?Una genialidad o la pel¨ªcula m¨¢s gafapasta de la historia? 'Estoy pensando en dejarlo' no deja indiferente
Para unos, lo nuevo de Charlie Kaufman es el mejor largometraje que ha estrenado Netflix. Para otros, no es m¨¢s que un cinta terriblemente pedante creada por un tipo de aquellos que se r¨ªen de sus propios chistes
?Un genio? ?Un innovador radical? ?Un impostor? ?Un pedante insufrible? Llevamos 21 a?os conviviendo con Charlie Kaufman, desde que firm¨® el guion de C¨®mo ser John Malkovich, y seguimos sin tener muy claro qu¨¦ etiqueta asignarle. Tal vez porque se trata de un talento escurridizo, poli¨¦drico, de los que se resisten a ser etiquetados.
Si no hubi¨¦semos trivializado hasta el rid¨ªculo la palabra genio, dir¨ªamos que hay algo de genial, o al menos de brillante y de genuino, en los guiones de El ladr¨®n de orqu¨ªdeas y Olv¨ªdate de m¨ª, y resulta dif¨ªcil discutirle a su debut como director,?Synecdoche, New York (2008) la condici¨®n de pel¨ªcula rupturista, radicalmente innovadora. En cuanto a la impostura y la pedanter¨ªa, a Kaufman se le asoci¨® durante a?os con una moda ef¨ªmera, la comedia exc¨¦ntrica (culta y desquiciada) del cambio de siglo, en la que militaron tambi¨¦n David O. Russell, Spike Jonze o Michel Gondry, cineastas encumbrados en su d¨ªa y hoy de prestigio menguante, culpables (seg¨²n sus detractores, que ahora mismo son legi¨®n) de haberle inoculado al cine de Hollywood una dosis sopor¨ªfera de exquisitez y de ¨ªnfulas neoyorquinas. Si Kaufman incurri¨® por entonces en una cierta pedanter¨ªa, debi¨® ser por contagio o por osmosis. Pero hoy sabemos que la excentricidad nunca fue para ¨¦l una moda ni un recurso, sino m¨¢s bien un instinto, una vocaci¨®n vital. Una manera de ser y de estar en el mundo.
Hoy sabemos que la excentricidad nunca fue para Charlie Kaufman una moda ni un recurso, sino m¨¢s bien un instinto, una vocaci¨®n vital. Una manera de ser y de estar en el mundo
La pel¨ªcula m¨¢s extra?a, desconcertante y f¨¦rtil de este 2020 (casi) hu¨¦rfano de cine lleva la firma de Charlie Kaufman y es una exclusiva de Netflix. Se estren¨® en la plataforma digital el pasado 4 de septiembre. Apenas una semana m¨¢s tarde, no aparece ya entre los contenidos m¨¢s populares. Se mantuvo a flote muy pocos d¨ªas. Ahora est¨¢ sepultada en un oc¨¦ano de comedias de instituto, culebrones pol¨ªglotos, dramas policiales de v¨ªa estrecha, historias de ni?eras homicidas, karatekas jubilados y prostitutas con buen coraz¨®n.
A Kaufman hay que reconocerle que en esta, la tercera pel¨ªcula que dirige, no ha hecho ning¨²n tipo de concesiones para adaptarse al entorno Netflix. Encontr¨® un nuevo mecenas, una nueva galer¨ªa global en que exhibir su arte, y le ha vendido un Charlie Kaufman aut¨¦ntico, con su sello de autor bien impreso en la solapa, no un suced¨¢neo ni un facs¨ªmil. Estoy pensando en dejarlo es el nuevo unicornio azul de Netflix, como lo fueron en su d¨ªa Roma, de Alfonso Cuar¨®n, o El irland¨¦s, de Martin Scorsese, puntas de lanza de un cine distinto e islotes de prestigio en un feliz oc¨¦ano de palomitas y placeres culpables.
