Jack el Destripador sigue de moda
El misterio sobre qui¨¦n era y cu¨¢ntas fueron sus v¨ªctimas ha alimentado una inabarcable bibliograf¨ªa de la que ahora nos llegan, en forma de estudio hist¨®rico y de mapa ilustrado, dos de sus mejores ejemplos
Sobre ning¨²n asesino en la historia se ha escrito tanto como sobre Jack el Destripador. Tampoco de manera tan descabellada o conspiranoica. ?A cu¨¢ntas mujeres mat¨® realmente? ?Qui¨¦n era? ?Hubo un solo asesino? Son preguntas que dan para mucho, sobre todo en ese oscuro Whitechapel del Londres de finales del siglo XIX. Por eso es de celebrar que, entre la monta?a de libros que se publican al a?o sobre el asunto, lleguen ahora a las librer¨ªas espa?olas dos ejemplos m¨¢s que notables.
El primero de ellos es un mapa, un peque?o cofre del tesoro. ?Un mapa? Bueno, eso y mucho m¨¢s. Es a lo que se dedican los locos de Aventuras literarias. El Madrid de Gald¨®s, el Londres de Jane Austen, la Granada de Lorca... y mi predilecto, del que tengo dos copias una para la pared y otra para consultar el reverso, el Londres de Sherlock Holmes. Trabajos minuciosos y eruditos del que este Jack el Destripador. Mapa negro. Londres, 1888 es uno de los mejores si no el mejor ejemplo.
Nada m¨¢s abrirlo nos encontramos con el desplegable en el que cuentan la historia del arte del Baritsu, el sistema de defensa con bast¨®n utilizado por Sherlock Holmes. Solo que, como explican, no es un m¨¦todo japon¨¦s ni se llama as¨ª. Todo es un error de Watson. Ay. Muy de la ¨¦poca, pero solo para entrar en calor. Tenemos despu¨¦s un mapa arquitect¨®nico del gran Londres construido tras el incendio de 1666. Pero la verdadera historia est¨¢ en el desplegable de 100x70 cent¨ªmetros y en el cuaderno de las v¨ªctimas. Hay vienen detallados los sospechosos (casi 40 oficiales), las teor¨ªas m¨¢s locas, el an¨¢lisis del n¨²mero de v¨ªctimas seg¨²n el investigador en cuesti¨®n, los m¨¦todos utilizados en las autopsias. Un momento, ?n¨²mero de v¨ªctimas? S¨ª, porque ah¨ª empieza el l¨ªo. Seg¨²n el canon, son cinco, de las que hablaremos luego. Quedan dudas de si hay otras despu¨¦s e incluso alguna entre medias (algunos autores sit¨²an a otras v¨ªctimas en septiembre de 1888 como parte de la misma serie de asesinatos, ocurridos entre agosto y noviembre) y, por ejemplo, Michael Arntfield y Marcel Danesi incluyen hasta seis m¨¢s en su, por otro lado, can¨®nico Murder in Plain English, sin olvidarnos de diversos torsos sin identificar al cien por cien.
?Culpables? Hagan sus apuestas. Los autores no entran a analizar, solo describen las teor¨ªas existentes, cargadas en muchos casos de homofobia, antisemitismo y clasisimo, todo un c¨®ctel de la Inglaterra victoriana. Las fantas¨ªas del pueblo, las leyendas urbanas y el negocio hacen el resto.
Las v¨ªctimas
Es ah¨ª donde hay que dirigir la mirada, no ya para encontrar al asesino, qui¨¦n sabe, sino para dignificarlas. Y es lo que hace con sobriedad y un trabajo de investigaci¨®n apabullante detr¨¢s la historiadora Hallie Rubenhold en Las cinco mujeres (Rocaeditorial). ?Qui¨¦nes fueron realmente Polly Nichols, Annie Eliza Smith, Elisabeth Ericsson, Kate Eddowes y Mary Jane Kelly? La historiograf¨ªa y el periodismo se han limitado a repetir lo que se dijo en la ¨¦poca, sustentado en rumores, exageraciones e invenciones de ¡°hombres enfadados de mediana edad¡±, como los describe la autora. Pero Rubenhold mira en la vida de cada una de las v¨ªctimas y las reconstruye. Y nos cuenta el cruel sistema de asilos de la Inglaterra de la ¨¦poca, la lacra del alcoholismo, la misoginia imperante o c¨®mo una mujer sola se hund¨ªa socialmente. Sin eso, no se puede entender a las v¨ªctimas de Jack el Destripador ni la impunidad con la que actu¨® el asesino.
Pero, adem¨¢s, pone el foco en las mujeres, en personajes fascinantes como Elisabeth Stride y su doble vida, su doble nacionalidad, c¨®mo se construye una biograf¨ªa que es un relato para intentar huir de la depravaci¨®n. O c¨®mo el marido de Polly la quiso a pesar de la separaci¨®n y se hundi¨® para siempre tras su muerte. Y c¨®mo Annie Chapman trabajaba en lo que pod¨ªa para costearse el alcoholismo pero no era prostituta. Porque, sorpresa, solo Mary Jane Kelly, de la que menos sabemos, ejerc¨ªa la prostituci¨®n de manera habitual. Lo dem¨¢s, son invenciones de la prensa, que rellenaba huecos? biogr¨¢ficos con total impunidad. Al igual que ocurr¨ªa con L?etitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka (Anagrama), la autora se olvida del asesino, construye el caso de cada una con lo poco que hay, sin atravesar nunca las l¨ªneas rojas, con pulso f¨¦rreo. Una obra necesaria para saber m¨¢s sobre uno de los asesinos m¨¢s c¨¦lebres de la historia pero sin fantas¨ªas sangrientas ni mitificaciones innecesarias.
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