Un crimen sin castigo
Thomas Urban reconstruye la silenciada matanza de Katyn, que empa?a la imagen de Rusia como naci¨®n liberadora en la Segunda Guerra Mundial
Entre el sinf¨ªn de heridas del siglo pasado que desfigur¨® Europa, algunas cicatrizaron con el tiempo, mientras que otras siguen abiertas. Estas ¨²ltimas a¨²n hostigan las narrativas del presente. Cerca de Smolensk, bajo las ra¨ªces de un pinar situado 400 kil¨®metros al oeste de Mosc¨², se ocult¨® celosamente un trauma polaco. En abril de 1943, la radio alemana inform¨® de que, en el bosque de Katyn, su Ej¨¦rcito hab¨ªa descubierto fosas con miles de cad¨¢veres de oficiales polacos, todos ellos con un disparo en la base del cr¨¢neo. As¨ª, poco despu¨¦s de la derrota nazi en la batalla de Stalingrado, pas¨® a conocerse la suerte que hab¨ªan corrido aquellos cautivos, hechos prisioneros por el Ej¨¦rcito Rojo cuando invadieron el pa¨ªs vecino en 1939. Desde la primavera del a?o siguiente, su paradero se convirti¨® en un enigma.
Ante las reiteradas preguntas del Gobierno polaco en el exilio, Stalin asegur¨® que hab¨ªan sido liberados. La suya, no obstante, era una de las firmas que rubricaron la decisi¨®n seg¨²n la cual se ordenaban el ajusticiamiento de los 25.700 oficiales retenidos y el destierro a Siberia de 60.000 familiares. As¨ª descabez¨® Beria la ¨¦lite intelectual polaca, si bien Goebbels, que quiso aprovechar esta inc¨®moda verdad para desestabilizar a los Aliados, escribi¨® en su diario: ¡°Katyn es mi victoria¡±. El Kremlin contraatac¨® con una campa?a gran¨ªtica de desinformaci¨®n: al datar la masacre en 1941, le endos¨® la autor¨ªa a la Wehrmacht, que entonces ya hab¨ªa ocupado la zona, una versi¨®n que mantuvo hasta la perestroika. Tanto Londres como Washington respaldaron al gigante comunista para no soliviantarlo, una prueba de que la memoria se puede ajustar a los intereses tanto de dictaduras como de democracias. Para Polonia, la ¡°masacre de Katyn¡± ¡ªque engloba otras fosas en Rusia y Ucrania¡ª se convertir¨ªa en la ¡°mentira de Katyn¡±.
En su libro, Thomas Urban, periodista alem¨¢n con una larga trayectoria en pa¨ªses eslavos, reconstruye uno de los cr¨ªmenes m¨¢s abyectos del siglo XX, uno tan eficaz que no dej¨® supervivientes. Durante varias semanas condujeron a los detenidos uno a uno ¡ªhasta 300 por noche¡ª a una habitaci¨®n, donde una troika confirmaba su identidad. Luego los ejecutaban por la espalda. Los cad¨¢veres se arrojaban a un cami¨®n, que transportaba la carga al bosque. En Katyn las ejecuciones se efectuaron a pie de fosa. ¡°Trabaj¨¢bamos como en una cadena de montaje¡±, confes¨® un carcelero. Despu¨¦s de cada turno se repart¨ªa vodka entre los verdugos del NKVD. ¡°Nos lav¨¢bamos con perfume. No hab¨ªa otro modo de librarse del olor a sangre y carne. Incluso los perros se manten¨ªan a distancia¡±, declar¨® un soldado.
Urban va m¨¢s all¨¢ y analiza las manipulaciones posteriores, las investigaciones internacionales silenciadas, el constante mirar hacia otro lado de Occidente o la fabricaci¨®n sovi¨¦tica de pruebas. Tambi¨¦n explica la cortina de humo de Br¨¦zhnev, cuando escogi¨® Jat¨ªn (uno de los miles de aldeas bielorrusas arrasadas por los alemanes) como emplazamiento de un memorial a las v¨ªctimas del nazismo, dado el parecido entre ambos top¨®nimos: Jat¨ªn ¡ªKhatyn, en su transcripci¨®n inglesa¡ª y Katyn. O la implacable represi¨®n en la Polonia sovi¨¦tica contra cualquier alusi¨®n a la matanza dictada por Mosc¨², aunque no pudieron evitar que ¡°Katyn¡± retumbara en las protestas de Solidaridad. Ya en democracia, retrata la desconfianza mutua entre ambos pa¨ªses y la pol¨ªtica c¨ªnica de Putin. Al fin y al cabo, Katyn afea la mitolog¨ªa rusa de naci¨®n liberadora. Solo se produjo una breve distensi¨®n a ra¨ªz de otra tragedia, la que sacudi¨® a Polonia hace una d¨¦cada, cuando se estrell¨® el avi¨®n presidencial que volaba a Katyn para participar en los actos del 70? aniversario. Urban narra el peligro de la desinformaci¨®n y un doloroso silencio que ni siquiera el arte se ha atrevido a abordar. Salvo en contad¨ªsimas excepciones: la pel¨ªcula de Andrzej Wajda y el poema Botones de Zbigniew Herbert. ¡°Mas c¨®mo habr¨¢n de resucitar los cuerpos / si s¨®lo son una pegajosa part¨ªcula de tierra¡±.
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Autor: Thomas Urban.
Traducci¨®n: el propio autor.
Editorial: La Esfera de los Libros, 2020.
Formato: tapa dura (360 p¨¢ginas, 23,90 euros).
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