Jes¨²s Carrasco: ¡°Aprender a poner la coleta a tu hija ense?a a vivir con intensidad¡±
El escritor publica ¡®Ll¨¦vame a casa¡¯, una novela dom¨¦stica sobre las familias y las deudas adquiridas hacia los padres
Jes¨²s Carrasco, de 49 a?os, debut¨® con Intemperie (Seix Barral) en 2013, con un ¨¦xito rotundo. Antes de publicarse, la novela ya hab¨ªa sido vendida a 13 pa¨ªses para su traducci¨®n. El escritor fue elogiado, comparado con Miguel Delibes o Cormac McCarthy, incluido en las listas de autores-promesa de su generaci¨®n. Tres a?os despu¨¦s, viviendo ya de la literatura, se fue a Edimburgo con su familia. All¨ª, durante otros tres a?os, escribi¨® de arriba abajo dos novelas que, tras ponerles punto final, acab¨® guardando enteras en un caj¨®n, una despu¨¦s de la otra, seguramente para siempre. Se dio cuenta, aconsejado por su editora, de que no funcionaban, de que reformarlas equival¨ªa a rehacerlas, de que no ten¨ªa fuerzas para seguir. ¡°Fue frustrante, desasosegante pero tambi¨¦n tranquilizador y honesto: no pod¨ªa m¨¢s. Estaba hasta el gorro de esos personajes¡±.
Los dos fracasos ten¨ªan algo en com¨²n: ¡°Las dos novelas miraban a lugares demasiado lejanos. As¨ª que me dije: `Me voy a replegar, voy a mirar adentro. Voy a ver qu¨¦ llevo en los bolsillos¡±. Lo que encontr¨®, ya de vuelta en Sevilla, donde vive, fue una historia cercana, familiar, dom¨¦stica, que atrajo al escritor de forma irrefrenable y que se dej¨® escribir en un tiempo r¨¦cord. Esta s¨ª se ha publicado: Ll¨¦vame a casa (Seix Barral). Juan ?lvarez, de 32 a?os, que vive en el extranjero, recibe la noticia de que su padre acaba de morir. Vuelve precipitadamente a la casa familiar en un pueblo de Toledo y all¨ª su hermana le explica que su madre padece Alzheimer y que ella, por cuestiones de trabajo, no puede atenderla. Juan se ve obligado a renunciar a su vida despreocupada y casi feliz en Escocia y a quedarse en el pueblo de siempre a cuidar de su madre y del negocio de la familia. ¡°Nunca me hab¨ªa pasado eso: tard¨¦ un mes en redactarla. Aunque luego emple¨¦ un a?o en corregirla. Tiraba de m¨ª de una forma como nunca otra historia lo hab¨ªa hecho. Me levantaba por la ma?ana y solo pensaba en escribir¡±.
¡°Nunca me hab¨ªa pasado eso: tard¨¦ un mes en redactarla. Aunque luego emple¨¦ un a?o en corregirla. Tiraba de m¨ª de una forma como nunca otra historia lo hab¨ªa hecho¡±
El libro, seg¨²n Carrasco, plantea una pregunta sin ofrecer respuesta. ¡°Todos comprendemos la responsabilidad que contraen los padres: has querido tener hijos, pues debes sacarlos adelante. Pero no es tan evidente la responsabilidad del hijo. T¨² no has reclamado la familia que te ha ca¨ªdo en suerte, t¨² no has pedido venir al mundo. Aun as¨ª, hay una especie de deuda moral con nuestros padres en la que interviene lo ¨¦tico. Y cada uno mide hasta qu¨¦ punto se ve involucrado¡±. Esa deuda tambi¨¦n es cultural, y casi geogr¨¢fica: ¡°En otros pa¨ªses del norte, la familia es otra cosa, o se vive de otra manera. Hay una especie de distancia cort¨¦s. Eso tiene cosas buenas y otras no tanto. Se ven cuando quieren, no hay tantos compromisos, tantas viscosidades, que es una palabra que me gusta emplear cuando hablamos de familia. Por el contrario, esa distancia tambi¨¦n es emocional y se ve a la gente m¨¢s sola. Esta novela m¨ªa se puede leer en esos pa¨ªses como ex¨®tica¡±.
Carrasco es delgado, silencioso, aparentemente serio. Lleva una gorra y un bigote que le confieren algo de socialista o anarquista antiguo, como los que salen en las fotos de ¨¦poca en blanco y negro de principios de siglo XX. Naci¨® en Olivenza, un pueblo de Badajoz y creci¨® en otro, Torrijos, de la provincia de Toledo. Su padre fue maestro de escuela. Su madre, ama de una casa con cinco ni?os. Por la tarde, su padre -ayudado por su madre- encuadernaba libros ayudado por la madre para sacarse un sobresueldo. Tambi¨¦n daba clases particulares. Carrasco recuerda a sus padres trabajando todo el tiempo. A los 20 a?os se fue a Madrid para estudiar y tambi¨¦n -como el protagonista de la novela- para salir del pueblo. Prob¨®, aconsejado por su padre, la carrera de Magisterio. Acab¨® licenci¨¢ndose como profesor de Educaci¨®n F¨ªsica. Siempre le gust¨® correr, durante muchos a?os practic¨® el atletismo. Tambi¨¦n leer. Por entonces ya escrib¨ªa diarios. En Madrid, gracias a los nuevos amigos, pas¨® de leer el guion de Indiana Jones de la biblioteca de su pueblo a Georges Perec o Raymond Carver. A los 39 a?os le alcanz¨® un ¨¦xito impensado con Intemperie, una novela desolada ambientada en la Espa?a rural de unos imprecisos a?os 50 que narra la relaci¨®n de un ni?o que huye con un cabrero que le protege. Carrasco est¨¢ casado. Tiene dos hijos peque?os.
