Una pensadora libre frente a las masas
Una exposici¨®n sobre Hannah Arendt en el Museo de Historia de Berl¨ªn se convierte en un recorrido a trav¨¦s de las grandes ideas y la historia del siglo XX
Es un intenso recorrido por las grandes ideas que ocuparon la mente de Hannah Arendt, omnipresentes en el pensamiento actual. Los refugiados, los derechos humanos, el antisemitismo, el racismo, la amistad. La magn¨ªfica exposici¨®n abierta al p¨²blico en el Museo de Historia de Berl¨ªn es una excelente oportunidad para conocer mejor a una de las grandes pensadoras del siglo XX. Pero es sobre todo una invitaci¨®n, a ratos dolorosa, a la reflexi¨®n social, pol¨ªtica e individual. Porque si algo resalta la muestra es la determinaci¨®n de Arendt de pensar en libertad, lejos de las masas, que en su Alemania natal propiciaron la ascensi¨®n de Adolf Hitler. ¡°Nadie tiene el derecho a obedecer¡±, es una de las citas que encabeza la muestra.
La exposici¨®n se reparte en dos pisos del museo berlin¨¦s, abierto al p¨²blico ahora manteniendo las medidas higi¨¦nicas propias de la pandemia (mascarilla, desinfectante, distancia de seguridad). Dentro, bloques tem¨¢ticos organizan el pensamiento y la vida de Arendt, que ya en 1933 huy¨® de Alemania, primero a Par¨ªs y despu¨¦s a Estados Unidos, donde imparti¨® clase en varias universidades. Su vida es tambi¨¦n la historia del siglo XX.
Para la fil¨®sofa, el imperialismo, el colonialismo y el racismo conducen a la deshumanizaci¨®n de los individuos y? culminan en sistemas burocr¨¢ticos de asesinato de masas, como demuestra la historia
La clarividencia de la autora de Eich?mann en Jerusal¨¦n. Un estudio sobre la banalidad del mal, que el mundo celebra desde hace d¨¦cadas, se enfrent¨® en vida al rechazo a las cr¨ªticas feroces de sus contempor¨¢neos. Tambi¨¦n por parte de la comunidad jud¨ªa, que enfureci¨® ante su relato del juicio en 1961 de Adolf Eichmann, el criminal nazi responsable de la deportaci¨®n de millones de jud¨ªos a los campos de concentraci¨®n, cuyo proceso ayud¨® a que el mundo tomara conciencia de la terror¨ªfica magnitud del Holocausto.
M¨¢s de 100 testigos desfilaron por la sala, incluidos supervivientes de los campos de exterminio. El relato y la interpretaci¨®n que Arendt hizo del juicio, en el que la pensadora se detiene en la colaboraci¨®n de algunos l¨ªderes jud¨ªos con los nazis, desat¨® una intensa pol¨¦mica y un debate a menudo considerado cat¨¢rtico. No fue hasta el a?o 2000 cuando Eichmann en Jerusal¨¦n se public¨® en hebreo.
Cuando a Arendt le criticaron que no amaba a Israel como deb¨ªa, respondi¨® sin rodeos. ¡°Nunca he amado ninguna nacionalidad. Ni la alemana, la francesa, la americana, y ni a la clase trabajadora. Solo amo a mis amigos y soy incapaz de ning¨²n otro amor¡±. Esa incapacidad de etiquetar ideol¨®gicamente a la pensadora la destaca la comisaria de la exposici¨®n, Monika Boll. ¡°Arendt no invoc¨® ning¨²n programa, ni partido pol¨ªtico, ni tradici¨®n. Eso hace que sea dif¨ªcil clasificar su pensamiento, pero tambi¨¦n lo hace interesante. ?Fue una izquierdista? ?Una liberal? ?Una conservadora?¡±, se pregunta Boll.
Ejemplares de la revista The New Yorker, donde inicialmente se publicaron los art¨ªculos de Arendt, que asisti¨® a las sesiones en Jerusal¨¦n, son solo algunos de los 300 objetos fascinantes que se pueden ver en la muestra. En las im¨¢genes del juicio, la pensadora aparece con una grabadora colgada del cuello y traje de raya diplom¨¢tica.
