Educarse es amar: los retos de una sociedad en ruinas
El escritor italiano Marco Balzano, autor de ¡®Me quedo aqu¨ª¡¯ (Duomo), analiza en esta tribuna los desaf¨ªos a los que nos enfrentamos en la nueva era que ahora empieza
Tengo un amigo poeta en Suiza que me invit¨® a dar una charla a sus alumnos en el instituto cantonal de Lugano. Era el a?o 2010 y acababa de ver la luz mi primera novela, Il figlio del figlio. Lo hab¨ªa publicado hac¨ªa poco un peque?o editor de Roma y luego, por pura casualidad, Maja Pflug, que despu¨¦s se convertir¨ªa en mi traductora, hab¨ªa encontrado un ejemplar (creo que el ¨²nico que quedaba a la venta en toda Italia) y le hab¨ªa propuesto a la editorial Kunstmann que lo tradujera al alem¨¢n. Aquel d¨ªa de hace diez a?os se me ha quedado grabado y, como pueden comprobar, despierta otros recuerdos que hoy siguen siendo muy importantes para m¨ª. Cog¨ª el tren en Mil¨¢n muy temprano para poder estar en Lugano a las diez. El trayecto dura poco, pero cuando llegu¨¦ ten¨ªa la sensaci¨®n de haber viajado horas y horas en tren. Soy profesor y, quiz¨¢ por deformaci¨®n profesional, siempre me fijo mucho en c¨®mo son las escuelas. Estoy convencido de que es un punto de observaci¨®n especialmente id¨®neo para comprender si nos encontramos en una sociedad verdaderamente interesada en el saber y la atenci¨®n a sus ciudadanos. Creo que fue precisamente el hecho de dar una vuelta para explorar el centro lo que me hizo pensar que hab¨ªa realizado un largo viaje.
Aquel a?o, yo daba clase en un instituto pegado a una carretera de circunvalaci¨®n, enfrente de un campamento gitano y con prostitutas no muy lejos de las verjas. El Gobierno acababa de recortar miles de puestos de trabajo, hab¨ªa agrupado las asignaturas de Historia y Geograf¨ªa, hab¨ªa creado clases de treinta alumnos y otras muchas ocurrencias geniales que mejor les ahorro. Aquella ma?ana, en cambio, me encontr¨¦ aulas con vistas al lago, de m¨¢ximo veinte alumnos, una biblioteca impresionante y una cantina donde se com¨ªa bien. Aturdido por todo aquello, empec¨¦ mi charla con los alumnos soltando una rega?ina m¨¢s digna de un superviviente que de un escritor de treinta a?os, pero les puedo asegurar que era sincero cuando dije, a trav¨¦s del micr¨®fono: ?Deb¨¦is ser conscientes de lo afortunados que sois al crecer en un sitio tan bonito y, en nombre de esa buena fortuna, ten¨¦is la obligaci¨®n de dar lo m¨¢ximo de vosotros mismos cada d¨ªa?.
Si antes est¨¢bamos acostumbrados a repetir que una clase pol¨ªtica poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte
Cuando aquella misma tarde cog¨ª el tren para volver a casa, no consegu¨ª leer. Durante aquel breve y a la vez largo trayecto pens¨¦ en la atenci¨®n. ?Por qu¨¦ en Italia no podemos dedicar la misma atenci¨®n a un bien esencial como es la escuela? ?Escuela? en griego significa ?asueto?, ?comodidad?, ?tiempo libre?: los griegos eligieron esa palabra porque indica el periodo de tiempo que debe dedicarse a formar los instrumentos que permiten el acceso a la lengua, al pensamiento, al conocimiento de uno mismo con el fin de convertirnos en ciudadanos conscientes y part¨ªcipes. En aquel instituto de Lugano exist¨ªa esa ?comodidad? para aprender; en el m¨ªo de Mil¨¢n, bastante menos. ?Por qu¨¦? Hace a?os que me lo pregunto y la conclusi¨®n es la siguiente: donde no hay suficiente inteligencia pol¨ªtica, no existe jam¨¢s una escuela que se corresponda con la idea griega, ni con la eficiencia y, por qu¨¦ no, la belleza que todos necesitamos. Y donde no existe una escuela as¨ª, tampoco existe dinero para la investigaci¨®n, ni una sanidad s¨®lida. La combinaci¨®n de esas carencias crea, por lo general, da?os silenciosos que van erosionando d¨ªa tras d¨ªa tanto el patrimonio como las esperanzas. En tiempos dif¨ªciles, o en un periodo de emergencia como el que estamos viviendo, en cambio, los da?os no permanecen bajo la piel, sino que afloran y se convierten en un elevado n¨²mero de muertes. ?Qu¨¦ es lo que est¨¢ sucediendo en estos d¨ªas largos y agotadores? ?Lo mismo que ha sucedido siempre hasta ahora! La diferencia es que si antes est¨¢bamos acostumbrados a repetir que una clase pol¨ªtica poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte. Y aqu¨ª en Lombard¨ªa, donde yo vivo, han sembrado mucha muerte. Much¨ªsima. El sonido de las sirenas se ha convertido en un ruido de fondo que no se interrumpe nunca, ni siquiera de noche. Son muchas las veces que me contengo para no ir a taparles los o¨ªdos a mis hijos. Si no lo hago, es solo porque quiero que tomen conciencia, desde peque?os, del mundo en el que viven: de lo contrario, nunca podr¨¢n encontrar la forma de intentar mejorarlo.