Esta Ll¨¦vame a casa, adem¨¢s de escarbar en las deudas contra¨ªdas entre padres e hijos, es tambi¨¦n un retrato de dos generaciones frente a frente, la de quienes nacieron en la guerra civil y perdieron la posguerra ¨Cy el coronavirus- y la de sus hijos, criados en el desarrollismo y la democracia. ¡°La vida adulta te permite ver a tus padres de una manera horizontal, sin tensiones, sin desaf¨ªos¡ El protagonista del libro descubre que su madre no es un personaje encapsulado destinada a amarle por encima de todo¡ No, ella tiene su vida¡±. Tambi¨¦n hay acercamiento por el otro lado: ¡°La madre tambi¨¦n aprende. Juan le ense?a que el mundo de fuera tambi¨¦n atrae, que ¨¦l ten¨ªa sus razones para irse, que eso no menoscaba el amor. No era tan dif¨ªcil hablar con franqueza con los padres despu¨¦s de todo, no todo era tan arquet¨ªpico¡±.
El ¨¦xito de Intemperie permiti¨® a su autor poder vivir de sus libros. Pero escond¨ªa tambi¨¦n un lado negativo: ¡°Eso tard¨¦ en asimilarlo. Tiene que ver, sobre todo, con esos factores de la escritura profesional que pueden limitar el desarrollo de la escritura en s¨ª: editorial, lectores, expectativas de los lectores y de uno mismo¡±.
Por eso, tal vez, en este nuevo libro, se volvi¨® sobre s¨ª mismo, sobre la necesidad de aprender a mirar y a ver a las personas y a las cosas que tenemos muy cerca: ¡°Lo importante en el libro sucede en una casa. Por eso la mirada es corta siempre. Eso es extrapolable. Qu¨¦ importa lo que pasa en Beirut, tu hijo tiene que ir al cole y est¨¢ lloviendo. De eso se han encargado las mujeres durante milenios. Y ya est¨¢ bien. Ya es hora de los hombres nos incorporemos a esas tareas y nos enriquezcamos con ellas. Que aprendamos con ellas. No compite preocuparte por tu hija, hacerle una coleta, con tu ¨¦xito profesional¡±. ?Y qu¨¦ se aprende con eso? ¡°Pues a vivir con intensidad, a estar a dos palmos de la cabeza de tu hija, a tocarte el pelo, a aprovechar ese d¨ªa para que tu hija te diga cu¨¢l es su peque?a preocupaci¨®n, su peque?o dolor. Lo que pase en Nueva York es importante, est¨¢ bien, el crack de Lehman Brothers nos afectar¨¢, pero est¨¢ all¨ª de momento. Mi hija sigue aqu¨ª y me necesita¡±.
Y mientras piensa en su hija, recuerda a su padre, el profesor de pretecnolog¨ªa, que muri¨® antes de que Jes¨²s Carrasco publicara Intemperie: ¡°Ahora tengo mil preguntas para hacerle. Sobre su vida, sobre mi vida. Es uno de los personajes centrales en la vida de todo ser humano, al que hay que hacerle la entrevista contante. Pero me queda mi madre¡±.
Observar el mundo con las manos
Cuando acabe la promoci¨®n de este libro, el escritor se encerrar¨¢ con un nuevo proyecto: ¡°Es un ensayo narrativo sobre mi experiencia con el trabajo manual, con los materiales¡±. El escritor se calla un momento y prosigue: ¡°Dicho as¨ª parece una manual de bricolaje, pero es una reflexi¨®n sobre la vida, el tiempo. Yo trabajo mucho con las manos¡±. Cuenta que acaba de arreglar un ordenador viejo: ¡°Con el t¨ªpico tutorial he conseguido repararlo. Tambi¨¦n me encargo de enlucir una pared si se est¨¢ cayendo, y me gusta mucho soldar¡±. Y a?ade: ¡°Es una herencia de mi padre. En mi casa no entr¨® nunca un electricista. Era una cuesti¨®n de orgullo. Pero es que, adem¨¢s, es una manera de prestar atenci¨®n a lo cercano. Este vaso que tenemos aqu¨ª te puede contar una historia anodina o una civilizaci¨®n entera. Yo observo mucho el mundo a trav¨¦s de las manos¡±.
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