Jonathan Ruffer: ¡°Los espa?oles del Siglo de Oro pintaban el alma¡±
El coleccionista brit¨¢nico, con un patrimonio de cerca de 300 obras, pag¨® 18 millones de euros en 2013 para evitar la dispersi¨®n de una serie de Zurbar¨¢n
¡°Las personas somos como inmensas cuevas subterr¨¢neas, inexploradas incluso por nosotras mismas, y no agujeros cavados directamente en el suelo¡±, afirma el historiador estadounidense Timothy Snider en Pensar el siglo XXI, libro de su colega brit¨¢nico Tony Judt, del que de un modo muy poco ortodoxo es coautor. Es dif¨ªcil no volver al alma de esta cita cuando se ha tenido enfrente a Jonathan Ruffer (Londres, 69 a?os) otro ingl¨¦s sobresaliente, aunque en campos distintos: las finanzas, la filantrop¨ªa y las artes pl¨¢sticas.
Hablar con este joven entusiasta de 69 a?os resulta tanto o m¨¢s estimulante que repasar aquella trayectoria vital impregnada de talento, de capacidad emprendedora y de una sensibilidad humana del todo infrecuente en estos tiempos. Quiz¨¢ por eso escuchar a Ruffer hoy, cuando la pandemia asola al mundo, sea tan reconfortante. Despu¨¦s de todo, ?cu¨¢ntos hombres de negocios exitosos predican con realismo y modestia que nadie necesita m¨¢s de 20 millones de libras para vivir, y convierten en praxis una encarnaci¨®n de principios judeocristianos donde priman el desinter¨¦s, la generosidad y el cuidado del bien com¨²n?
Valores raros, pero que Jonathan, un hombre que se crio en Londres, que creci¨® en North Yorkshire, que estudi¨® en una escuela p¨²blica y que comenz¨® su carrera como corredor de bolsa para devenir luego abogado de nivel superior, bancario y especialista en finanzas corporativas y en inversiones estrat¨¦gicas, seguramente aprendi¨® de una de sus grandes referencias en el mundo de la filantrop¨ªa: el prominente William Rathbone VI.
¡°Tengo una especie de gen de coleccionista, y creo que el deseo de coleccionar cosas es t¨ªpicamente masculino, porque cuando extra?amos a una chica queremos poseerla, del mismo modo en que cuando nos encontramos con una obra que nos gusta queremos tenerla, lo cual por supuesto no es nada noble. Pero como sufro de este mal, hago como si se tratara de una cualidad¡±, asegura Ruffer a EL PA?S con ese humor hecho de inteligencia y de nobleza tan t¨ªpico de las mentes prodigiosas de Gran Breta?a, mientras se prodiga en otra de sus pasiones ¡ªla ¨®pera¡ª y especialmente en las voces espa?olas, desde el timbre hasta un misterio que las envuelve y que, como tal, no se puede explicar.
¡°En la pintura se puede constatar que a los franceses les ha preocupado la elegancia y que a los italianos les ha interesado la belleza, mientras que a los espa?oles les atrajo especialmente la verdad. Y por eso Espa?a tuvo su Siglo de Oro. As¨ª que resulta natural que el barroco italiano te guste si la est¨¦tica te encanta y que pienses que los franceses son especiales si la elegancia genera un magnetismo en ti. Pero si te importan la verdad y el alma de las cosas, aquella ¨¦poca de Espa?a es extraordinaria. Incluso yo, que vivo bromeando, tengo la teor¨ªa de que, si alguien quiere saber si un g¨¦nero es aut¨¦ntico, debe observar si tiene humor¡±, a?ade, con un brillo y una gracia que son su marca de f¨¢brica.
