Una historia oral de Joy Division
40 a?os despu¨¦s de la muerte de Ian Curtis, el periodista musical Jon Savage narra el recorrido del grupo en ¡®Una luz abrasadora, el sol y todo lo dem¨¢s¡¯. Adelantamos las primeras p¨¢ginas del libro, que Reservoir Books publica esta semana
Dramatis personae
Bernard Sumner: Joy Division
Peter Hook: Joy Division
Stephen Morris: Joy Division
Deborah Curtis: esposa de Ian Curtis; testigo
Tony Wilson: presentador en Granada Television; cofundador de Factory
C. P. Lee: Alberto y Lost Trios Paranoias
Peter Saville: cofundador de Factory y director de arte gr¨¢fico
Introducci¨®n
Bernard Sumner: Tengo la impresi¨®n de que, aunque confi¨¢bamos en que la m¨²sica nos sacara de nuestro vac¨ªo interior, nunca, ninguno de nosotros, mostr¨® inter¨¦s por el dinero que pudi¨¦ramos ganar con ella. Lo ¨²nico que quer¨ªamos era hacer algo hermoso de escuchar y que agitara nuestras emociones. No est¨¢bamos interesados en una carrera, o en algo por el estilo. Nunca planificamos ni un solo d¨ªa.
Peter Hook: Ian fue el instigador. Sol¨ªamos llamarle el Vigilante. Ian pod¨ªa estar sentado all¨ª mismo y te dec¨ªa: ¡°Esto suena bien, vamos a acompa?arlo con la guitarra¡±. T¨² no pod¨ªas discernir qu¨¦ era lo que sonaba bien, pero ¨¦l s¨ª, porque simplemente escuchaba. Esto hizo que todo fuera m¨¢s r¨¢pido, lo de hacer canciones. Siempre hab¨ªa alguien escuchando. No s¨¦ c¨®mo explicarlo, era pura suerte. No hab¨ªa ninguna habilidad ni ning¨²n motivo. De verdad, nunca lo tomamos en cuenta, simplemente sali¨® as¨ª.
Stephen Morris: Era bastante reservado en cuanto a lo que escrib¨ªa. Creo que una vez coment¨® con Bernard algunas de las canciones por encima. Era completamente distinto a cuando se sub¨ªa al escenario. Era t¨ªmido, hasta que se beb¨ªa un par o tres de Breakers, el licor de malta. Eso le animaba un poco. La primera vez que vi a Ian siendo Ian en el escenario, no me lo pude creer. Aquella transformaci¨®n en un molinillo fren¨¦tico.
Deborah Curtis: Era muy ambicioso. Quer¨ªa escribir una novela, quer¨ªa componer canciones. Parec¨ªa que todo se le daba bien. Joy Divison fue el lugar donde confluy¨® todo.
Tony Wilson: Todav¨ªa no s¨¦ de d¨®nde sali¨® Joy Division.
Las ciudades hablan
Tony Wilson: Dir¨ªa que la psicogeograf¨ªa y el concepto de la ciudad estaban en el meollo del situacionismo en Francia en los a?os cincuenta, y la ciudad degradada formaba parte de la vida de Joy Division: chicos de Macclesfield, chicos de Salford, y tambi¨¦n est¨¢ la ciudad en s¨ª, Manchester. La idea de la ciudad es un tema que recorre toda esta historia, Manchester en cuanto que ciudad moderna arquet¨ªpica.
C. P. Lee: Antes se dec¨ªa que lo que Manchester piensa hoy, eso es lo que Londres har¨¢ ma?ana, y en el siglo XIX este era un lugar incre¨ªble para la innovaci¨®n. Salford, que no forma parte de Manchester pero que est¨¢ justo al lado, tuvo las primeras calles iluminadas y los primeros tranv¨ªas. Todo esto surgi¨® en Manchester: la vivienda de protecci¨®n municipal, la primera biblioteca p¨²blica con servicio de pr¨¦stamo. Todas estas grandes y fant¨¢sticas innovaciones que damos por hecho que son del siglo XX, aparecieron en el XIX.
Pero al mismo tiempo hay una tensi¨®n inherente entre todas estas cosas, y la tensi¨®n evoluciona a partir de la chusma, de la clase obrera. Aparece aqu¨ª en calidad de muchedumbre. Entonces, algunas personas influyentes de Manchester quieren trabajar con ellos y quieren mejorar las cosas, quieren que la ciudad avance, pero hay otra gente que ve a la chusma como muy, pero que muy peligrosa, as¨ª que terminan por producirse estas tensiones.
De modo que tenemos una zona como Angel Meadows, as¨ª llamada porque enterraban all¨ª a los muertos en un terreno tan poco profundo que, cuando llov¨ªa, se erosionaba la capa superficial del suelo y empezaban a asomar los huesos. Zonas en las que los polic¨ªas solo entraban a patrullar de dos en dos. En los a?os treinta, mi padre era polic¨ªa y solo rondaba por all¨ª si era con otro agente. Pod¨ªan ser las tres de la madrugada y la gente estaba sentada en la puerta de casa, y mi padre se dec¨ªa: ¡°?Qu¨¦ hacen ah¨ª sentados?¡±. Y contaba que se quedaban all¨ª y se emborrachaban todo lo posible, durante el mayor tiempo posible, para luego poder dormir cuando se fueran a la cama, a pesar de las chinches.
