Vargas leyendo
'La verdad de las mentiras' no es un cat¨¢logo de sus conocimientos, sino de lo que aprendi¨® leyendo a Thomas Mann, Ernest Hemingway, Vladimir Nabokov o Saul Bellow
Gente que quiera saber c¨®mo lee Mario Vargas Llosa, o c¨®mo empez¨® a leer y sigui¨® leyendo, tuvo el ¨²ltimo domingo 5 de abril una buena oportunidad si ley¨® el art¨ªculo que public¨® en su Piedra de toque de EL PA?S sobre el hermano Justiniano y su f¨¦rtil iniciaci¨®n a la lectura. Ese es un art¨ªculo delicioso, de sus mejores piezas de periodismo literario. Los que decidieron dejar de leer (o eso dijeron) a Vargas Llosa por, eso dicen, sus ideas pol¨ªticas, se pierden ocasiones as¨ª, abundantes desde que empez¨® a compartir lo que iba leyendo. Uno de los libros en los que condensa su maestr¨ªa de lector es La verdad de las mentiras, que con El pez en el agua forman parte de mi lista de preferencias de todo lo mucho que ¨¦l ha escrito.
Antes, una peque?a cr¨®nica de Vargas leyendo. Los que lo hayan visto en los aviones sabr¨¢n que, f¨ªsicamente, lo hace como si no hubiera mundo alrededor. Como le afecta el miedo al avi¨®n (como a su colega Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez), se pertrecha con un libro abierto ante la ventanilla y as¨ª diluye por completo el paisaje del exterior. Se enfrasca, pues, aplicado como el buen estudiante que fue. Lleva un bol¨ªgrafo, siempre el mismo (?matar¨ªa por ese bol¨ªgrafo!), y toma notas en una libretita. Su letra, como en las dedicatorias, es clara, como ya pensada, y r¨¢pida, lista para ser impresa. Su concentraci¨®n es m¨¢xima, porque su memoria le ayuda, de modo que, a?os despu¨¦s de le¨ªdo, es capaz de recitar p¨¢rrafos de un libro como si acabara de terminarlo. Ha mantenido una costumbre que, sin duda, le ayud¨®, por ejemplo, a escribir La verdad de las mentiras: al final de cada ejemplar le pone nota a lo que acaba de leer. As¨ª aprueba o suspende los libros, y escribe unos p¨¢rrafos con su parecer.
Al final de cada ejemplar terminado, le pone nota a lo que acaba de leer. As¨ª aprueba o suspende los libros, y escribe unos p¨¢rrafos con su parecer
Como lector de avi¨®n tiene muchas an¨¦cdotas, pero hay una que ha contado varias veces, de modo que es p¨²blica. Al buen lector le interesa lo que el otro va leyendo. As¨ª que, como cualquiera, ¨¦l se fija en la lectura del pasajero de al lado. En un largo viaje transoce¨¢nico coincidi¨® en el asiento de al lado con su colega Camilo Jos¨¦ Cela. En el trayecto el gallego iba riendo a carcajadas mientras le¨ªa su ejemplar forrado. Vargas Llosa no pod¨ªa adivinar ni t¨ªtulo ni autor, hasta que Cela decidi¨® ir al ba?o y dej¨® atr¨¢s el objeto de sus regocijos. Vargas Llosa supo entonces la raz¨®n de las carcajadas. Camilo Jos¨¦ Cela iba leyendo Viaje al Pirineo de L¨¦rida, de Camilo Jos¨¦ Cela.
Una nota m¨¢s sobre su curiosidad de lector esponja. En la ¨²ltima FIL de Guadalajara (M¨¦xico) coincidi¨® con un amigo suyo en los desayunos del Hilton. Ese amigo (cont¨® el propio Vargas en un art¨ªculo sobre las consecuencias literarias de ese encuentro) lo conmin¨® a leer El encargo, el libro en el que el abogado Javier Melero cuenta su experiencia como defensor en el proceso del proc¨¦s. Vargas Llosa agarr¨® el libro con mucha reticencia. ¡°Dudo que lo vaya a leer¡±. Esa misma noche lo empez¨® a leer. Su art¨ªculo sobre ese libro, las circunstancias de su lectura y su entusiasmo por los hallazgos casuales a los que est¨¢ dispuesto se?alan que aquel lector que se hizo con el hermano Justiniano no ha dimitido de su curiosidad sino que la ha acrecentado.
Una obra mayor de esa combinaci¨®n de vocaciones que es su manera de afrontar los libros es La verdad de las mentiras, en el que visita libros que sirven para un confinamiento o para una alegr¨ªa, y que ¨¦l reconstruye, como lector, con la agilidad mental habitualmente pr¨®diga en los lectores inteligentes. Es, en lengua espa?ola, el libro sobre libros que m¨¢s he apreciado, porque es consecuencia del entusiasmo y no de la cicater¨ªa. No es una colecci¨®n de lecciones sino una apuesta por cada una de las ficciones que aborda. No es un cat¨¢logo de sus conocimientos, sino de lo que aprendi¨®, como lector, en los libros que aborda. Ah¨ª est¨¢n desde Thomas Mann a Ernest Hemingway, desde Vladimir Nabokov a Saul Bellow¡
Aqu¨ª desarrolla Vargas Llosa su teor¨ªa, que es una pr¨¢ctica: escribir ficci¨®n es la libertad absoluta, el abrazo de los sue?os, la aplicaci¨®n constante, y exaltante, de la verdad de las mentiras. En su largo, y muy hermoso, ensayo sobre la narrativa de otro maestro de las ficciones, Juan Carlos Onetti, desarrolla esa inteligencia de darle a los sue?os escritura para prolongar el placer de haber le¨ªdo. Ese libro es la consecuencia de un hecho: Vargas Llosa es el escritor hispanoamericano que m¨¢s ha le¨ªdo a sus contempor¨¢neos para, adem¨¢s, escribir sobre ellos. Ser¨ªa imposible, por cierto, hallarlo en un avi¨®n leyendo un libro propio, no har¨ªa eso ni en peligro de muerte.
Verdades de las mentiras
La muerte en Venecia Thomas Mann
Dublineses James Joyce
Santuario William Faulkner
El gran Gatsby Francis Scott Fitzgerald
Auto de fe El¨ªas Canetti
El extranjero Albert Camus
No soy Stiller Max Frisch
El tambor de hojalata G¨¹nter Grass
El cuaderno dorado Doris Lessing
Opiniones de un payaso Heinrich B?ll
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