Pero a Ruffer ¡ªquien invirti¨® 18 millones de euros en evitar la dispersi¨®n de una serie de cuadros clave de Francisco de Zurbar¨¢n, as¨ª como en acondicionar el fant¨¢stico castillo que las alberga¡ª no le interesa coleccionar como un acto mec¨¢nico y esnob, sino que en ¨¦l esta es una costumbre tan natural como respirar, leer o sonre¨ªr. Y as¨ª, aunque sin pretensiones, explica qu¨¦ es lo que le fascina de la gran pintura espa?ola: ¡°Soy una persona conducida por el deseo de conocimiento, que acumulo sistem¨¢ticamente, y lo cierto es que lo considero una compulsi¨®n. Pero esto no ser¨ªa as¨ª si no fuera por el dealer Anthony Mould, un hombre que, con su extraordinario ojo, ha sido una influencia y una gu¨ªa fundamental durante m¨¢s de 15 a?os para que mi colecci¨®n, que hoy tiene entre 250 y 300 piezas, fuera como es¡±, dice este graduado de Cambridge que, pese a su modestia, admite una indudable facilidad para darle contexto hist¨®rico al arte de excelencia que admira y que colecciona, desde el barroco de la Europa continental hasta el paisajismo ingl¨¦s.
En la pintura se puede constatar que a los franceses les ha preocupado la elegancia y que a los italianos les ha interesado la belleza, mientras que a los espa?oles les atrajo especialmente la verdad
¡°Cuando compro un cuadro espa?ol destinado al castillo de Auckland en el pueblo de Bishop Auckland, b¨¢sicamente mi tarea es de preservaci¨®n. Pero cuando compro un cuadro del barroco franc¨¦s, lo hago por puro placer y para m¨ª¡±, comenta con frescura un individuo que a lo largo de su carrera adem¨¢s ha destinado una enorme cantidad de dinero ya no para preservar arte, para alentar la pintura y para estimular la tarea de los curadores, sino para ayudar al pr¨®jimo de un modo que, precisamente por la autenticidad de su esp¨ªritu, Ruffer no se atreve a desgranar con detalles contrarios a la verdadera filantrop¨ªa.
Fan¨¢tico de artistas que no han sido valorados adecuadamente en su ¨¦poca, pero tambi¨¦n de monstruos sagrados como Thomas Gainsborough y George Barret, Ruffer, un liberal que detesta pontificar, que considera que a menudo ¡°las pinturas son ideas¡± y que ha declarado lo vital que es ¡°mirar la vida a trav¨¦s de los ojos de los dem¨¢s¡± para poder ¡°ver las dificultades del otro¡±.
Casado con la doctora Jane Sequeira, descendiente del notable Isaac Herique Sequeira, Jonathan concede que muchos de sus contactos londinenses seguramente cataloguen como ¡°atolondradas¡± algunas de sus aventuras, y lo asegura como un simp¨¢tico modo de quitarles solemnidad y, tal vez, magnitud. Pero nadie puede afirmar que sea ortodoxo este se?or que ha venido a volcar generosamente su fortuna all¨ª donde creci¨®, puesto que construir un parque tem¨¢tico de 80 millones de libras relacionado con la Historia, en las proximidades de su castillo, es otro de sus proyectos.
La sombra de Zurbar¨¢n y del posible destino sudamericano de sus cuadros perdidos planea en el final de la conversaci¨®n. Antes de terminar tiene tiempo para manifestar el orgullo que supone haber comprado y devuelto Los hijos de Jacob, una serie de retratos de Zurbar¨¢n claves pintados alrededor del a?o 1640, que para Espa?a, y tambi¨¦n para el juda¨ªsmo, conforman un legado insustituible, al castillo que siempre los alberg¨®, y cuyos v¨ªnculos con el episcopado anglicano de Durham son tan estrechos.
Con esa sonrisa c¨¢lida que lo caracteriza, el su¨¦ter verde rematadamente ingl¨¦s, la camisa a cuadros debajo y una serie hermosa de reflexiones de semi¨®tica y expresionismo filos¨®fico en el an¨¢lisis de algunas de las obras que le han hecho feliz, Jonathan remata, no sin antes elogiar a Navarrete el Mudo y con la esperanza como bandera: ¡°Los seres humanos somos fascinantes. Por un lado somos gusanos, pero por otro estamos m¨¢s elevados que los ¨¢ngeles. Esa dicotom¨ªa es muy interesante, y si hay algo que demuestra el arte es que es m¨¢s grande que todos nosotros. Esa grandeza es la que como especie tanto necesitamos. Porque si las personas se consideran maestras, se transforman en lentas, en poco interesantes, en insensibles. Pero cuando saben que hay cosas no comprensibles que tienen un poder sobre ellas, entonces se encuentran a s¨ª mismas. Y bueno: eso es lo que creo que yo he hecho¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.