Dar testimonio
En ¡®Diario de Wuhan¡¯, la c¨¦lebre escritora Fang Fang, de 64 a?os, documenta la vida en la ciudad china durante la cuarentena decretada por el coronavirus. La publicaci¨®n del libro, que hoy llega a las librer¨ªas espa?olas, le ha valido ser tratada de traidora por el r¨¦gimen de su pa¨ªs
El que escribe hace dos cosas: inventa f¨¢bulas o da testimonio. Hay fabuladores puros, igual que hay narradores que solo han contado aquello de lo que han sido testigos, y los hay tambi¨¦n que oscilan de una tarea a otra, o que mezclan las dos, en el gran reino ambiguo de la ficci¨®n. Tambi¨¦n hay quien al contar algo se cuenta de paso a s¨ª mismo, y quien logra borrarse por completo, el cronista que se convierte casi en una c¨¢mara de documental, el I am a camera con que comienza Christopher Isherwood su despedida de Berl¨ªn. La cr¨®nica del periodismo cl¨¢sico anglosaj¨®n convirti¨® esa impersonalidad en una forma de maestr¨ªa. Bien sabemos que hasta la mirada con m¨¢s empe?o de objetividad est¨¢ mediatizada por intereses concretos y por prejuicios o inclinaciones inconscientes, y tambi¨¦n que el yo narrador de un testigo directo puede ser un atributo necesario de veracidad. Una parte del m¨¦rito testimonial y literario de John Hersey en su Hiroshima fue desaparecer detr¨¢s de las voces de los supervivientes de la explosi¨®n de la primera bomba at¨®mica. Al fin y al cabo, Hersey no estuvo all¨ª, y por lo tanto su relato est¨¢ hecho con los testimonios de otros. Pero el valor documental, y tambi¨¦n moral, que tiene para nosotros Si esto es un hombre, depende del hecho de que Primo Levi vivi¨® en persona cada cosa que cuenta. Auschwitz era un campo inmenso, complicado como una gran f¨¢brica que tambi¨¦n fuera una gran ciudad y un met¨®dico infierno. El testimonio de una sola persona es muy limitado, pero tambi¨¦n muy representativo, y lo singular de su perspectiva es tambi¨¦n uno de los motivos de su fuerza. Son los historiadores los que se ocupan de amplios panoramas: un individuo solo, y adem¨¢s sumergido en los hechos, con frecuencia terribles, ve nada m¨¢s que una parte de lo que sucede, pero la ve con una intensidad que ninguna otra aproximaci¨®n hace posible. Yo estaba all¨ª, dice ese narrador. Lo que cuento es lo que vi.
Leg¨ªtimamente, el testigo tambi¨¦n puede ser un fabulador. Imre Kert¨¦sz estuvo tambi¨¦n en Auschwitz, pero su decisi¨®n narrativa fue opuesta a la de Primo Levi. Levi escribi¨® su testimonio nada m¨¢s salir del campo, antes de que la memoria empezara a alterar hechos que ¨¦l quer¨ªa que tuvieran un m¨¢ximo de precisi¨®n. Kert¨¦sz tard¨® a?os en hacer frente a sus recuerdos de Auschwitz, y cuando lo hizo fue convirti¨¦ndolos en una novela.
Son, desde luego, dos formas de escritura, del todo ajenas entre s¨ª, y no porque una sea de ficci¨®n y la otra se atenga a lo sucedido. Lo son porque la primera es una escritura de la inmediatez y la otra de la retrospecci¨®n. Una est¨¢ escrita en presente y la otra en pasado. El lugar de la escritura en presente es la cr¨®nica, y tambi¨¦n el diario. Est¨¢ hecha con materiales m¨¢s frescos, porque no la ha trabajado ni destilado la memoria. Con frecuencia su inmediatez linda con el descuido, y con lo inacabado: tiene algo de ese sketch que garabatea en un cuaderno un pintor, incluso de esas fotos que se hac¨ªan antes, sin la correcci¨®n autom¨¢tica de lo digital. Su falta de calidad formal las hac¨ªa m¨¢s verdaderas, atrapaba mejor lo fluido y lo incompleto de lo real, de lo que siempre es un poco confuso porque est¨¢ ocurriendo ahora mismo.
Las diferencias y las conexiones entre la cr¨®nica y el diario han sido siempre muy volubles. Justo en los d¨ªas del confinamiento he estado leyendo el Berlin Diary de William Shirer, que fue corresponsal de prensa y radio americana en Alemania, entre 1934 y 1941, y asisti¨® muy de cerca al ascenso del nazismo y a los primeros tiempos de la guerra en Europa. El diario de Shirer contiene cosas que no habr¨ªa podido publicar en una cr¨®nica, por la censura, y observaciones particulares que no habr¨ªan tenido sitio en ella. Su riqueza consiste, aparte de la excelente escritura, en que es las dos cosas al mismo tiempo, cr¨®nica y diario, con esa originalidad que surge m¨¢s que nunca cuando se trabaja en espacios formales fronterizos.
