Clasificando el mundo
Las listas ense?an mucho sobre el tiempo en que se hacen y sobre quienes las elaboran
1. Pel¨ªculas
Siempre me han gustado las listas. Antes de que el a?orado Umberto Eco, uno de los m¨¢s renovadores intelectuales p¨²blicos del periodo entre milenios, me proporcionara (en El v¨¦rtigo de las listas; Lumen, 2009) argumentos hist¨®rico-sociol¨®gicos e iconogr¨¢ficos para sustentar esa querencia, las listas han formado parte de mi educaci¨®n: desde el ¡°cat¨¢logo¡± de las naves aqueas de la Il¨ªada (canto II) o el elenco de descendientes de No¨¦ (G¨¦nesis: 10) hasta la n¨®mina de personajes de La comedia humana o las navide?as propuestas de ¡°los mejores libros del a?o¡±, las listas siempre me han ense?ado ¡ªy mucho¡ª sobre el tiempo en que se hacen y sobre quienes las elaboran. Algunos las desprecian precisamente por eso, por su nada fiable temporalidad y por su apestoso subjetivismo, olvidando precisamente que su valor reside en lo que nos dicen sobre el Zeitgeist en que fueron concebidas. Poni¨¦ndome estupendo podr¨ªa afirmar que, si las tomamos en conjunto, la reuni¨®n de todas las listas que en el mundo han sido (desde las enumeraciones din¨¢sticas de las tablillas sumerias hasta los ingredientes de una receta de Argui?ano, pasando por los Diez Mandamientos o la nunca acabada n¨®mina de asesinados en las cunetas espa?olas durante la Guerra Civil y su largu¨ªsima cuarentena) es un intento fracasado de poner l¨ªmites al infinito, de competir con Dios, de decirle a la cara ¡°s¨ª se puede¡±.
Por supuesto, las listas no tienen la misma jerarqu¨ªa ni el mismo valor. Y, sobre todo, son ef¨ªmeras y, lo que a¨²n resulta m¨¢s interesante, acusadoramente generacionales: me sorprende enterarme de los libros mal¨ªsimos que gustaron a algunos grandes escritores que admiro o, por centrarme en lo que hoy me importa, ?se acuerdan de cuando El acorazado Potemkin (Eisenstein, 1925) o Ciudadano Kane (Welles, 1941) encabezaban obligadamente la relaci¨®n de las mejores pel¨ªculas de la historia elaborada por prestigiosos cr¨ªticos e historiadores del cine? Esa pasi¨®n por las listas es lo que me ha llevado a adquirir una revista de cine que me promet¨ªa a gritos desde su portada la n¨®mina de ¡°las 300 mejores pel¨ªculas de la historia¡±. Examin¨¢ndola cuidadosamente volv¨ª a tener esa sensaci¨®n ¡ªahora deprimente¡ª de temporalidad (de que todo ¡ªtambi¨¦n yo¡ª tiene los d¨ªas contados), agravada por el hecho de que muchas de las pel¨ªculas ¡°nominadas¡± han sido programadas en las ¨²ltimas semanas en distintos canales o plataformas: temporalidad sobre temporalidad (incluyendo la obligada cuota de g¨¦nero). Los cr¨ªticos convocados en esta ocasi¨®n decidieron que el n¨²mero uno del palmar¨¦s ¡ªla mejor peli de la historia¡ª se lo lleve Pulp Fiction (Tarantino, 1994); a la mayor¨ªa de los cin¨¦filos de mi generaci¨®n quiz¨¢s les chirr¨ªe m¨¢s que Mulholland Drive (Lynch, 2001) aparezca antes que Psicosis (Hitchcock, 1960); o que Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003) est¨¦ por delante de, por ejemplo, Al final de la escapada (Godard, 1960), Cuentos de Tokio (Ozu, 1953) o Annie Hall (Woody Allen, 1972); o que los cr¨ªticos que votaron tengan m¨¢s aprecio a El guateque (Edwards, 1968) que a El manantial de la doncella (Bergman, 1960), El piano (Campion, 1993) o Cautivos del mal (Minnelli, 1952).
Ya ven, todos envejecemos, salvo, quiz¨¢s, el cine, que siempre acaba encontrando su p¨²blico. A prop¨®sito de Woody Allen, citado m¨¢s arriba, y de su transformaci¨®n medi¨¢tica de ser el respetable Dr. Jekyll al aborrecible Mister Hyde, les recomiendo, como complemento eficaz a su autobiograf¨ªa A prop¨®sito de nada (Alianza), el provocador ensayo de Edu Gal¨¢n (s¨ª, el de Mongolia) El s¨ªndrome Woody Allen (Debate). Y no dejen de ir al cine, porfa.
2. Pelas, tela, lana
El adulterio y el dinero son dos de los grandes temas sobre los que gravita la gran novela realista del siglo XIX, la del apogeo de la burgues¨ªa. De esos dos asuntos, el primero se ha quedado un poco obsoleto: quien m¨¢s quien menos, hoy casi todo el mundo se la pega o se la ha pegado a su pareja; el adulterio ha perdido su pecaminoso nombre, que ya no se escucha salvo desde los p¨²lpitos m¨¢s rancios y cuando se cita la primera carta a los Corintios. Eugenia Grandet, Grandeza y decadencia de C¨¦sar Birotteau o Las ilusiones perdidas, que adem¨¢s trata del comercio del libro, son algunas de las obras maestras de Balzac en las que el dinero cobra particular importancia. Y lo mismo en Gald¨®s (Lo prohibido), en Flaubert (Madame Bovary es puro sexo y dinero) o, claro, en Zola (El dinero). Un asunto que, al contrario que el adulterio, sigue vivo en la novela m¨¢s actual: esperen para comprobarlo a la pr¨®xima publicaci¨®n de Las maravillas (Anagrama), primera ?novela de Elena Medel, una historia de mujeres en la que el dinero, y sobre todo su carencia, impregna toda la narraci¨®n. Mientras tanto les recomiendo Literatura y dinero, un estupendo y muy breve ensayo de ?mile Zola, que acaba de publicar en Trama el polifac¨¦tico Manuel Ortu?o con un pr¨®logo muy suyo de Constantino B¨¦rtolo en el que se nos recuerda, entre otros marxismos muy pertinentes, que el escritor, al contrario que la mayor¨ªa de trabajadores, no vende directamente su fuerza de trabajo, sino su producto: sus textos.
3. Confidencia
Miren: ll¨¢menme derrotista, pero me acongoja nuestra ¡°situaci¨®n¡± (ya estamos cerca del medio mill¨®n de contagios en Espa?a) y lo que dura. Ni siquiera me consuela leer el poema ¡®Chau pesimismo¡¯ de Mario Benedetti (en la Antolog¨ªa po¨¦tica seleccionada por Joan Manuel Serrat; Alfaguara) en el que dice adi¨®s a ese estado: ¡°Claro que voy a despedirte / no s¨¦ por qu¨¦ no lo hice antes / ser¨¢ porque ten¨¦s tu propio m¨¦todo / de hacerte necesario / y a uno lo deja triste tu tristeza / amargo tu amargura / alarmista tu alarma¡±. Ah¨ª me duele.
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