El n¨¢ufrago que so?aba volver a su isla
Oskar Alegria pas¨® cuatro meses camuflado y solo en la orilla de un r¨ªo navarro. All¨ª grab¨® la pel¨ªcula Zumiriki, que en septiembre se estrenar¨¢ en el Festival de Venecia.
OSKAR ALEGRIA ten¨ªa un zumiriki: un islote en mitad del r¨ªo Arga, un territorio de 100 metros por 25 al que pasaba con el agua hasta las rodillas cuando era un cr¨ªo para subirse a los ¨¢rboles y reinar un par de horas entre las ramas. En 2010 el islote desapareci¨® bajo las aguas, cuando construyeron una presa, pero todav¨ªa emergen los troncos de siete ¨¢lamos, con sus ramas como brazos de un ahogado que a¨²n pide auxilio. (?Siete? Ya cinco. Dos cayeron mientras Alegria rodaba la pel¨ªcu?la). La palabra zumiriki tambi¨¦n iba a desaparecer, pero Jes¨²s Alegria, el padre de Oskar, la mecanografi¨® en su modesto diccionario de palabras del pueblo de Artazu, con otros t¨¦rminos ya casi extinguidos como kurriskil (¡°peque?o corral de corderos reci¨¦n nacidos¡±), kukurruku (¡°amapola¡±) o peloa (¡°enfriamiento de la ubre de la vaca¡±). Zumiriki (¡°isla en medio del r¨ªo¡±) era la ¨²ltima de la lista.
Alegria, pamplon¨¦s de 46 a?os, es experto en el rescate de ¨²ltimas palabras, ¨²ltimas historias, ¨²ltimos paisajes. En su anterior largometraje, La casa Emak Bakia, que recibi¨® 17 premios en festivales internacionales, busc¨® la villa de la costa vasca donde Man Ray rod¨® su cortometraje Emak bakia, una expresi¨®n en desuso para decir ¡°d¨¦jame en paz¡±. Esta vez mont¨® una caba?a en la orilla boscosa del Arga para vivir cuatro meses en soledad absoluta, entre mayo y agosto de 2018. Se llev¨® agua embotellada, conservas, mucho chocolate, dos gallinas, semillas para cultivar un huerto, un botiqu¨ªn, 70 libros y 5 c¨¢maras para capturar a los fantasmas del bosque. Con una regla: no salir de all¨ª hasta el final del rodaje. ¡°La sensaci¨®n m¨¢s hermosa me lleg¨® al tercer mes¡±, dice.
¡°Una sensaci¨®n ligera, muy leve, de ser el ¨²nico habitante del mundo. Llevaba tres meses controlando cada rama, cada ave del r¨ªo, cada nueva defecaci¨®n en el bosque, cada cambio min¨²sculo en los rincones a los que yo mismo hab¨ªa puesto nombre. Era como hacer el g¨¦nesis. Un d¨ªa me dedicaba a las ranas, otro al viento, otro a la luz del amanecer¡±. Si hubiera salido un solo d¨ªa, si hubiera vuelto al coche o al champ¨², algunos protagonistas no habr¨ªan aceptado participar en la pel¨ªcula: ¡°La gineta ven¨ªa a mi caba?a porque yo ten¨ªa el olor del agua y la tierra. En el tercer mes yo ya era puro bosque¡±.
Zumiriki recoge el diario de un n¨¢ufrago, la vida nocturna de los animales, la muerte progresiva de los ¨¢rboles, un ensayo sobre el tiempo, la b¨²squeda de las huellas de Francisco Albistur ¡ªun hombre que pas¨® 40 a?os viviendo solo en esta orilla, caminando con un zorro domesticado a sus pies¡ª. Y al fin, la reconquista de la isla. Alegria se lanza a una navegaci¨®n de 120 metros ¡ª¡°no es la gesta, es el gesto¡±¡ª para colgar un poema entre los ¨¢rboles de su infancia y marcharse para siempre.
?Para qu¨¦ sirve registrar islas, ¨¢rboles y voces que van a desaparecer? ¡°Al menos¡±, dice Alegria, ¡°para robarle la ¨²ltima palabra a la muerte. Te vas a llevar mi diccionario, pero yo me quedo con la ¨²ltima palabra. Es el asidero que me permite decir: ¡®Mi mundo todav¨ªa est¨¢ aqu¨ª¡±. En julio de 2018, la palabra zumiriki aparec¨ªa cinco veces en Internet. En julio de 2019, tras la selecci¨®n de la pel¨ªcula para el Festival de Venecia, ya pasaba de 6.000. Oskar Alegria ha salvado el zumiriki.
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