Am¨¦rica, Am¨¦rica
Parad¨®jicamente, hoy no son pocos los estadounidenses que desean emigrar a ¨¢mbitos en los que la vida de los menos favorecidos fuera menos despiadada
01. Fracturas
Todo listo para el duelo definitivo (suponiendo que ambos lleguen sanos a la cita) entre el S¨²per-contagiador y el Aspirante-sin-carisma por la primera magistratura del Imperio. Entre noviembre de 2016 y hoy mismo casi 40 millones de seres humanos en todo el mundo se han contagiado (cerca de ocho millones en EE UU) en la ¨²ltima pandemia, que ya ha ocasionado una mortandad de m¨¢s de un mill¨®n (m¨¢s de 200.000 en EE UU) y ha puesto de rodillas a la econom¨ªa mundial; Estados Unidos es hoy un pa¨ªs profundamente dividido, cuyo declive largo tiempo anunciado parece haber dejado a la dictadura china la titularidad de primera potencia de este a¨²n joven siglo. La radiante ¡°ciudad sobre la colina¡± a la que se refiri¨® con orgullo de pionero el pastor John Winthrop, primer gobernador de la colonia de Massachusetts, la tierra de la libertad y el progreso, el faro de esperanza que atra¨ªa en el pasado a centenares de miles de oprimidos de todo el planeta, como el joven Stavros Topouzoglou (interpretado por Stathis Giallelis) en Am¨¦rica, Am¨¦rica (Elia Kazan, 1963), es hoy un pa¨ªs aquejado de enfermedades y achaques seniles, quiz¨¢s como efecto acumulado de pasadas incontinencias y prepotentes excesos imperiales.
La fractura social producida, entre otros factores, por la soberbia meritocr¨¢tica y la consiguiente ¡°pol¨ªtica de la humillaci¨®n¡± de quienes tienen ¡ªo ¡°son¡±¡ª menos, tal como analiza el fil¨®sofo Michael J. Sandel en su muy inspirador y pol¨¦mico ensayo La tiran¨ªa del m¨¦rito (Debate), ha contribuido largamente a la divisi¨®n del pa¨ªs y al surgimiento de los populismos reactivos que encumbraron a Trump. Hoy, parad¨®jicamente, no son pocos los estadounidenses que desean emigrar a ¨¢mbitos en los que la vida de los menos favorecidos fuera menos despiadada, o en los que la cultura y la diversidad gozaran de mayores respeto y garant¨ªas. La elecci¨®n del nuevo l¨ªder en una ¨¦poca en la que ya no hay l¨ªderes que susciten entusiasmos creadores, no es asunto resuelto, ni mucho menos. Como dec¨ªa la novelista Marilynne Robinson en un art¨ªculo reciente de The New York Times, esperando (sin demasiada alegr¨ªa) la victoria de Biden, y refiri¨¦ndose oblicuamente al estado en que ha dejado al pa¨ªs su actual emperador, ¡°si aprendemos algo de esta triste traves¨ªa en nuestra historia, debe ser que la rabia y el desprecio son una especie de bomba de neutrones que evita la verdadera competici¨®n en el mercado de las ideas¡±.
02. Desiderata
El diccionario define desiderata como ¡°conjunto de las cosas que se echan de menos y se desean¡±, pero yo solo lo he escuchado referido a los libros, sobre todo a los de viejo, a los que est¨¢n agotados y fuera del mercado y alguien se los pide a quien se los pueda conseguir: todos los amantes de los libros tenemos (expl¨ªcitamente o no) una lista con las nuestras. Sin embargo, perm¨ªtanme que, hablando de EE UU, hoy les consigne mi desiderata, que tiene por objeto dos novelas recent¨ªsimas que acaban de llegar a las librer¨ªa de por all¨ª. The Silence, la 17? novela (poco m¨¢s de 100 p¨¢ginas) del ya octogenario Don DeLillo, y que un cr¨ªtico con ese tipo de ingenio tan apropiado para los paratextos de cubierta ha calificado como una especie de ¡°Stephen King con banda sonora de Philip Glass¡±, es una novela ¡°de desastre¡± (hay un accidente de avi¨®n con dos supervivientes) y resonancias apocal¨ªpticas; conf¨ªo en que su editorial en castellano (Seix Barral) ya est¨¦ en ello y la podamos leer pronto. La otra es Jack, de la septuagenaria Marilynne Robinson, cuarta entrega (por ahora) de la saga de Gilead (compuesta por Gilead, En casa y Lila, todas ellas en Galaxia Gutenberg); esta vez se trata de una novela de amor, ambientada en el Saint Louis de posguerra, en la que vuelve a aparecer John Ames Boughton, uno de los personajes m¨¢s fascinantes de la narrativa contempor¨¢nea norteamericana.
03. Huidas
Hace tiempo que se empez¨® a relacionar las cada vez m¨¢s frecuentes pandemias (por enumerar solo algunas: gripe ¡°espa?ola¡±, gripe aviar, SARS, MERS, ¨¦bola, zika, y esta Covid que ahora nos atenaza y mata) con la deriva global del capitalismo ultradesarrollista y deforestador que ha dejado al planeta inerme ante los nuevos pat¨®genos. La huida de la ciudad y la vuelta a la naturaleza es un sub-sub-g¨¦nero editorial alimentado constantemente por nuevas aportaciones de todo tipo, y en el que caben libros muy diversos. Gallo Nero rescata ahora Anhelo de ra¨ªces (1968), de la poeta, novelista y ensayista May Sarton (1912-1995), una delicada y sutil memoria acerca de la compra de su primera casa de campo en New Hampshire y de su vida all¨ª durante 10 a?os; un libro compuesto como un delicado y amoroso encaje de vivencias. M¨¢s contempor¨¢neo y radical es Pa¨ªs n¨®mada (subt¨ªtulo: ¡®Supervivientes del siglo XXI¡¯), de Jessica Bruder, publicado por Capit¨¢n Swing, un sello que alimenta a menudo su interesante cat¨¢logo con libros de denuncia ecologista: en esta ocasi¨®n, la autora se echa a la carretera en una especie de road adventure social en pos de ese pa¨ªs n¨®mada compuesto por miles de compatriotas que se han lanzado a la carretera en furgonetas y caravanas de segunda mano para escapar de penosas condiciones laborales o de las zonas econ¨®micamente deterioradas.
04. Filadelfia
Salvo en algunos momentos de impaciencia debidos a su extensi¨®n de m¨¢s de 500 p¨¢ginas (pero ?a qu¨¦ novela larga no le sobran algunas?), lo he pasado bien este ¨²ltimo y desaso?segante puente leyendo El largo r¨ªo de las almas (Alianza de novelas), un thriller de Liz Moore que desaf¨ªa las convenciones del g¨¦nero para centrarse en un drama familiar sobre el tel¨®n de fondo de los barrios pobres de Filadelfia m¨¢s golpeados por la droga. Merece la pena.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.