Llevo casi dos meses encerrado en casa y el tiempo empieza a confundirse. Los d¨ªas corren el riesgo de parecerse demasiado entre s¨ª y hace falta mucha buena voluntad para distinguirlos. Hay que esforzarse mucho por entretener a los ni?os y recrear una cotidianidad aceptable. No debemos olvidar que a ellos se lo han arrebatado todo: los compa?eros de clase, los abuelos, el parque, el deporte, la primavera¡ Debo hacer lo posible para que no piensen que vivir es sobrevivir, me digo todas las ma?anas para animarme mientras preparo el caf¨¦. Empiezo a sentirme cansado, echo de menos estudiar y escribir, echo de menos a mis amigos, a alguien con quien re¨ªrme y desahogarme mientras tomamos una cerveza. Pero, por otro lado, siento que empiezo a acostumbrarme a esta soledad perfecta que yo mismo me he fabricado sin ser consciente de ello. Y cuando me doy cuenta de que estoy alcanzando un equilibrio, me asusto. Pienso en los m¨¢s fr¨¢giles, en todas aquellas personas que tienen en casa un marido violento o alcoh¨®lico, un familiar con depresi¨®n, un anciano al que cuidar, un hijo discapacitado¡ Pienso en los da?os de la inmovilidad y del aislamiento, en que estamos dejando de lado otras enfermedades¡ y nunca m¨¢s que ahora me gustar¨ªa sentir la presencia y, por qu¨¦ no, la cercan¨ªa y la empat¨ªa de las instituciones. Pero aparte de confinarnos en casa, sigue siendo un enigma comprender qu¨¦ tienen pensado esas instituciones para hacer m¨¢s llevadera la reclusi¨®n y qu¨¦ proyectos est¨¢n desarrollando de cara al futuro. El riesgo de esta escasa presencia de las instituciones es que cuando termine este confinamiento, los ciudadanos ¡ªdesesperanzados y debilitados por una clausura forzada y unas perspectivas tremendamente confusas¡ª, podr¨ªan empezar a salir valorando de forma individual la propia situaci¨®n. Y un Estado as¨ª, evidentemente, no puede funcionar. Perm¨ªtanme que lo repita una vez m¨¢s: de c¨®mo y en qu¨¦ medida se ocupe un Estado de esos problemas, se desprende la atenci¨®n que dedica a la personas y la visi¨®n del mundo que cultiva. Yo, sinceramente, ya no s¨¦ cu¨¢l es la de mi pa¨ªs y, en muchos sentidos, tampoco s¨¦ cu¨¢l es la visi¨®n que tienen Europa y el mundo occidental. Sinceramente, me da miedo que de esta situaci¨®n no aprendamos nada. Es m¨¢s, que empujados por la econom¨ªa y el mercado, nos apresuremos en cuanto sea posible a olvidarlo todo para regresar a esa normalidad que ya no podemos aceptar ni llamar as¨ª. No cabe la menor duda de que la pandemia es un acontecimiento terrible e imprevisto para el cual no estaba preparado el planeta, pero la tragedia que se est¨¢ produciendo en esta parte de Italia no es imputable solo a la letalidad del virus y a la dificultad para neutralizarlo. No es ¨²nicamente una cuesti¨®n m¨¦dica: es, en primer lugar, un problema de gesti¨®n sanitaria. He luchado en todo momento para no sucumbir al t¨®pico ?esto solo pasa en Italia?, porque no es verdad y porque somos capaces de hacer grandes cosas, pero esta vez la gesti¨®n ha sido un desastre. La pandemia est¨¢ sacando a la luz, de un modo implacable, el estado de salud pol¨ªtica de cada pa¨ªs. Las cifras tan dispares de contagio y de mortalidad en las distintas partes del mundo ponen de manifiesto significados claros, que se pueden ignorar en nombre de motivos individualistas y de liderazgo, pero que en s¨ª no son dif¨ªciles de entender. En Italia no ten¨ªamos un plan de emergencia ensayado, no escuchamos las peticiones de integrar el personal m¨¦dico, hicimos caso omiso de la opini¨®n de los cient¨ªficos y m¨¢s de una vez nos re¨ªmos en la cara de la ciencia y el entorno. Aqu¨ª en Lombard¨ªa, la sanidad se ha ido privatizando