Michael J. Sandel: ¡°Los triunfadores tienden a creer que su ¨¦xito es obra suya¡±
El profesor de Harvard, toda una estrella del pensamiento, dirige su nuevo libro a los popes progresistas. Les acusa de abrazar la meritocracia, que llev¨® a un leg¨ªtimo resentimiento de las clases trabajadoras
Caen chuzos de punta en Boston, y el fil¨®sofo ya hab¨ªa advertido de que la lluvia obligar¨ªa a reubicar la entrevista que iba a celebrarse en el jard¨ªn de su casa, evitando los espacios cerrados por precauci¨®n hacia el coronavirus. Ocupada la ma?ana del profesor por las clases virtuales, el peso de la b¨²squeda de un lugar alternativo, exterior pero cubierto, recae sobre el periodista, al que no se le ocurre nada mejor que convocar a Michael J. Sandel (Mine¨¢polis, 1953) en la desangelada bancada de hormig¨®n bajo la rotunda rampa que ide¨® Le Corbusier para el ¨²nico edifico que dise?¨® en Norteam¨¦rica, y que ocupa el Centro Carpenter para Artes Visuales de la Universidad de Harvard. A Sandel, famoso por su estilo socr¨¢tico de poner a prueba las ideas preconcebidas de sus audiencias, que oscilan entre las exclusivas aulas de esta universidad y los millones de espectadores que ven sus clases magistrales sobre justicia en YouTube, la elecci¨®n le parece ¡°una buena idea¡±. ¡°Es evocador, de una manera inquietante¡±, opina.
M¨¢s inquietante que evocadora resultar¨¢ la lectura de su nuevo libro para los popes de la pol¨ªtica progresista de las ¨²ltimas d¨¦cadas, a los que Sandel acusa de abrazar, como respuesta a los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n, una cultura del m¨¦rito que llev¨® a un leg¨ªtimo resentimiento en las clases trabajadoras, de desastrosas consecuencias que se han puesto de manifiesto, incluso, en la gesti¨®n de esta pandemia. En La tiran¨ªa del m¨¦rito (Debate), el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales de 2018 defiende que las crecientes desigualdades y el atasco de la movilidad social convirtieron en una trampa el mantra de que todo el mundo puede triunfar si lo intenta. La cultura de la meritocracia, sostiene el profesor, gener¨® una arrogancia entre los ganadores e impuso un severo juicio a los que quedaron atr¨¢s, cuya frustraci¨®n y resentimiento aliment¨® la ola global de protesta populista que llev¨® a Trump al poder. Sandel propone un replanteamiento de los conceptos de ¨¦xito y de fracaso, un ejercicio de humildad que pasa por ¡°pinchar las burbujas¡± de una sociedad polarizada para crear ¡°una experiencia democr¨¢tica compartida¡±.
El profesor, cuya popularidad global le ha convertido en una especie de estrella del rock del pensamiento, comparece con una mascarilla de motivos orientales y despliega una amabilidad y una cercan¨ªa que ablanda hasta el hormig¨®n de Le Corbusier.
Pregunta.?Defiende que no est¨¢bamos moralmente preparados para la pandemia. ?Por qu¨¦?
Respuesta.?Porque lleg¨® en un momento de una divisi¨®n y polarizaci¨®n casi sin precedentes. Lleg¨® tras cuatro d¨¦cadas de globalizaci¨®n neoliberal, guiada por el mercado, que trajo enormes desigualdades y, tambi¨¦n, actitudes hacia el ¨¦xito y el fracaso que crearon una profunda divisi¨®n entre ganadores y perdedores. Una pandemia subraya nuestra dependencia mutua y requiere un alto nivel de solidaridad social. Pero esas profundas divisiones nos hicieron incapaces de desplegar el tipo de solidaridad que hubiera sido requerido para enfrentarse de manera eficaz a la pandemia. Al principio se repet¨ªa la coletilla de ¡°estamos juntos en esto¡±. Pero no era as¨ª. A medida que avanzaba el virus, se hizo m¨¢s y m¨¢s claro que aquellos que soportaban las cargas m¨¢s pesadas y realizaban los mayores sacrificios, y que sufr¨ªan m¨¢s p¨¦rdidas de vidas, eran aquellos que hab¨ªan sido dejados atr¨¢s en la prosperidad de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas.
