Despierta, eres un fantasma
La novela de Alexandra Kleeman es un cl¨¢sico, un brillante y c¨ªnico, a la vez que tierno y triste, retrato del cada vez m¨¢s egoc¨¦ntrico y desorientado presente
Existi¨® una vez un escritor llamado Douglas Coupland. Diseccion¨® como nadie la d¨¦cada de los noventa del siglo pasado y luego desapareci¨®. En realidad, no desapareci¨®. Dej¨® de escribir. Entre las novelas que public¨® se encuentra Generaci¨®n X, la novela que le dio el nombre a la generaci¨®n grunge. Pero no es a Generaci¨®n X a quien m¨¢s le debe la primera novela de Alexandra Kleeman, sino a Microsiervos. Microsiervos se public¨® en 1995. Es, podr¨ªa decirse, un brillante y c¨ªnico, y a la vez tierno y triste retrato del, entonces, presente. Una imposible anti?utop¨ªa sentimental sin proyecci¨®n de futuro. Se contaba, en Microsiervos, la asunci¨®n de la condici¨®n de pieza del sistema de un pu?ado de adultos ni?o a trav¨¦s de una ficci¨®n que parec¨ªa el reverso de una cinta de John Hughes o una desamparada canci¨®n de Nirvana interpretada por la aparentemente ingenua Lisa Loeb. Hab¨ªa en ella desesperaci¨®n pero tambi¨¦n algo de la despreocupada diversi¨®n del que sabe que no tiene nada que perder porque ya lo ha perdido todo. ?Qui¨¦n soy?, parec¨ªan preguntarse los personajes de Coupland. Nadie, parec¨ªan decirse, pero al menos, se dec¨ªan, tengo amigos, ?y no suena eso al mantra sobre el que Ben Stiller edific¨® Reality Bites?
A Alexandra Kleeman (Berkeley, California, 34 a?os), flamante nueva voz de lo antiut¨®pico presente norteamericano, se la ha comparado con Don DeLillo y el primer y m¨¢s accesible y divertido Thomas Pynchon, y s¨ª, algo de DeLillo hay en su manera de desmenuzar lo cotidiano, de transformar todo lo que toca en potentes im¨¢genes con aspecto de instalaciones art¨ªsticas ¡ªo meras obras de arte narrativas¡ª, y s¨ª, tambi¨¦n hay en su narrativa algo de la desaforada ambici¨®n sin l¨ªmites del primer Pynchon, algo de su valerosa decisi¨®n de perder el mundo de vista sin perderlo del todo, pero lo cierto es que, a quien m¨¢s recuerda Kleeman, es a Coupland. Podr¨ªa decirse que Kleeman es un Coupland tan preocupado por el presente moribundo y teledirigido como Olivia Laing. Que Kleeman es una Ottessa Moshfegh que se hubiese propuesto jugar a una ficci¨®n cartoon en la que cualquier cosa, por m¨¢s desesperanzadora y cruel que sea, se sirve majestuosamente edulcorada. A, la protagonista de T¨² tambi¨¦n puedes tener un cuerpo como el m¨ªo, es un barco a la deriva en un mundo de centros comerciales id¨¦nticos repletos de dependientes con enormes cabezas de gomaespuma y tipos que intentan salvar filetes de ternera.
El mundo de A es min¨²sculo. Cabe en su apartamento. Y tiene otros dos ¨²nicos habitantes: B y C. Tambi¨¦n tiene un habitante que no es humano: el Wally m¨¢s cercano. Los Wallys son los centros comerciales. Tienen nombre porque est¨¢n vivos. Son lo ¨²nico que te queda cuando no te queda nada. Son tu mejor amigo. ?Y qu¨¦ hay de B? B es la compa?era de piso de A. B est¨¢ intentando convertirse en A porque cree que A tiene todo lo que ella nunca tendr¨¢. Y A no est¨¢ entendiendo nada. Juega, Kleeman, a una variante a¨²n inexplorada del doppelg?nger: la del desorientado a quien el mundo que le rodea le ha hecho creer que tener el aspecto de alguien puede convertirte en ese alguien. C es el novio de A, pero tambi¨¦n podr¨ªa ser el novio de B porque ?acaso no se parecen cada vez m¨¢s? C es adicto a un reality de citas que vive de la misma confusa idea de lo aparente, ?y qu¨¦ ocurre cuando C desaparece? Que A pierde lo ¨²nico que le daba sentido a su vida, cierta horrible y narc¨®tica dependencia sentimental, y hacerlo la deja en manos de la secta de los Comensales Unidos, que promueven, desde una delirante l¨®gica subliminal, la aceleraci¨®n de la conversi¨®n del ser humano en su propio fantasma, porque ?no es todo ser humano un beb¨¦ de fantasma? ?Y por qu¨¦ no acelerar el proceso desapareciendo bajo una cutre s¨¢bana blanca con agujeros para los ojos?
Podr¨ªa decirse que T¨² tambi¨¦n puedes tener un cuerpo como el m¨ªo es, como lo fue Microsiervos en su momento, un brillante y c¨ªnico, a la vez que tierno y triste, retrato del cada vez m¨¢s claustrof¨®bicamente egoc¨¦ntrico y desorientado presente. Que se asoma Kleeman al vac¨ªo abismo interior ¡ªnunca explorado as¨ª, a trav¨¦s de la n¨¢usea org¨¢nica, de la oscuridad de lo que palpita bajo la piel¡ª de una generaci¨®n que, como aquella, no tiene nada que perder porque ya lo ha perdido todo, incluida la condici¨®n de pieza de sistema ¡ª?qu¨¦ sistema?, ?acaso existe uno?¡ª. Una generaci¨®n que vaga a la deriva aferr¨¢ndose a: 1) infantiles anuncios de pastelitos en los que el protagonista, un dibujo animado, siempre fracasa porque no puede no hacerlo; 2) revoluciones absurdas, como la del tipo que salvaba filetes de ternera en el supermercado, y que alguien convirti¨® en campa?a publicitaria; 3) huidas que no te llevan a ninguna parte, como las de todos esos padres desaparecidos, y 4) sectas que prometen acabar con todo, empezando por tus recuerdos, cuanto antes. Cosas no ciertas pero parab¨®licas, y la par¨¢bola funciona, y lo hace como cr¨ªtica salvajemente l¨²dica, una en la que a lo perdido se superpone el desv¨ªo, la reivindicaci¨®n de una reinvenci¨®n que aleje al ser humano del terrapl¨¦n por el que no hace m¨¢s que saltar, como Kandy Kat, una y otra vez. M¨¢s que necesaria, un cl¨¢sico, y no solo del milenialismo.
Autora: Alexandra Kleeman
Traducci¨®n: Irene Oliva Luque e In¨¦s Clavero.
Editorial: Gatopardo, 2020
Formato: tapa blanda (320 p¨¢ginas, 21,90 euros) y ebook (9,49 euros).
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