m¨¢s y m¨¢s con el paso de los a?os, la medicina territorial se ha visto muy recortada y las camas en los hospitales p¨²blicos se han ido reduciendo progresivamente mientras las cl¨ªnicas privadas surg¨ªan como setas. Y eso explica que el personal m¨¦dico y de enfermer¨ªa se haya visto abandonado a su suerte, que nadie les haga tests ni les d¨¦ los equipos de protecci¨®n necesarios antes de mandarlos a los pasillos de los hospitales o a los ambulatorios. Muchos de ellos se compraban sus propias mascarillas y los que no consegu¨ªan encontrarlas en las tiendas, utilizaban fulares o retales de s¨¢banas. Los tests, por otro lado, siguen haci¨¦ndose con cuentagotas, ni siquiera a personas con cuarenta de fiebre: esas personas se quedan sin la posibilidad de tener un diagn¨®stico fiable y el conjunto de la sociedad, sin la posibilidad de saber las cifras reales de contagios y casos curados.
Somos reacios, sin embargo, a tomar nota de los errores, incluso cuando suponen un coste en vidas humanas. Y, por tanto, m¨¢s que reflexionar sobre las equivocaciones, se prefiere dirigir la atenci¨®n hacia la ret¨®rica de los h¨¦roes
Somos reacios, sin embargo, a tomar nota de los errores, incluso cuando suponen un coste en vidas humanas. Y, por tanto, m¨¢s que reflexionar sobre las equivocaciones, se prefiere dirigir la atenci¨®n hacia la ret¨®rica de los h¨¦roes. Todos son h¨¦roes: enfermeros y enfermeras, m¨¦dicos y m¨¦dicas, personal hospitalario¡ ?Y se contentan con los h¨¦roes? ?Les basta con lo que los griegos llamaban mythos? Yo creo que no. Creo, en cambio, que es indispensable ¡ªy hoy m¨¢s que nunca¡ª que nos mantengamos firmemente aferrados a la dimensi¨®n del logos, de la investigaci¨®n y de la ciencia, ir a buscar las causas y las responsabilidades, que unas veces afloran y otras hay que desenterrar trabajosamente. Y creo tambi¨¦n que habr¨ªa que devolver la luminosidad a una palabra que hemos interpretado err¨®neamente: ?copiar?. Perm¨ªtanme una peque?a digresi¨®n, que considero importante. Estoy acostumbrado, por mi profesi¨®n, a fijarme en el mundo de las palabras y a razonar partiendo del lenguaje y, en este caso, me ha dado por pensar que el equ¨ªvoco nace de lo que la palabra ?copiar? evoca. Si bien el significado no es en s¨ª negativo ¡ªsignifica ?reproducir?, ?duplicar?¡ª, en nuestra educaci¨®n esa palabra ha adoptado repentinamente una acepci¨®n m¨¢s negativa porque ilustra un acto que no debe cometerse o debe realizarse de forma clandestina. Y es as¨ª ya desde los pupitres del colegio, donde el acto de copiar est¨¢ demonizado: el ni?o aprende a asociarlo a una especie de hurto mediante el cual se roba a otro aquello que, por motivos diversos, no se sabe. No es frecuente que se legitime ese gesto en nombre de compartir el saber y de la solidaridad entre iguales. No es frecuente subrayar que, desde un punto de vista pedag¨®gico, copiar es un modo de aprender y de trabajar en colaboraci¨®n con los dem¨¢s. Se prefiere inculcar la idea de que tenemos que hacer las cosas nosotros solos y que el saber es propiedad privada, como el dinero. Y as¨ª es como hemos eliminado lo que de bueno tiene ese t¨¦rmino: el esp¨ªritu de colaboraci¨®n, la emulaci¨®n, el hecho de compartir. Porque copiar, en realidad, es un acto repleto de humildad e inteligencia, es un reconocimiento de nuestros l¨ªmites y de nuestras necesidades, de la capacidad de observar a los dem¨¢s y contener la envidia. Es la demostraci¨®n de que nos queda mucho por aprender y de que los dem¨¢s pueden ense?arnos algo. No es el copiar-pegar del ordenador, ni la deslealtad del plagio, se trata m¨¢s bien de dialogar con una fuente para adaptarla a nuestras necesidades y aprovechar