P.?Los ganadores de la globalizaci¨®n ya hab¨ªan puesto en pr¨¢ctica su propia distancia social¡
R.?As¨ª es. Esa distancia social anterior a la pandemia consist¨ªa en la tendencia de los ganadores de la globalizaci¨®n a separarse de la vida en com¨²n, de los servicios p¨²blicos, de los espacios comunes de la ciudadan¨ªa democr¨¢tica. Hab¨ªa cada vez menos experiencia de mezcla de clases en el curso ordinario de la vida, sea la escuela, el transporte p¨²blico, las instituciones culturales, los centros de ocio.
P.?Ese modelo de globalizaci¨®n neoliberal, asegura, es el que alimenta el resentimiento contra las ¨¦lites que est¨¢ en la base del trumpismo y de otros fen¨®menos populistas recientes. Pero, para comprenderlos mejor, es m¨¢s importante a¨²n el hecho de que las ¨¦lites han dado la espalda a quienes se han quedado atr¨¢s. ?En qu¨¦ sentido?
R.?El cambio de actitudes es tan importante como la desigualdad de riqueza en s¨ª misma. Aquellos que aterrizaron arriba tienden a creer que su ¨¦xito es obra suya. Que merecen, por tanto, los beneficios materiales que la sociedad de mercado reparte entre aquellos que tienen ¨¦xito. Y, en consecuencia, que quienes quedaron atr¨¢s merecen igualmente su suerte. Ese sentido del menosprecio por parte de las ¨¦lites gener¨®, comprensiblemente, indignaci¨®n y resentimiento entre la gente trabajadora. Esas quejas eran leg¨ªtimas, a pesar de que los pol¨ªticos que apelaban a ellas jugaban con los peores impulsos. Impulsos tan feos como la xenofobia, el hipernacionalismo y, en el caso de Trump, el racismo. Esa fealdad del reclamo de Trump y otros puede impedirnos reconocer que las quejas a las que apelan s¨ª son leg¨ªtimas.
Las ¨¦lites meritocr¨¢ticas de hoy sufren de una falta de humildad. Hay que desafiar esa arrogancia
P.??Los partidos tradicionales, particularmente en el centro izquierda, fueron incapaces de conectar con esa ansiedad leg¨ªtima?
R.?Se les escap¨® ese descontento, esa dimensi¨®n cultural de la indignaci¨®n. Fueron sordos al enfado y al resentimiento crecientes de la gente trabajadora. Pensaron que el ¨²nico problema con la globalizaci¨®n era la deficiente redistribuci¨®n de las recompensas de los ganadores a los perdedores. Pero no era solo un problema de justicia y redistribuci¨®n: era tambi¨¦n un problema de reconocimiento y estima social.
P.?La meritocracia arrastraba un insulto impl¨ªcito¡
R.?Parec¨ªa una idea inspiradora: en una sociedad global, aquellos que tienen ¨¦xito son los que logran un grado universitario y se equipan para competir y ganar en la econom¨ªa global. Pero el ¨¦nfasis constante en el ascenso individual a trav¨¦s de la educaci¨®n superior ten¨ªa un insulto impl¨ªcito: si no has logrado un grado universitario y si no has prosperado en la nueva econom¨ªa, tu fracaso es tu culpa. No hay nadie a quien culpar salvo a ti mismo. Los partidos de centro izquierda, claro, no lo plantearon en estos t¨¦rminos. Pero ese era el mensaje que enviaba su decidido ¨¦nfasis en la movilidad individual a trav¨¦s de la educaci¨®n superior. Ese enfoque olvida el hecho de que, en Estados Unidos, cerca de dos tercios de los adultos no tienen una licenciatura. A los partidos de centro izquierda se les escap¨® ese insulto impl¨ªcito, y est¨¢n pagando el precio por ello.
P.??Ese desd¨¦n hacia los menos educados es el ¨²ltimo prejuicio aceptable?
R.?No creo que sea justificable que digan que son m¨¢s v¨ªctimas de discriminaci¨®n que los afroamericanos, por ejemplo, que siguen luchando contra un legado de racismo y segregaci¨®n. Pero s¨ª hay un sentimiento entre los varones blancos de clases trabajadoras de que ya no son respetados por la sociedad.
