Tampoco yo soy feliz, Messi
El descontento podr¨ªa tratarse de una especie de rasgo ¨ªntimo del car¨¢cter
1. Viajes
Leo, admirable Leo (perm¨ªteme que te tutee), que no eres feliz en el Bar?a, que quieres irte, que tu tiempo ah¨ª, en el club que es molt m¨¦s que un club, y al que tanto lustre y esplendor has devuelto, ya habr¨ªa acabado. Y leo, Leo, m¨¢s tarde, que bueno, que vas a seguir ¡ªqu¨¦ remedio¡ª, que pelillos a la mar durante un a?o m¨¢s, y que luego, adi¨®s, ah¨ª os qued¨¢is, cul¨¦s, que yo me voy de rositas a otros clubes donde me bailen mejor el agua. T¨² ver¨¢s lo que haces, Leo, que ya eres mayorcito, pero, incluso para un lego en el balompi¨¦ y sus redondas liturgias como yo, es evidente que vas a tener que poner mucha tensi¨®n en tu juego, que te expones gravemente a que cualquier fallo o derrota de tu equipo te sea atribuido por hinchas descontentos y (probablemente) rabiosos que no distinguir¨¢n, en su loca ira, entre los aqueos y su ganado, como le sucede a ?yax en la tragedia de S¨®focles. A partir de ahora, adem¨¢s de persignarte y mirar al cielo cada vez que cuelas el esf¨¦rico, te aconsejo que lleves siempre contigo, como hace mi admirada Tamara Falc¨®, un ¡°vaporizador peque?ito de agua bendita¡± para alejar malos rollos de quienes, a cuenta del pasado desplante, no te perdonar¨¢n ni error, ni desfallecimiento, ni queja. Por lo dem¨¢s, esta carta sin sello es para solidarizarme contigo: tampoco yo soy feliz, que lo sepas. Y me temo que, en ambos casos, lo de menos es d¨®nde est¨¦s, ni lo que hagas: el descontento podr¨ªa tratarse de una especie de rasgo ¨ªntimo del car¨¢cter, que siempre est¨¢ latente y que reaparece de vez en cuando, como los guerreros completamente armados que brotaron de los dientes del drag¨®n que sembr¨® Cadmo por orden de Atenea, y que inspiraron a Ray Harryhausen, el rey de los efectos especiales, la c¨¦lebre escena de los esqueletos combatientes en Jas¨®n y los argonautas (Don ?Chaffey, 1963). Y te aconsejo que, aunque solo sea para aliviar la espera de tu liberaci¨®n, leas, Leo, sobre viajes: alivia el muermo e invita a so?ar. Ah¨ª tienes, para abrir boca, el volumen Viajeros (Alba; 900 p¨¢ginas), que contiene algunos de los mejores cuentos viajeros (edici¨®n de Marta Sal¨ªs) de los ¨²ltimos cuatro siglos (la mayor¨ªa, claro, en derecho p¨²blico). Yo tambi¨¦n, como el poeta de La tierra bald¨ªa, leo mucho por las noches y en invierno viajar¨¦ al sur: aunque sea a ese ¨¢mbito, entonces tan cutre y sociol¨®gicamente tan lejano, como el que recorri¨® Juan Mars¨¦ (Sevilla, C¨¢diz, M¨¢laga) a principios de los sesenta, y del que dej¨® elocuente testimonio en Viaje al sur (Lumen; estupenda edici¨®n de Andreu Jaume), ilustrado con las fotos tambi¨¦n elocuent¨ªsimas del fot¨®grafo Albert Ripoll Guspi.
2. Esp¨ªas
Leones muertos (Salamandra; originalmente publicada en 2013) es la segunda entrega de la serie protagonizada por los abigarrados esp¨ªas fracasados a los que el MI5 ha desterrado, para que purguen sus errores, a la Casa de la Ci¨¦naga, un mugriento edificio de tres plantas perdido en Aldersgate, muy cerca del Barbican. A esos ¡°caballos lentos¡± (que daban t¨ªtulo a la primera entrega) se les encargan habitualmente trabajos burocr¨¢ticos, aunque de vez en cuando les cae alguno con el que podr¨ªan redimirse. En esta ocasi¨®n, se trata, para empezar, de la aparici¨®n fantasmal de un esp¨ªa sovi¨¦tico de la guerra fr¨ªa y del asesinato de un veterano agente del MI5. Mick Herron sabe contar, con abundantes dosis de iron¨ªa y buen ritmo, no solo el marco de la historia, sino tambi¨¦n las vidas atormentadas de una tropa de esp¨ªas a los que nos presenta, a modo de dramatis personae, por medio de un gato que va entrando en sus despachos. Bueno, la verdad es que Herron no es Le Carr¨¦, y sus esp¨ªas no tienen mucho que ver con Smiley ¡ªalguno puede resultar m¨¢s cercano a Villarejo (del que, por cierto, La Tienda del Esp¨ªa vende un kit de luxe, con carpeta, gafas y todo por 705 euros)¡ª, pero su lectura me ha proporcionado buenos ratos intermitentes. Dos pegas: a veces resulta pesada la acumulaci¨®n de frases ingeniosas, del tipo ¡°Kyril tambi¨¦n se rio, emitiendo un ruido como el que har¨ªa una bolsa de canicas¡±, que parecen extra¨ªdas de un cuaderno de ocurrencias para uso futuro; la otra, m¨¢s grave, es que la serie de La casa de la ci¨¦naga est¨¢ compuesta, hasta ahora, por otras ocho novelas de variada extensi¨®n. Y, con sinceridad, no creo que me ponga a esperar con impaciencia que se publique en castellano la siguiente.
3. ¡®Annus horribilis¡¯
Michael McCormick, un medievalista atra¨ªdo por las cat¨¢strofes, ha decidido que el a?o 536 fue el peor de la historia para estar vivo. Su decisi¨®n se basaba en que la erupci¨®n de un volc¨¢n island¨¦s sumi¨® a buena parte del mundo en la oscuridad, el fr¨ªo y el hambre, inaugurando una d¨¦cada terrible. Espero que ¡ªcon todo lo que est¨¢ pasando en este pobre planeta¡ª 2020 no le haga sombra, pero recon¨®zcanme que, al menos para el mundo del libro, las cosas no pintan bien. Cada d¨ªa se suspende una feria importante (Fr¨¢ncfort ha sido la ¨²ltima en virtualizarse) y, salvo los libros de texto de segunda mano, el comercio del libro no est¨¢ para echar cohetes. Y es ahora, contraviniendo los consejos ignacianos (¡°en tiempo de desolaci¨®n no hacer mudanza¡±), cuando la Federaci¨®n de Gremios de Editores decide mudarse hasta que terminen la reforma de su sede de la calle de Cea Berm¨²dez, que ya necesitaba un apa?o. Y ?saben d¨®nde se alojar¨¢n provisionalmente? Pues en el edificio de los jesuitas de la calle de Maldonado, desde donde Carrero Blanco ¡ªun hombre todo ternura¡ª subi¨® al cielo en 1973. Qu¨¦ cosas.
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