Tenemos una ciudad en la que hay grandes innovaciones, en la que tenemos la riqueza generada por Cottonopolis, generada por el futuro, por una visi¨®n de futuro. Cosas como el Canal Mar¨ªtimo, que es fant¨¢stico. El mar se encuentra a unos cincuenta kil¨®metros de distancia, en Liverpool, pero Manchester no se conforma con quedarse aqu¨ª y tomar lo que le llegue. Lo que dice es ?Vamos a traernos el mar hasta la ciudad?, y entonces construye el Canal Mar¨ªtimo, que llega hasta aqu¨ª, y que es fant¨¢stico.
Hay un puerto en Salford. Se lo conocer¨¢ como la Costa de los B¨¢rbaros y est¨¢ llena de moros de piel oscura, est¨¢ llena de espaguetis, est¨¢ llena de gente mediterr¨¢nea y de espa?oles que se pavonean por ah¨ª con sus pendientes y sus pa?uelos atados al cuello, y es algo fant¨¢stico. Hay hombres que llevan un mono encaramado al hombro. El puerto consigue que a Manchester llegue de todo, y se convierte en un batiburrillo fant¨¢stico y opulento de influencias diferentes y de estilos distintos, pero a la vez, bajo la superficie hay un residuo de la clase obrera, de los que no se han llevado exactamente un pedazo de la tarta.
Durante los primeros a?os del siglo XIX lo que tenemos es un movimiento pol¨ªtico fuerte que empieza desarroll¨¢ndose en el noroeste de Inglaterra, que consiste en los cartistas y en los librecambistas, y que lo que quiere, b¨¢sicamente, es lo que tenemos ahora, el sufragio universal. Hay una manifestaci¨®n multitudinaria en 1819 en St. Peter¡¯s Field, en Manchester, y ?qu¨¦ haces cuando la gente te pide votar? Le env¨ªas la caballer¨ªa, de modo que llegaron la caballer¨ªa y los reservistas y masacraron a la multitud que estaba all¨ª. Hirieron a centenares, hubo quince muertos, o quiz¨¢ m¨¢s.
Esto se celebr¨® con la construcci¨®n, gracias a un programa de suscripci¨®n p¨²blica, del Manchester Free Trade Hall, que se convierte en un epicentro monumental de energ¨ªa psicogeogr¨¢fica. Todos los grandes artistas y m¨²sicos del siglo XX han pasado por el Free Trade Hall. Era el lugar donde se produc¨ªa el debate pol¨ªtico. Cuando los sindicatos fueron a la huelga, era all¨ª donde se reun¨ªan, Louis Armstrong toc¨® all¨ª, a Bob Dylan lo abuchearon y lo increparon en el Free Trade Hall en 1966, los Sex Pistols tocaron all¨ª en 1976, y en 1996 el Dalai Lama ofreci¨® all¨ª su ¨²ltima bendici¨®n al pueblo de Manchester.
Se construy¨® en un terreno anegado por la sangre de los muertos, y eso es lo que hace ¨²nico a Manchester, porque tienes esta fabulosa dicotom¨ªa entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada, entre los ricos y los pobres, entre los que piensan y los descerebrados, y es una tensi¨®n y una energ¨ªa que ha hecho de esta ciudad el lugar importante y agitado que es en la actualidad.
Tony Wilson: Hay dos palabras que caracterizan a las ciudades del norte de Gran Breta?a, y en particular a Manchester. Una es la palabra ¡°suburbio¡±; siempre escucho en el fondo de mi cabeza a Laurence Olivier en las emisiones de Granada diciendo ¡°Eres una sabandija de suburbio¡± en alguna de aquellas obras de Harold Pinter. Los suburbios era donde estaban las casas de la sucia clase obrera. Y la otra palabra es ¡°desempleo¡±. Estas son las dos palabras, la que empieza por S y la que empieza por D, a las que tienes que a?adir despu¨¦s la palabra ?sucio?. Era una ciudad sucia, sucia y vieja, y dir¨ªa que conviene no olvidar que este hab¨ªa sido el centro hist¨®rico del mundo moderno, que nosotros inventamos la Revoluci¨®n Industrial en esta ciudad; y que, aunque lo hicimos, tambi¨¦n inventamos todos estos males complementarios. No ha sido hasta hace poco cuando he empezado a leer a Elizabeth Gaskell y su novela Mary Barton, y b¨¢sicamente el comunismo apareci¨® porque Marx y Engels dirigieron su mirada hacia esta mierda absoluta que hab¨ªa sido la primera ciudad industrial.