P. ¡°Los deplorables¡±, en palabras de Hillary Clinton¡
R.?Exacto. Decir eso fue un profundo error. Es importante para los progresistas distinguir entre Trump, que es ciertamente deplorable, y muchas de las personas que votan por ¨¦l, que expresan resentimientos que tienen una base leg¨ªtima. Muchos de ellos votaron dos veces por Obama antes de votar por Trump, porque al principio parec¨ªa que Obama estaba ofreciendo una alternativa a la pol¨ªtica habitual.
P.??Por d¨®nde empezar a repensar el significado del ¨¦xito?
R.?En un ¨¢mbito cultural. De actitudes, no de pol¨ªticas. Los exitosos deben preguntarse si es verdad que su ¨¦xito es atribuible enteramente a ellos, o si eso olvida hasta qu¨¦ punto est¨¢n en deuda con su comunidad, sus profesores, su pa¨ªs, las circunstancias de su vida y, en suma, la suerte que los ha ayudado en su camino. Apreciar el valor de la suerte en la vida puede dar pie a una necesaria humildad. Parte del problema es que las ¨¦lites meritocr¨¢ticas de hoy sufren una falta de humildad. Es lo que llamo la arrogancia meritocr¨¢tica, y desafiarla es un primer paso importante.
P.??Pero c¨®mo hacerlo?
R.?Debemos reconstruir los espacios comunes de la ciudadan¨ªa democr¨¢tica compartida. Reconstruir la infraestructura c¨ªvica del modo de vida democr¨¢tico, donde personas de clases y condiciones de vida diferentes se encuentran. Debemos renovar y revigorizar la sociedad civil. Hay que pinchar las burbujas para crear una experiencia democr¨¢tica compartida.
El ¡°puedes lograrlo si lo intentas¡±, que Obama us¨®, puede parecer inspirador, pero tiene un lado oscuro
P.??El reconocimiento a ciertos trabajadores esenciales durante la pandemia puede ser un paso en el proceso de renovaci¨®n de la dignidad del trabajo?
R.?Creo que puede serlo. Nos damos cuenta ahora, especialmente aquellos que nos hemos podido quedar en casa trabajando, de cu¨¢nto dependemos del trabajo de aquellos que asumen riesgos de los que nosotros estamos protegidos. Repartidores, cuidadores, empleados de supermercados, limpieza, hospitales. Puede ser el momento de repensar el valor social de la contribuci¨®n de quienes realizan trabajos que no disfrutan ahora del mayor prestigio.
P.?La meritocracia es vista como una virtud, pero cuando el soci¨®logo brit¨¢nico Michael Young formul¨® el t¨¦rmino por primera vez hace medio siglo lo hizo en clave dist¨®pica. ?C¨®mo ha sido esa evoluci¨®n del concepto?
R.?Es muy interesante. Cuando Young acu?¨® el t¨¦rmino en 1958, no pretend¨ªa que describiera un ideal. Desde el principio reconoci¨® el lado oscuro. Fueron los pol¨ªticos los que abrazaron despu¨¦s el t¨¦rmino como un ideal. Desde Reagan, dem¨®cratas y republicanos usaron esto que llamo la ret¨®rica del ascenso. Tony Blair se refiri¨® expresamente a la meritocracia como el ideal que quer¨ªa para el Reino Unido. Incluso Obama us¨® la frase ¡°puedes lograrlo si lo intentas¡± una y otra vez. Eso parece inspirador, animar a la gente a prosperar. Pero ignora el lado oscuro. Mi objetivo es llamar la atenci¨®n, sobre todo a los partidos progresistas, sobre c¨®mo se les ha escapado esto y c¨®mo deben comprenderlo si van a ofrecer una alternativa al populismo que ha explotado estos resentimientos.