Acompa?an tambi¨¦n al visitante las im¨¢genes de la c¨¦lebre entrevista que Arendt concedi¨® a G¨¹nter Gaus en 1964. En blanco y negro, con el cigarrillo en la mano y las gafas de pasta negra, Arendt desgrana su pensamiento durante una hora, sin m¨¢s fuegos de artificio que la palabra durante el encuentro en la cadena ZDF. Habla del momento decisivo, de cuando emergi¨® el conocimiento de los cr¨ªmenes del campo de concentraci¨®n nazi de Auschwitz. ¡°Es algo con lo que no podemos reconciliarnos¡±, concluye en un fragmento de la entrevista que se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en un inesperado ¨¦xito en YouTube, con m¨¢s de un mill¨®n de visitas.
M¨¢s all¨¢ del juicio de Eichmann, Arendt (Hannover, 1906-Nueva York, 1975) reflexion¨® en profundidad sobre la identidad jud¨ªa. ¡°Si a uno le atacan como jud¨ªo, debe defenderse como jud¨ªo¡±, se puede leer en las paredes de la muestra en Berl¨ªn. Los esfuerzos por asimilarse y el deseo de aceptaci¨®n de personalidades jud¨ªas como Rahel Varn?hagen, cuya biograf¨ªa escribi¨® Arendt; sus cr¨ªticas al nacionalismo sionista y a lo que ya en aquella ¨¦poca suced¨ªa en Palestina ocupan la primera parte del recorrido del museo de historia.
La condici¨®n de refugiada y el destino de los que se ven forzados a huir es otro de los grandes temas que preocup¨® a una intelectual que durante 13 a?os fue ap¨¢trida, hasta que en 1951 obtuvo la ciudadan¨ªa estadounidense. A?os antes, en la revista Menorah, hab¨ªa publicado un art¨ªculo titulado ¡°Nosotros, los refugiados¡±.
Ese mismo a?o, en 1951, se public¨® Los or¨ªgenes del totalitarismo, la gran obra en la que Arendt bucea en la mec¨¢nica y la g¨¦nesis del nazismo y el estalinismo. Para la pensadora, el imperialismo, el colonialismo y el racismo forman parte de construcciones ideol¨®gicas que conducen a la deshumanizaci¨®n de los individuos y que culminan en sistemas burocr¨¢ticos de asesinato de masas, como demuestra la historia.
Y en ese pante¨®n de grandes ideas y pilares vitales aparece tambi¨¦n la amistad. Los amigos de Hannah Arendt, repartidos por Europa y Estados Unidos, ocupan un lugar destacado en paneles que jalonan las salas de la exposici¨®n. Con fil¨®sofos como Walter Benjamin, Martin Heidegger o Karl Jaspers. Pero tambi¨¦n con figuras menos conocidas como Anne Weil, su mejor amiga, o Hilde Fr?nkel, otra gran amistad de su juventud. Porque para ella la amistad era mucho m¨¢s que la mera socializaci¨®n. Era la red que proteg¨ªa y sustentaba a los obligados a buscar refugio lejos de su pa¨ªs. En la exposici¨®n se pueden ver tambi¨¦n las fotos que Arendt tom¨® de sus amigos con su Minox.
La muestra pasa de puntillas por la vida personal de la fil¨®sofa y tambi¨¦n por la relaci¨®n amorosa que mantuvo con Heidegger, el fil¨®sofo que simpatiz¨® con el nazismo y su maestro. Sale a relucir en una entrevista grabada con su sobrina nieta Edna Brocke, a la que le preguntan por el tema. Cuenta Brocke que una vez, al despedirse de Hannah Arendt en el and¨¦n cuando se dirig¨ªa a encontrarse con Heidegger, le pregunt¨®: ¡°?Tiene que ser as¨ª?¡±. ?Arendt le contest¨®: ¡°Hay cosas que son m¨¢s fuertes que una persona¡±.
En Estados Unidos, la fil¨®sofa dio clases en las universidades de Princeton, Chicago y Berkeley. Los alumnos la adoraban. Tambi¨¦n all¨ª fue pionera, al ser en 1959 la primera profesora que tuvo Princeton. Pero a Arendt no le interesaron demasiado lo que consideraba los asuntos de mujeres.
Cierra la muestra una serie de entrevistas sobre qu¨¦ significa pensar libremente. Sobre la importancia de forjar un criterio propio, de pensar por uno mismo. El individuo como elemento clave en una democracia, sobre todo cuando entra en contradicci¨®n con el pensamiento de la mayor¨ªa. Ese es el esp¨ªritu que impregn¨® el pensamiento de Arendt y que ejerce de hilo conductor en la exposici¨®n, que estar¨¢ abierta hasta mediados de octubre. Si el maldito virus lo permite, bien merece un viaje a Berl¨ªn. Porque todo est¨¢ ah¨ª; todo lo que importa.
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