Viva el cine que no se entiende
?Por qu¨¦ la literatura puede jugar con forma y fondo pero el cine debe seguir ligado a los esquemas cl¨¢sicos? Pel¨ªculas cr¨ªpticas como 'Tenet' y 'Estoy pensando en dejarlo' revelan hasta qu¨¦ punto el espectador est¨¢ acomodado sin saberlo
Iain Reid es escritor. Naci¨® en Canad¨¢ hace 40 a?os. Hace cuatro public¨® una novela, su primera novela. Instant¨¢neamente se convirti¨® en un ¨¦xito internacional. Era una novela dif¨ªcil, que parec¨ªa avanzar en c¨ªrculos sin ir a ninguna parte. Pero eso no impidi¨® que fuese un ¨¦xito internacional. Nadie escribi¨® un art¨ªculo sobre de qu¨¦ manera pod¨ªa interpretarse la historia de Jake y Lucy, la pareja que conduce hasta la casa de los padres de ¨¦l, en mitad de una horrenda nevada, teniendo una conversaci¨®n de alt¨ªsimo nivel intelectual, mientras ella piensa en dejarlo. S¨ª, la novela de Reid es lo que hay detr¨¢s de lo ¨²ltimo del siempre controvertido, por escurridizo, Charlie Kaufman. Su pel¨ªcula Estoy pensando en dejarlo provoca, junto al Tenet de Christopher Nolan, y tal vez en breve la reciente ganadora de la Concha de Oro en San Sebasti¨¢n, Beginning, el ataque del espectador acomodado que ni siquiera es consciente de que lo es.
Es decir, el lector hace tiempo, se podr¨ªa decir que desde el inicio mismo de la novela como novela ¨Cpuesto que su inventor definitivo, Miguel de Cervantes, la quiso revoltosa, divertida, reflexiva, mu?eca rusa de casi infinitas posibilidades¨C es consciente de ser o no un lector acomodado, y el cr¨ªtico, tambi¨¦n. Y eso es as¨ª porque la narrativa escrita tiene siglos de historia. Hubo antes de ella, una narrativa no escrita que ya curti¨® la historia convencional ¨Cel cl¨¢sico planteamiento, nudo y desenlace¨C: las palabras se las llevaba el viento y como mucho se utilizaba el verso para hacer del conjunto algo f¨¢cilmente recordable. Pero con el papel escrito, y sobre todo, con la invenci¨®n de la imprenta, y la aparici¨®n del mercado, el arte escrito se expandi¨® y empez¨® a jugar con la convenci¨®n. Y hubo reticencia al principio ¨C?o no aborreci¨® Virginia Woolf el Ulises de Joyce?¨C pero, ?la hay hoy?
El a?o 1974, Thomas Pynchon gan¨® el National Book Award por El arco¨ªris de la gravedad, pero no el Pulitzer, porque su jurado consider¨® que era una novela fallida, ¡°ilegible, sobrescrita y obscena¡±. Hoy, es uno de los cl¨¢sicos de la literatura posmoderna norteamericana. Bien, la incomprensi¨®n, en la literatura ha estado tambi¨¦n siempre ah¨ª, pero se dir¨ªa que el lector es consciente que en el, por fortuna, amplio mercado editorial ¨Cque no deja sino de crecer, y en todas direcciones, la atomizaci¨®n es imparable y necesaria para su mala salud de hierro¨C puede elegir un camino u otro, y se aparta de aquello que sabe que no va a darle lo que espera, pero ?ocurre as¨ª en el cine? ?Por qu¨¦ no hay art¨ªculos sobre lo complejo de la trama de la novela Estoy pensando en dejarlo (por cierto, reci¨¦n publicada en espa?ol por AdN) y s¨ª sobre lo aburrida y tediosa que resulta cinematogr¨¢ficamente? ?Por qu¨¦ si no entendemos Tenet no disfrutamos vi¨¦ndola?