todo lo bueno que puede ofrecernos. Y precisamente ahora que estamos descubriendo la importancia de dejar la palabra a los expertos, precisamente ahora que nos damos cuenta de que las vacilaciones o la puesta en pr¨¢ctica de estrategias mal dise?adas puede provocar da?os grav¨ªsimos, podr¨ªa resultar ¨²til echar un vistazo m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, observar qui¨¦n est¨¢ gestionando de forma m¨¢s efectiva las dificultades y qui¨¦n ha puesto en pr¨¢ctica estrategias exitosas. Del mismo modo, tambi¨¦n resultar¨ªa ¨²til restituir a determinadas palabras su verdadero valor y eliminar esa capa de polvo, formada por prejuicios y moralismo, que nos impide verlas tal y como son: una prueba de humildad, la posibilidad de un di¨¢logo inteligente, una ayuda concreta para empezar de nuevo. Solo despu¨¦s de haber reflexionado sobre las acciones y las palabras, solo despu¨¦s de haber hecho todo lo posible para coger lo mejor de nosotros mismos y de los dem¨¢s, podemos permitirnos acceder a la dimensi¨®n emotiva del mythos, alabar con orgullo a esos hombres y mujeres valientes que han muerto haciendo su trabajo y llorar la p¨¦rdida de una parte important¨ªsima de una generaci¨®n que ha sido la espina dorsal del siglo XX. Una generaci¨®n cuyo funeral no hemos podido celebrar y en cuya tumba no hemos podido depositar flores.
Contemplo desde la ventana el parque al que normalmente llevo a mis hijos despu¨¦s del colegio. Est¨¢ completamente vac¨ªo. La luz tibia del sol se refleja en el tobog¨¢n y el viento de primavera mece la hierba. Sin el confinamiento, a estas horas el parque estar¨ªa a rebosar de ni?os, y mi mujer y yo estar¨ªamos all¨ª charlando con otros padres. Piero Calamandrei, uno de los padres de nuestra Constituci¨®n, dec¨ªa que ?la libertad es como el aire, te das cuenta de que la necesitas cuando te falta?. Me repito esas palabras mientras escribo: hoy 25 de abril, d¨ªa de la Liberaci¨®n en Italia, se conmemora el fin del r¨¦gimen fascista y de la ocupaci¨®n nazi. El a?o pasado fuimos a la manifestaci¨®n y hab¨ªa much¨ªsimas familias con ni?os. Aquel tambi¨¦n fue un d¨ªa soleado, pero estuvo repleto de sonrisas y c¨¢nticos. Camin¨¢bamos unos junto a otros y la expresi¨®n ?distancia social? era algo que jam¨¢s hab¨ªamos escuchado, algo que carec¨ªa de sentido. Espero que cuando Caterina y Riccardo vuelvan a jugar en los columpios con sus compa?eros de clase y me griten sin aliento ?m¨¢s alto, m¨¢s alto?, no se encuentren un mundo peor. El riesgo de que tengamos miedo de los dem¨¢s, de que convirtamos a las personas en posibles focos de contagio, que ya no las veamos como amigos, parientes o nuevas amistades, es lo que m¨¢s miedo me da. Ahora que, mediante la tr¨¢gica paradoja de la covid-19, se ha hecho realidad el proyecto soberanista ¡ªtodos en casa, recelosos de quienes est¨¢n fuera¡ª, ahora que se ha comprobado que los virus no entienden de muros ni fronteras, espero que seamos m¨¢s conscientes del hecho de que solo construyendo sociedades m¨¢s solidarias y conectadas entre s¨ª podemos salvarnos. Y en ese sentido, a Europa le queda mucho trabajo si no quiere convertirse en un precioso sue?o roto. Si pierde esta ocasi¨®n, lo ¨²nico que quedar¨¢ es el esqueleto. La Uni¨®n Europea solo tiene sentido si es equitativa y est¨¢ unida, si favorece el humanismo y el intercambio de ideas, el di¨¢logo y la ayuda rec¨ªproca. El prolongamiento de los escenarios que se han sucedido estos d¨ªas ¡ªdonde no solo cada Estado sino tambi¨¦n cada regi¨®n act¨²a seg¨²n sus propios recursos, su propio dinero y hasta sus propios cient¨ªficos¡ª, creo que decretar¨ªa el fin de la Uni¨®n Europa por falta de confianza y de sentido.
Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que m¨¢s me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relaci¨®n, encuentro entre iguales. M¨¢s que contenidos, necesitamos relaci¨®n y educaci¨®n
Justo al lado del parque est¨¢ mi coche, aparcado ah¨ª desde hace no s¨¦ cu¨¢ntos d¨ªas. Por la noches, cuando hablamos por tel¨¦fono, mi padre me pregunta si bajo a ponerlo en marcha de vez en cuando y yo le miento y le digo que s¨ª. Me pregunto cu¨¢ndo volver¨¦ a cogerlo para ir al instituto. He le¨ªdo en una p¨¢gina web que casi novecientos millones de estudiantes del mundo entero est¨¢n en casa. Novecientos millones¡ ?Qui¨¦n es capaz de cuantificar esos da?os? Son da?os psicol¨®gicos, sociales, econ¨®micos, culturales e incluso morales. Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que m¨¢s me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relaci¨®n, encuentro entre iguales. M¨¢s que contenidos, necesitamos relaci¨®n y educaci¨®n. Qu¨¦ ¨²til resultar¨ªa, y no solo en esta situaci¨®n que estamos atravesando, que en la escuela se ense?ase el significado de cuidar de los dem¨¢s y las formas de llevarlo a cabo, que a veces contemplan la cercan¨ªa adem¨¢s de la distancia, a veces la asociaci¨®n adem¨¢s del aislamiento. Que se ense?ase, por ejemplo, c¨®mo funciona nuestro sistema sanitario y c¨®mo funciona el de otros muchos pa¨ªses, para que de ese modo comprendi¨¦ramos la suerte que tenemos al disponer de atenci¨®n sanitaria gratuita (en Italia siempre ha sido as¨ª) y las responsabilidades que debemos asumir para que ese derecho siga siendo gratuito para todos, especialmente los m¨¢s fr¨¢giles. ?No ser¨ªa bonito que en nuestra formaci¨®n la asignatura Educaci¨®n en Valores Sociales y C¨ªvicos fuese una materia esencial y no secundaria? S¨ª, porque sin valores sociales y c¨ªvicos, existe el riesgo ¡ªpese a tantos a?os de estudio¡ª de que nos convirtamos en adultos especializados pero incapaces de razonar sobre lo que ocurre, en profesionales muy formados pero con dificultades para codificar la complejidad de mundo y pensar en otros t¨¦rminos que no sean puramente individualistas. Quien mejor lo explic¨® fue un sacerdote, don Milani, uno de los mejores educadores italianos del siglo pasado: ?He aprendido que mi problema es el mismo que el de los dem¨¢s. Solucionarlo todo juntos es pol¨ªtica. Solucionarlo solos es avaricia?. Educarse es el mejor modo de prepararse para amar a los dem¨¢s y al mundo. Tengo ganas de volver al instituto para contar a mis chicos que la educaci¨®n tiene mucho que ver con el amor. Es m¨¢s, cuando publique mi pr¨®xima novela y mi amigo poeta me invite de nuevo a Suiza para dar una charla a sus alumnos, tengo que acordarme de dec¨ªrselo tambi¨¦n a ellos.
Marco Balzano es escritor italiano. Su ¨²ltimo libro es Me quedo aqu¨ª (Duomo). Este art¨ªculo fue publicado originalmente en Das Magazin.
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