El rock suave que se hac¨ªa con drogas duras
El libro ¡®Hotel California¡¯ atrapa el esplendor de la escena de Laurel Canyon en los setenta, con estrellas como Joni Mitchell, Neil Young o James Taylor
Al hacer la cr¨®nica del rock de los setenta, se suele enfatizar la dominancia del progresivo y el glam. Solemos olvidar que coexistieron con una m¨²sica que fue universalmente m¨¢s popular y que se prolong¨® en el ¨¦xito, superando con comodidad la enmienda a la totalidad que supuso el punk. Hablamos del rock suave de California, con su doble vertiente de los cantautores y el country-rock, tendencias unidas por lazos sociales (todos se acostaban con todos), geogr¨¢ficos (el mito de Laurel Canyon) y empresariales (Asylum Records y todo el entramado del directivo David Geffen).
Resumir ese movimiento es el prop¨®sito de Hotel California (Contra). Su autor, el londinense Barney Hoskyns, tiene callo en retratar historias colectivas, pero aqu¨ª se multiplican los personajes hasta que su objetivo parece inabarcable. Hoskyns se centra en los hermosos y los malditos. Prescinde de veteranos como John Mayall o Captain Beefheart. Tampoco hay m¨²sica negra, aunque se podr¨ªa arg¨¹ir que Sly Stone o Rick James eran m¨¢s rockeros (para lo bueno y para lo peor) que muchos de los aqu¨ª estudiados.
Y a¨²n con esas autolimitaciones, hay abundancia de historias formidables. La deriva del folk hacia el rock, encarnada en The Byrds y Buffalo Springfield, de donde brota el supergrupo Crosby Stills & Nash. El surgimiento de los cantautores introspectivos como Joni Mitchell, Jackson Browne o James Taylor. En t¨¦rminos ideol¨®gicos, se pasa del jipismo militante al aislamiento elitista, donde se observa el mundo a trav¨¦s de los cristales tintados de las limusinas. Por las cunetas circulan cascarrabias como Randy Newman, Frank Zappa, o Ry Cooder. De todo ese fermento salen fen¨®menos avasalladores como The Eagles o Fleetwood Mac, grupos caracterizados por su variedad de voces y compositores, sin olvidar su ostentoso hedonismo.
Un ecosistema favorecido por discogr¨¢ficas tolerantes, que acogen a figuras disfuncionales, como Gram Parsons o Gene Clark, que rebota de sello en sello. Piensen en Warner-Reprise y su celebrada manga ancha con los artistas: se da cobijo a creadores que venden poco, ya que proporcionan prestigio, sirven como anzuelos para futuros fichajes y, vaya, en alg¨²n momento pueden dar la campanada. Siguiendo ese modelo, aparece Asylum Records, en exclusiva para la crema del soft rock angelino, aunque tambi¨¦n firma a un outsider como Tom Waits.
Es una comunidad donde todos se conocen: colaboran en los discos de los dem¨¢s, acuden al mismo club (el Troubadour) y saltan de cama en cama. Aqu¨ª se manifiesta un embarazoso machismo: Rolling Stone destaca el donjuanismo de Joni Mitchell, aunque la revista calla la igualmente activa vida amorosa de Linda Ronstadt, tal vez por su relaci¨®n con el gobernador de California, Jerry Brown, entonces estrella en ascenso del Partido Dem¨®crata. Huelga decir que esos se?alamientos de promiscuidad no se aplican a sus equivalentes masculinos, tipo David Crosby o John David Souther.
Por medio, las drogas. En 1968, la coca¨ªna todav¨ªa tiene mala prensa: un bisnes de coca ¡ªvendida a Phil Spector¡ª financia el viaje fatal de los protagonistas de la pel¨ªcula Easy rider, como un aviso de que est¨¢n flirteando con el lado oscuro. Ya en los setenta, es tan ubicua que se usa como propina en restaurantes y locales de moda. Con acceso a material de primera calidad, sin problemas econ¨®micos, causa estragos en las fosas nasales de los cantantes. Cuando se empieza a consumir como crack, cambia la din¨¢mica de socializaci¨®n. El guitarrista Waddy Wachtel descubre a Crosby con una monta?a de coca y le pide nada, una rayita: ¡°No s¨¦, t¨ªo, es que no tengo bastante¡±. No hay ¨¦pica en su supervivencia: estos millonarios tienen redes de seguridad, legales y sanitarias, que evitan la cat¨¢strofe. S¨ª mueren artistas de ¡ªcon perd¨®n¡ª segunda divisi¨®n, como Danny Whitten o Judee Sill, habituales de la hero¨ªna.
Pol¨ªtica
Es una tropa que se lo est¨¢ pasando tan bien que apenas participa en batallas pol¨ªticas de la contracultura, solo reflejadas en canciones ocasionales de Graham Nash (Chicago) o Neil Young (Ohio). El ¨²nico en mantener un compromiso a lo largo de los a?os ha sido Jackson Browne, activista contra la energ¨ªa nuclear o las guerras sucias de Ronald Reagan en Centroam¨¦rica. Hoskyns plantea esta saga como un drama de inocencia corrompida, aunque uno se pregunta si no es esa la trama subyacente en demasiadas historias de ¨¦xito. Para muchos de los testigos entrevistados en Hotel California, el Mefist¨®feles es el directivo David Geffen, que aplasta todo lo que se interponga en su carrera por convertirse en rey de Hollywood. Realmente, invitan a la piscina al tibur¨®n y luego se quejan de que lance dentelladas. Geffen es eficaz cuando se trata de conseguir dinero de discogr¨¢ficas o promotores, pero deber¨ªan intuir que no tiene ninguna pasi¨®n por la m¨²sica. Lo evidencia en 1972: convertido en fact¨®tum de Elektra Records, echa a todos los hist¨®ricos de la compa?¨ªa que, aunque rentables, no consiguen discos de oro, sin el menor escr¨²pulo de conciencia. Lo ratifica 11 a?os despu¨¦s: el antiguo defensor de los derechos de los artistas demanda a Neil Young por grabar discos ¡°poco representativos desde el punto de vista musical¡±.
Curioso que Neil Young sea de los pocos h¨¦roes de Hotel California que salen indemnes de la narraci¨®n. S¨ª, hay testimonios de su crueldad, pero le salva su curiosidad, su cabezoner¨ªa, su predisposici¨®n a jugarse toda su popularidad a una carta, su rabia.
Discos clave de una epopeya californiana
Crosby, Stills & Nash, de Crosby, Stills & Nash (Atlantic, 1969).
Blue, de Joni Mitchell (Reprise, 1971).
Jackson Browne, de Jackson Browne (Asylum, 1972).
Heart Like a Wheel, de Linda Ronstadt (Capitol, 1974).
Harvest, de Neil Young (Reprise, 1972).
One of These Nights, de The Eagles (Elektra/Asylum, 1975).
Small Change, de Tom Waits (Asylum, 1976).
Rumours, de Fleetwood Mac (Warner Bros, 1977).
Babelia
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