su obra, que calific¨® propia de un gran ¡°decorador¡±. Por su parte, Picasso critic¨® su falta de alcance por ser presa de una confortable repetici¨®n.
La soledad de El hombre que camina (1947) es el motivo que a Picasso le espanta y del que Giacometti no se desprender¨¢ nunca. Estas Cuatro mujeres en una base (1950) son una revisi¨®n de esa obsesi¨®n existencial del aislamiento del ser humano, que camina hacia el futuro, sin saber lo que le espera. La obra se exhibe en el Museo de Arte Moderno de R¨ªo de Janeiro (MAM Rio) y, durante su cierre, puede visitarse virtualmente y en alta definici¨®n en la web del proyecto Google Arts & Culture. ¡°La ausencia es mi destino¡±, escribi¨® Robert Walser, en Desde la oficina. Giacometti dibujar¨¢, pintar¨¢ y esculpir¨¢ individuos despojados de todo. Solo cuerpo y soledad, humanos que parecen haber dimitido de s¨ª mismos, sin las caretas con las que escondemos nuestros personajes en sociedad. El artista escenifica el aislamiento con un sentido teatral que permite imaginar y poblar el vac¨ªo que lo rodea. ?l mismo anota en sus Escritos, en septiembre de 1963: ¡°Tengo la impresi¨®n de ser un personaje desva¨ªdo, un poco borroso, mal situado¡±.
Giacometti, que aseguraba ¡°tener todo el Louvre en la cabeza, sala por sala¡±, tend¨ªa a menospreciar la obra de sus contempor¨¢neos, pero la cr¨ªtica m¨¢s severa iba siempre dirigida a sus propios esfuerzos. Rechistaba, renegaba, se quejaba y bufaba contra su empe?o de realizar algo aceptable. Asunto en el que hab¨ªa perdido toda esperanza. ¡°M¨¢s valdr¨ªa ponerse a barrer las calles¡±, le dec¨ªa a James Lord, que lo recuerda vestido con ropa ¡°no demasiado limpia¡± y unas manos enormes, capaces de extraer las sombras que arrastramos. ¡°Quiere representar del hombre aquello que se le escapa¡±, escribe Franck Maubert, en su libro El hombre que camina (Acantilado). Estos d¨ªas en los que el tiempo pasa sin que participemos en ¨¦l, las figuras estrechas y alargadas de Giacometti recuerdan lo importante que es soltar lastre y romper apegos con la realidad que pesa.
Visita virtual: Cuatro mujeres sobre una base (1950), de Giacometti, en Google Arts & Culture.
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