No debe generalizarse nunca. Por supuesto, hay quienes disfrutan todo el tiempo. Se disfruta de los cr¨ªpticos lienzos en movimiento de David Lynch, o de las casi instalaciones art¨ªsticas audiovisuales de Nicolas Winding Refn ¨Cpor m¨¢s que se le dispare desde todos los frentes porque lo que hace resulta incomprensible, cuando es perfectamente comprensible en un nivel que nada tiene que ver con lo convencional¨C. Tambi¨¦n de los rompecabezas f¨ªsico-te¨®ricos de Christopher Nolan porque algo no tiene por qu¨¦ ser comprensible para disfrutarse. Como admitir¨ªa cualquier neur¨®logo, el cerebro se divierte cuando aprende, y aprende siempre que se expone a algo que no ha experimentado antes. ?Qu¨¦ papel juega la voluntad, o la costumbre, en ese aprendizaje? Se dir¨ªa que uno enorme, y a¨²n r¨ªgido. Si solo una de cada 100 pel¨ªculas trata de romper el esquema narrativo, ?no es l¨®gico el planteamiento de que no tiene sentido?
¡°Una pel¨ªcula, o una serie de televisi¨®n, es lo m¨¢s parecido a un truco de magia¡±, dijo en una ocasi¨®n David Lynch, ¡°y los magos¡±, a?adi¨®, ¡°nunca deben explicar sus trucos¡±. Invita Lynch al espectador as¨ª a dejarse llevar por lo que sea que est¨¢ viendo, olvidando las expectativas. Las expectativas son el verdadero enemigo del cine entendido sobre todo como gesto art¨ªstico, retablo en movimiento, rotura de toda convenci¨®n. En una pel¨ªcula de notas al pie y fluir metanarrativo como Lo que esconde Silver Lake, por ejemplo, el espectador debe sumergirse como lo har¨ªa en una novela de David Foster Wallace. Es decir, debe dejarse abrumar y despistar, debe desear disfrutar de las microescenas de un macropuzzle no necesariamente hilvanado. Nunca presuponer que, pase lo que pase, habr¨¢ un planteamiento, un nudo y un desenlace. Porque, ?no estar¨ªa entonces el espectador ignorando que el cine puede y debe ser algo m¨¢s que una experiencia mainstream como la que proponen los best sellers literarios?
Si solo una de cada centenar de pel¨ªculas que se ve trata de romper el esquema narrativo, ?no es l¨®gico que se piense que no tiene sentido?
Puede que hace medio siglo, los a?os que hace que existe 2001: Una Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick (un ejercicio de ampliaci¨®n del campo de batalla cinematogr¨¢fico sin igual hasta entonces), el debate en torno al sentido del cine incomprensible no existiese en tanto que debate porque tampoco exist¨ªan las redes, ni la infinidad de voces disonantes de los espectadores acomodados, que a veces est¨¢n curtidos pero son igualmente r¨ªgidos. Ni los cr¨ªticos de cine est¨¢n a salvo de la maldici¨®n de las expectativas. En la actualidad se arriesga m¨¢s porque, m¨¢s all¨¢ de la existencia de las redes, cada vez cuesta menos hacer cine, o hay m¨¢s dinero en el sector ¨Cante la burbuja del streaming¨C. Despu¨¦s de todo, el mercado est¨¢ tan atomizado que, ?no existir¨¢ ya un mercado para el experimento audiovisual, o la obra, sin m¨¢s?
En cualquier caso, la existencia de algo incomprensible para el espectador es siempre, aunque no lo parezca, una buena noticia para el cine. Quiere decir, por un lado, que este tipo de cine ha dejado de depender del mercado de la manera en que lo hac¨ªa ¨Cofreciendo concesiones, amold¨¢ndose a lo establecido¨C, y, por lo tanto, puede lanzarse a explorar y ampliar l¨ªmites sin miedo. Por otro, que est¨¢ en camino o ya existe, como ocurri¨® en el caso de la literatura, un espectador lo suficientemente maduro como para aceptar que el cine no es solo historia, es tambi¨¦n, y lo ha sido siempre, disparo a la yugular, laberinto, experiencia est¨¦tica, arte abstracto. Una historia que nadie ha construido, que el espectador, como las historias que nos aguardan en los museos de todo el mundo, debe aprender a construir por s¨ª mismo, o simplemente, permitirse perderse en ella porque ella es tambi¨¦n un mont¨®n de espejos en los que reflejarse.
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