P.?Ya antes de Trump, el Partido Dem¨®crata ten¨ªa m¨¢s que ver con las ¨¦lites educadas que con las clases trabajadoras¡
R.?Es fascinante ese cambio en la base electoral. Los partidos socialdem¨®cratas eran partidos apoyados por y dedicados a las personas trabajadoras y de clase media. Tradicionalmente, aquellos m¨¢s ricos y con m¨¢s educaci¨®n tend¨ªan a votar republicano y los obreros votaban dem¨®crata. En los a?os setenta y ochenta empieza a cambiar y, ya en los noventa, Bill Clinton y Tony Blair abrazan la versi¨®n neoliberal de la globalizaci¨®n, la desregulaci¨®n de las finanzas, y no se preocupan por las desigualdades que empiezan a profundizarse. Gradualmente sintonizan m¨¢s con los valores de las ¨¦lites profesionales, tecnocr¨¢ticas y bien educadas, y pierden el apoyo de la clase obrera. Ahora, aquellos con t¨ªtulo universitario votan dem¨®crata, y aquellos sin t¨ªtulo votan a Trump. La educaci¨®n se ha convertido en la mayor divisi¨®n en la pol¨ªtica estadounidense.
P.?Se?ala que Obama, tras el impacto de la crisis financiera, se preocup¨® m¨¢s por silenciar la furia contra Wall Street que por articularla.
R.?Hab¨ªa tra¨ªdo a los mismos consejeros econ¨®micos que con Clinton contribuyeron a desregular la industria financiera. No plante¨® las preguntas b¨¢sicas. Fue una respuesta amistosa con Wall Street por parte de una Administraci¨®n dem¨®crata. Y eso dej¨® a mucha gente desilusionada, a derecha e izquierda. A la derecha dio lugar al Tea Party; a la izquierda, a Occupy y, eventualmente, al fen¨®meno de Bernie Sanders. Eso fue un error que puso una sombra sobre el resto de la presidencia de Obama, y allan¨® el camino para Trump.
P.?Hoy la propuesta dem¨®crata es b¨¢sicamente subrayar las diferencias con Trump¡
R.?S¨ª. Por el momento la visi¨®n alternativa es: ¡°No somos Trump¡±. Claro que, dada la crisis a la que nos enfrentamos, eso es atractivo en s¨ª mismo. Es un sentimiento de alivio, pero no es suficiente para mantener una renovaci¨®n a m¨¢s largo plazo de la pol¨ªtica progresista. Aunque Biden gane las elecciones, estos problemas fundamentales no van a desaparecer.
Black Lives Matter se ha convertido en la principal fuente de energ¨ªa civil e idealismo de este tiempo
P.?En su discurso de aceptaci¨®n de la nominaci¨®n dem¨®crata, Biden habl¨® un poco de meritocracia: ¡°A todo el mundo se le deber¨ªa dar la oportunidad de llegar tan lejos como sus sue?os y sus capacidades dadas por Dios los lleven¡±.
R.?Lo hizo, s¨ª. Us¨® ese lenguaje tradicional, y necesitar¨ªa avanzar m¨¢s all¨¢ de eso si quiere superar la incapacidad de los dem¨®cratas de hablar efectivamente a aquellos abandonados por la globalizaci¨®n.
P.?Esa idea de movilidad social, la capacidad de ascender hasta donde tu talento te lo permita, parece inherente a la identidad americana. Pero asegura usted que en realidad no es tan vieja¡
R.?As¨ª es. Pensamos que es algo que define el sue?o americano, pero esta ret¨®rica de ascender solo es prominente en los a?os ochenta y noventa. La versi¨®n anterior hablaba de una amplia igualdad de condiciones, de ciudadanos que se juntaban en espacios p¨²blicos y practicaban el respeto mutuo. Ese es el sue?o americano m¨¢s generoso, y ha sido estrechado en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas a la movilidad ascendente individual.
P.??C¨®mo vive la reciente conversaci¨®n de su pa¨ªs con su sustrato racista?
R.?Con gran esperanza. Black Lives Matter se ha convertido en la principal fuerza de energ¨ªa civil e idealismo de nuestro tiempo.
P.??Puede ser una forma de tejer esas conexiones que reivindica?
R.?S¨ª, podr¨ªa ser una forma de construir conexiones a trav¨¦s de generaciones y de clases. Podr¨ªa empezar a sanar nuestra vida civil. Es el movimiento c¨ªvico m¨¢s esperanzador que hemos visto en mucho tiempo. Es el rayo de esperanza dentro de lo que, por lo dem¨¢s, es una situaci¨®n oscura e incierta.
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