El gran triunfo de Manchester a mediados del siglo XIX fue que la primera gran ciudad industrial hab¨ªa entrado en decadencia despu¨¦s de la guerra de Secesi¨®n estadounidense, y adem¨¢s de manera exquisita a ojos de un mancuniano: lo que pas¨® es que nosotros tomamos partido por los que no eran nuestros socios comerciales. Nuestros socios comerciales eran los propietarios de las plantaciones, pero cada vez que el Sur y Richmond intentaban obtener el reconocimiento de la Confederaci¨®n, las huelgas de los obreros de Manchester lo imped¨ªan y Westminster se echaba atr¨¢s en su reconocimiento del Sur. Es por esto por lo que en Manchester tenemos una plaza dedicada a Lincoln.
La mayor¨ªa de la gente de Manchester no sabe por qu¨¦ tenemos una plaza dedicada a Lincoln, porque ya nadie puede leer la inscripci¨®n, pero el presidente Lincoln escribi¨® una carta dirigida a los obreros de Manchester diciendo que, entre todos los grandes esfuerzos para vencer a ese gran mal, una de las fuerzas m¨¢s significativas que nos ha ayudado hab¨¦is sido vosotros, el pueblo de Manchester. La gran diferencia es que lo hab¨¦is hecho contra vuestro mayor inter¨¦s. Porque lejos de buscar un acuerdo con nuestros socios comerciales, los propietarios de plantaciones, lo que sent¨ªamos era que ten¨ªamos m¨¢s en com¨²n con los esclavos negros, lo que probablemente sea verdad.
En cualquier caso, aquello nos dej¨® bien jodidos, y llegados a aquel momento en el tiempo tambi¨¦n ocurri¨® que el principal factor econ¨®mico para los negocios hab¨ªa empezado a ser la navegaci¨®n, el transporte mar¨ªtimo de mercanc¨ªas. Hay una estad¨ªstica maravillosa de hacia 1870: transportar una tonelada de carb¨®n desde Nueva York hasta Liverpool costaba seis libras y cuatro peniques; transportar la misma tonelada de carb¨®n desde Liverpool hasta Manchester costaba por entonces ocho libras y seis peniques, as¨ª que, b¨¢sicamente, si no ten¨ªamos un puerto, est¨¢bamos jodidos, y en la mejor tradici¨®n del esp¨ªritu de Manchester, lo que se dijo un grupo de mancunianos una noche en un hotel fue: ¡°De acuerdo, vamos a construir el puerto de Manchester¡±.
As¨ª que seguimos adelante y excavamos un canal desde el fondo de la bah¨ªa de Mersey hasta Manchester, y no funcion¨® porque todas las f¨¢bricas modernas estaban en el Mersey al final de Liverpool y no hab¨ªa ning¨²n motivo para que bajaran hasta el Canal Mar¨ªtimo. Pero alguien dijo entonces: ¡°?Por qu¨¦ no lo construimos en alg¨²n lugar determinado en el que ya haya f¨¢bricas modernas?¡±. Y finalmente construimos la que fue el primer parque industrial, que es Trafford Park, y eso hizo que el Canal Mar¨ªtimo funcionara. Esta es la raz¨®n por la que la tienda de mis padres estaba a casi un kil¨®metro de la entrada del puerto de Manchester, en Salford.
Bernard Sumner: Siempre estabas buscando la belleza porque era un lugar fe¨ªsimo, aunque solo fuera a un nivel subconsciente. Es decir, no creo que llegara a ver un ¨¢rbol hasta que cumpl¨ª los nueve a?os. Estaba rodeado de f¨¢bricas y no hab¨ªa nada que fuera hermoso, nada. As¨ª que aquello te produc¨ªa un incre¨ªble anhelo por las cosas bellas, porque estabas en una situaci¨®n de semiprivaci¨®n sensorial a causa de haber crecido en medio de este paisaje brutal, pero entonces, cuando ve¨ªas o escuchabas algo bello, tu reacci¨®n era ¡°?Oh, una nueva experiencia!¡±, y lo agradec¨ªas de verdad.
Recuerdo ir con mi esc¨²ter, en aquella ¨¦poca en que me empec¨¦ a aficionar a las motos, y conducir hasta los p¨¢ramos, y no dar cr¨¦dito de lo que eran aquellos espacios abiertos. Me daban la libertad de cambiar de lugar, simplemente me iba hasta los p¨¢ramos en pleno invierno, me saltaba las clases, y hab¨ªa nieve por todas partes, iba hasta all¨ª y sencillamente miraba y pensaba: ¡°Esto es incre¨ªblemente bello¡±. Y aquellas im¨¢genes se han quedado conmigo hasta el d¨ªa de hoy.
Las colinas son la escapatoria de todo esto, de este paisaje de Salford y de la mayor parte de Manchester, horrible, industrial y muerto; el contraste puro entre los p¨¢ramos y la suciedad industrial que nos envolv¨ªa en los sesenta. Recuerdo que alguien me dijo, yendo de camino a casa tras salir del colegio, que Salford se consideraba el mayor suburbio de Europa, y no pod¨ªa cre¨¦rmelo, porque era all¨ª donde yo viv¨ªa. Le¨ª que vivir en Salford equival¨ªa a fumar sesenta cigarrillos al d¨ªa.
Una luz abrasadora, el sol y todo lo dem¨¢s. Jon Savage. Traducci¨®n de Javier Bl¨¢nquez. Reservoir Books. Se publica el 4 de junio.
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