La escritura de William Shirer estaba marcada por las tecnolog¨ªas de su ¨¦poca: la m¨¢quina de escribir, el tel¨¦fono, el peri¨®dico impreso, la radio. La actitud inmemorial de testigo se adapta en cada tiempo a los medios que pueden serle m¨¢s eficaces, porque el testigo aspira a una finalidad pr¨¢ctica y urgente: llegar cuanto antes a sus destinatarios. En la ciudad de Wuhan, en China, en enero de 2020, una escritora sobre todo de ficci¨®n, Fang Fang, se encontr¨® de la noche a la ma?ana convertida en cronista inm¨®vil de lo que estaba sucediendo a su alrededor, las primeras ondas conc¨¦ntricas de un desastre que muy poco despu¨¦s iba a abarcar el mundo entero. Su escritura, por supuesto, era y ten¨ªa que hacerse en presente. Pero la tecnolog¨ªa con la que contaba a?ad¨ªa una dimensi¨®n peculiar a su diario del encierro, a la soledad forzosa de su testimonio. El diario de Fang Fang es un blog, y por lo tanto la soledad de este tipo de escritura se pierde para adquirir la dimensi¨®n de una cr¨®nica. El diario, por definici¨®n, es privado, incluso ¨ªntimo; la cr¨®nica es p¨²blica: el blog es lo uno y lo otro, y por lo tanto establece un nuevo tipo de comunicaci¨®n, que es espec¨ªfica de nuestro tiempo. La intimidad del diario se multiplica en la atenci¨®n de sus lectores. En el caso de Fang Fang, esa multiplicaci¨®n es exponencial, y sin duda afectaba a la escritura misma. No se escribe igual lo que no va a leer nadie que lo que leer¨¢n miles o millones de personas en el momento mismo en que termine de escribirse. En pulsar la tecla de publicaci¨®n se tarda lo mismo que en cerrar la tapa de un cuaderno, pero el efecto es vertiginoso.
Otros han escrito diarios bajo reg¨ªmenes dictatoriales, y han procurado esconderlos, porque les iba en ello la libertad, y en ocasiones la vida. Tambi¨¦n las dictaduras modifican sus h¨¢bitos seg¨²n cambian las tecnolog¨ªas, y a Fang Fang la polic¨ªa pol¨ªtica no tiene que instalarle micr¨®fonos ocultos en su casa, ni que robarle sus cuadernos y sus manuscritos: la censura en Internet es mucho m¨¢s efectiva, de modo que esta mujer valerosa nunca sabe si la entrada que acaba de subir a la plataforma va a publicarse, o si va a desaparecer sin rastro en el ciberespacio. Tambi¨¦n las formas de acoso al disidente, al que se atreve a levantar la voz, el que se se?ala, las han perfeccionado esas nuevas tecnolog¨ªas que seg¨²n sus primeros promotores iban a ser instrumentos de libertad y felicidad universal. A Fang Fang no le tiran piedras contra la ventana, ni le dejan an¨®nimos en el buz¨®n, ni le dan la espalda por la calle, porque ahora hay agresiones gregarias mucho m¨¢s efectivas. En un r¨¦gimen en el que todo el mundo obedece y en el que la ¨²nica realidad aceptable es la que dictan los medios oficiales, la labor del testigo es peligrosa y heroica. A Fang Fang, por su manera de escribir y de contar las cosas, se le ve que no es una persona aprensiva, ni tampoco temeraria, pero seg¨²n avanza el diario vamos descubriendo la escala de los ataques que sufre, las furias ideol¨®gicas y patri¨®ticas que desata su simple decisi¨®n de contar lo que ve. Escribe de una manera tan natural que un lector occidental puede no darse cuenta del coraje que hace falta para decir lo que ella dice y del peligro que corre al hacerlo: ¡°Yo soy una escritora individual y solo tengo mi propia perspectiva de las cosas. Solo puedo observar y percibir algunas realidades fragmentadas y personas concretas a mi alrededor. Me limito a registrar los peque?os detalles¡±.
Nada m¨¢s y nada menos. Esta ¨¦poca est¨¢ desatando grandes teorizaciones, tempestuosas vaguedades de fil¨®sofos impacientes por llamar la atenci¨®n. Fang Fang prefiere atenerse a lo inmediato, con una modestia en la que hay mucho de declaraci¨®n de principios: ¡°No ofrezco respuestas. Me limito a recoger lo que veo¡±.
Es en esa afirmaci¨®n de lo concreto donde est¨¢ su fuerza, y su peligro. El poder pol¨ªtico y la propaganda se empe?an en envolver los hechos en telones decorativos, en proyecciones embusteras de realidad virtual, con el objetivo prioritario de fortalecer su despotismo y sus privilegios y esconder su incompetencia, su corrupci¨®n, sus errores y descuidos criminales. El testigo cuenta lo que ve, lo que le transmiten otros testigos igual de comprometidos, lo que revelan peque?os detalles delatores. Ante el tribunal inevitable del porvenir el testimonio del que vio las cosas mientras suced¨ªan es una prueba de la acusaci¨®n. Esa mujer sola encerrada en su casa ha visto y escuchado tanto, y ha llegado a tanta gente, que su fragilidad personal se ha transformado en una inmensa fortaleza, y su relato en un esc¨¢ndalo. Para eso sirve algo tan simple y tan antiguo como contar lo que uno ve.
Dar testimonio es el pr¨®logo de Antonio Mu?oz Molina a?Diario de Wuhan. Sesenta d¨ªas de una ciudad en cuarentena. Fang Fang. Traducci¨®n de Cheng L. Ning, Aurora Echevarr¨ªa y Lorenzo Luengo. Seix Barral, 2020
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