La memoria filmada por un n¨¢ufrago
El director Oskar Alegr¨ªa estrena 'Zumiriki', diario f¨ªlmico de su estancia en una peque?a caba?a perdida en el bosque de su infancia, con el que rinde homenaje a los ¨²ltimos pastores y a las palabras perdidas
Entre el poema y el diario de navegaci¨®n, entre la arcadia de la vuelta a la naturaleza y la prosaica realidad de un reality de supervivencia, entre el olvido y la memoria, el cineasta Oskar Alegr¨ªa (Pamplona, 1973) convierte su ¨²ltimo filme, Zumiriki, en un milagro contra el paso del tiempo. Como un n¨¢ufrago en una isla de recuerdos, Alegr¨ªa convoca desde el bosque de su infancia a los ¨¢rboles, a los animales, a los ¨²ltimos pastores y a las palabras perdidas. El t¨ªtulo hace referencia a una de ellas, anotada por su padre en un diccionario de vocablos vascos condenados a extinguirse. Significa una isla en medio de un r¨ªo y es el principio de esta gesta llena de amor, humor y conocimiento del lenguaje cinematogr¨¢fico. Todo con el ¨²nico fin de conquistar un peque?o islote de memoria sumergida.
Zumiriki, tercer largometraje de Alegr¨ªa, se present¨® en la Mostra de Venecia de 2019, gan¨® el premio a la mejor pel¨ªcula de la secci¨®n Nuevas Olas del Festival de Sevilla y ahora se estrena en la Cineteca de Madrid, donde se proyectar¨¢ hasta el 1 de octubre junto a otra pel¨ªcula del director, La casa Emak Bakia (2012), celebrado filme sobre el lugar en la costa vascofrancesa en el que Man Ray rod¨® en 1926 el corto surrealista del mismo t¨ªtulo. Esta vez, Alegr¨ªa es el personaje principal de su propia pel¨ªcula y el asunto de fondo tiene algo de acci¨®n art¨ªstica o de performance. El cineasta se encerr¨® durante varios meses en el bosque dentro de una peque?a construcci¨®n de madera camuflada entre ramas y pintada por dentro de color ¡°ceniza japonesa¡±. Una caja negra que simboliza los or¨ªgenes de la fotograf¨ªa y del cine, la magia de un artefacto capaz de resucitar a los muertos. En su interior, el minimalismo extremo reduce todo a una silla antigua arreglada con sus propias manos, un reloj detenido para siempre a las 11 horas, 36 minutos y 23 segundos, que encontr¨® en una vieja casa familiar, y unas piedras del r¨ªo pintadas con una raya blanca para marcar el paso de los d¨ªas. Fuera de la caba?a, toda la exuberancia del paisaje de Gorriza, en Navarra. Y, en todas partes, las c¨¢maras de v¨ªdeo con las que d¨ªa y noche grab¨® lo que all¨ª ocurr¨ªa y que, al modo de un Herzog pastoril, le ayudaron a perseguir su propia entelequia: una vaca fugitiva que un d¨ªa se libr¨® del matadero para no volver nunca a ning¨²n reba?o.
Adem¨¢s de los hallazgos del material rodado durante semanas en el bosque, de las lecturas, de las inquietantes presencias nocturnas, de las pel¨ªculas en S¨²per 8 de su padre, del r¨ªo y de las reflexiones a su orilla, hay que sumarle al menos dos prodigios. Uno tiene que ver con uno de los primeros filmes en euskera. Una pel¨ªcula de 1947 que estuvo durante a?os desaparecida, que finalmente se recuper¨®, pero sin sonido, y que?Zumiriki revive con la misma estremecedora belleza que recoge el ¨²ltimo sue?o de los ¨²ltimos pastores del Pirineo vasco, hombres octogenarios cuya mera presencia convierte a esta pel¨ªcula en una obra impagable. Alegr¨ªa los acompa?¨® en su noche de despedida. Un ¨²ltimo sue?o en el monte que el inquieto cineasta interrumpi¨® con su c¨¢mara para hacerles una sola pregunta. Ancianos con voces de otro tiempo que recuerdan el abrazo de una madre y sus canciones (¡°yo la quer¨ªa much¨ªsimo y ella a m¨ª¡±, dice a oscuras un pastor), que se preguntan por qu¨¦ hay tantas estrellas en el cielo, que hablan del color de la muerte o que describen la visi¨®n del monte cubierto por un manto blanco de nieve y silencio, donde solo queda la niebla, pero ni rastro del perro, del reba?o o de ellos mismos.
Pero no es solo lo que Oskar Alegr¨ªa evoca, es c¨®mo lo evoca. Es el conocimiento del cine lo que le permite la osad¨ªa y grandeza de su experimento. Hay trucos, pero nunca trampas, y por eso la pel¨ªcula fluye de principio a fin sorprendiendo en cada nueva secuencia o episodio. Citando a Tolstoi, el cineasta afirma que quien pinta su aldea pinta el mundo. Y lo que ¨¦l pinta, desde la orilla de los vivos, es esa isla-infancia que la presa aneg¨® y conden¨® al olvido. Met¨¢fora del poder del cine y la memoria, de la fantas¨ªa contra la muerte, y de todas las infancias.
Zumiriki (2019). Oskar Alegr¨ªa. Se estrena el viernes 25 en Cineteca (Madrid), donde podr¨¢ verse hasta el 1 de octubre. La misma sala proyectar¨¢ La casa Emak Bakia (2012), tambi¨¦n dirigida por Alegr¨ªa, hasta el 4 de octubre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.