Los espectadores que se asomen al universo Kaufman por casualidad, en una tarde tonta de Netflix y helado, descubrir¨¢n una pel¨ªcula en la que hay ecos de muchas otras, pero que no por ello deja de parecerse solo a s¨ª misma. Una pel¨ªcula rara, sin duda, de una excentricidad insobornable. Pero no la pel¨ªcula enigma que quisieron vendernos, antes de su estreno, los que a¨²n no la hab¨ªan visto pero s¨ª se hab¨ªan hartado de leer sobre ella. No es Mulholland Drive, no es Inland Empire. No es una ficci¨®n cu¨¢ntica ni una lecci¨®n de entrop¨ªa para principiantes. No es una madeja audiovisual que conduce al centro de un laberinto ni un puzle que disemina m¨²ltiples piezas dispersas por tu cerebro y te da dos horas para que consigas que encajen. No es Primer, no es Donnie Darko. Y, sobre todo, no es Tenet, la otra pel¨ªcula relevante con la que comparte cartel estos d¨ªas y con la que tanto se est¨¢ insistiendo en compararla.
En realidad, Estoy pensando en dejarlo solo resulta enigm¨¢tica en sus primeros 40 minutos, una especie de pr¨®logo en clave de comedia surrealista en que los personajes cambian de nombre, de oficio, de gustos, de edad, de aspecto y de circunstancia con una fluidez desconcertante, a veces dentro de un mismo plano, como si Kaufman estuviese barajando a¨²n borradores distintos antes de decidir cu¨¢l de las historias que se insin¨²an es la que en realidad quiere contarnos. Durante ese primer tercio, la pel¨ªcula da un cierto pie a pensar en universos paralelos y claves ocultas, a asomarse a un rompecabezas l¨®gico que pide ser escudri?ado y descifrado.
Tras esta primera fase de confusi¨®n deliberada, en un giro de guion mucho m¨¢s sutil (pero igual de eficaz) que los de Shyamalan en El bosque o El sexto sentido, la niebla se disipa y la pel¨ªcula aclara por fin sus verdaderas intenciones. Es ah¨ª, en una recta final deslumbrante, donde, seg¨²n nos explica la cr¨ªtica y profesora de cine Eul¨¤lia Iglesias, ¡°el director nos muestra que esto no es Tenet ni nada que remotamente se le parezca, que no estamos en territorio Christopher Nolan, sino en territorio Charlie Kaufman¡±. Que esto no va de astrof¨ªsica aplicada, sino de ¡°la exploraci¨®n de la subjetividad, el sue?o, la fantas¨ªa y la memoria, tal y como ocurr¨ªa en Olv¨ªdate de m¨ª¡±.
En el momento en que la ficci¨®n se desnuda y exhibe sus cartas, irrumpe el Kaufman de siempre, el que nos hemos acostumbrado a admirar o detestar cordialmente. El habitante de un universo port¨¢til que se nutre de experiencias vitales, pero tambi¨¦n de otro cine, de poemas, novelas y ensayos, de teatro musical, canciones y cr¨ªtica cinematogr¨¢fica. Parte de una novela del canadiense Iain Reid, publicada en 2016, pero se la apropia con nocturnidad y alevos¨ªa, la transforma, la subvierte y la usurpa.
No es Primer, no es Donnie Darko. Y, sobre todo, no es Tenet, la otra pel¨ªcula relevante con la que comparte cartel estos d¨ªas y con la que tanto se est¨¢ insistiendo en compararla.
Kaufman nunca pretendi¨® ser popular. Ni en el instituto ni en la vida. Si lo fue es, en gran medida, porque el guion de C¨®mo ser John Malkovich, que era oro puro, pero un oro lis¨¦rgico, como tra¨ªdo de otro planeta, fue a parar por casualidad a manos de Francis Ford Coppola y este se lo ofreci¨® al que por entonces era su yerno, Spike Jonze. A sus 40 a?os, el neoyorquino Kaufman, el ni?o raro de la clase, se vio convertido en el hombre de moda. Toda una generaci¨®n de cin¨¦filos instruidos en el desprecio a lo convencional y el amor a la diferencia empez¨® a nutrirse de sus guiones intentando encontrar en ellos el sabor del mes.
Hoy, con los 60 m¨¢s que cumplidos y una carrera s¨®lida a sus espaldas, m¨¢s interesado, seg¨²n suele decir, en publicar novelas que en dirigir pel¨ªculas, Kaufman siente menos necesidad que nunca de pedir perd¨®n por ser como es. Los que le acusan de esnobismo, elitismo y pedanter¨ªa, incurren, seg¨²n Iglesias ¡°en el error de no aceptar, a estas alturas, que la de Kaufman es una mente singular, que siente y piensa de manera fundamentalmente distinta al resto de terr¨ªcolas, y que sus ficciones son fruto de esa singularidad, no de ninguna impostura o pose¡±. Llamarle pedante equivale, para Iglesias, ¡°a negar el derecho a la diferencia, perseguir, desde lo que me parece una intransigencia autoritaria, el derecho de un artista con mundo propio, aunque este se nutra sobre todo de otras pel¨ªculas y de libros, a expresarse de manera no convencional y ensayar discursos cinematogr¨¢ficos distintos¡±. Si Kaufman no existiese, habr¨ªa que inventarlo ¡°porque pocos directores contempor¨¢neos exploran la mente, el funcionamiento de las subjetividades complejas, de una manera tan rica y, a la vez, tan angustiosa¡±.
En Estoy pensando en dejarlo, se citan frases textuales de David Foster Wallace, se recita un discurso del matem¨¢tico John Nash (en cuya vida se basa la pel¨ªcula Una mente maravillosa), se comentan los primeros versos de un poema de William Wordsworth y se responde a ellos con una estrofa de la poetisa de Toronto Eva H.D. Tambi¨¦n se habla de teatro musical de instituto y se canta uno de los temas de Oklahoma, el espect¨¢culo nost¨¢lgico y patri¨®tico que nueve de cada diez estadounidenses han visto completo al menos un par de veces. Incluso, en una de las escenas m¨¢s elocuentes y hermosas de la pel¨ªcula, la pareja protagonista dedica unos minutos a polemizar sobre Una mujer bajo la influencia, de John Cassavetes, en un di¨¢logo asim¨¦trico. Los argumentos de ¨¦l suenan sinceros, pero torpes y poco meditados, y los de ella, pulcros, desde?osos y precisos, son en realidad frases textuales de una cr¨ªtica de la neoyorquina Pauline Kael, una de las personas que m¨¢s (y mejor) han escrito sobre cine. En uno de esos alardes de humor erudito que tanto entusiasman a sus partidarios y soliviantan a sus detractores, Kaufman hace la cita un poco m¨¢s expl¨ªcita y transforma, por un instante, a la actriz Jessie Buckley en Kael, una mujer muy medi¨¢tica en su d¨ªa cuya imagen resulta familiar a la mayor¨ªa de cin¨¦filos de Estados Unidos.
"Con frecuencia se exige al cine que se conforme con su condici¨®n de puro entretenimiento, que no se cargue de pretensiones y no se obstine en ser arte. Los que rechazan el cine supuestamente pedante pueden elegir entre muchas otras pel¨ªculas, la mayor¨ªa de las que se estrenan", Eul¨¤lia Iglesias
Iglesias destaca que se trata de ¡°gui?os c¨®mplices; si se quiere, elevados, no aptos para todo tipo de p¨²blicos. Pero lo que cuesta entender es por qu¨¦ generan rechazo en un cierto tipo de espectador que no solo se siente excluido, sino directamente insultado por la pel¨ªcula, como si el director, al exhibir sus conocimientos, le estuviese afeando su propia ignorancia¡±. En opini¨®n de la cr¨ªtica, ¡°estos detalles a?aden una capa m¨¢s de significado a la pel¨ªcula y permiten disfrutarla a otro nivel, desde la complicidad con el director y unos (posibles) intereses intelectuales compartidos. Pero en absoluto pretenden ser un arma arrojadiza contra ning¨²n espectador. O al menos a m¨ª no me lo parecen¡±.
¡°Con frecuencia se exige al cine que se conforme con su condici¨®n de puro entretenimiento, que no se cargue de pretensiones y no se obstine en ser arte. Los que rechazan el cine supuestamente pedante pueden elegir entre muchas otras pel¨ªculas, la mayor¨ªa de las que se estrenan. Lo que no entiendo es la agresiva beligerancia que despierta en ocasiones ese reducto de pel¨ªculas con vocaci¨®n de ser distintas, como las de Kaufman¡±, zanja Iglesias. Para ella, el veredicto est¨¢ claro: ¡°Kaufman es un innovador, porque toda su carrera es una b¨²squeda continua de la diferencia. Y la suya me parece una b¨²squeda honesta: no s¨¦ si es un genio, pero desde luego no es un esnob, y mucho menos a¨²n un farsante¡±.
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