Piotr Anderszewski, en perfecto desorden
El pianista polaco ofrece en Madrid una muy personal selecci¨®n, en forma y contenido, del segundo libro de ¡®El clave bien temperado¡¯, de Bach
Hace m¨¢s de veinte a?os, en su primera grabaci¨®n comercial (para una colecci¨®n de nuevos int¨¦rpretes del sello Harmonia Mundi), el pianista polaco Piotr Anderszewski inclu¨ªa la Obertura Francesa BWV 831 y la Suite francesa n¨²m. 5, BWV 816, de Bach. Luego llegaron otras obras del alem¨¢n (cuatro Suites inglesas y tres Partitas) y es ahora, reci¨¦n traspasada la cincuentena, cuando Anderszewski ha decidido enfrentarse a la fons et origo de la moderna literatura para los instrumentos de teclado: El clave bien temperado. Pero, como suele ser habitual en su carrera, el polaco lo ha hecho de una manera poco convencional.
Johann Sebastian Bach
'El clave bien temperado' (Segundo libro, selecci¨®n). Piotr Anderszewski (piano). C¨ªrculo de Bellas Artes (Madrid), 28 de febrero.
El clave bien temperado fue el principal instrumento pedag¨®gico de Bach. Lo que entonces era un experimento de componer piezas en todas las tonalidades mayores y menores contaba con el precedente incompleto de Ariadne musica neo-organoedum, de Johann Caspar Ferdinand Fischer, y el completo de la Organisten-Probe, de Johann Mattheson, aunque en ambos casos se trataba de piezas muy breves, cuando no de simples ejercicios (Prob-St¨¹cke, tal como los llam¨® el segundo). Pero Bach, que tom¨® prestado el t¨¦rmino ¡°bien temperado¡± de Andreas Werckmeister, elev¨® su propia tentativa a una dimensi¨®n enteramente nueva. Al tiempo que ense?aba a dominar un instrumento de teclado, consagraba y otorgaba carta de naturaleza a las veinticuatro tonalidades mayores y menores, y sustitu¨ªa el tradicional temperamento mesot¨®nico a fin de que la idea te¨®rica pudiera tener su correspondiente plasmaci¨®n pr¨¢ctica. Su hijo Carl Philipp Emanuel lo explic¨® inmejorablemente en el Obituario que redact¨® tras la muerte de su padre: ¡°En la afinaci¨®n de los claves, consigui¨® un temperamento tan correcto y puro que todas las tonalidades sonaban hermosas y agradables. No conoc¨ªa una sola tonalidad que, por mor de una afinaci¨®n impura, hubiera de evitarse¡±.
El ¨²nico manuscrito aut¨®grafo de Bach del segundo libro de El clave bien temperado (en cuya preparaci¨®n colabor¨®, en al menos cuatro preludios y fugas, su esposa Anna Magdalena) se encuentra en la British Library de Londres. La partitura no est¨¢ completa, porque faltan tres preludios y fugas (en Do sostenido menor, Re mayor y Fa menor), f¨¢cilmente suplibles con otras copias realizadas en el c¨ªrculo del compositor, pero constituye el ¨²nico testimonio directo que ha llegado hasta nosotros salido de mano de Bach de una de las obras capitales creadas durante su ¨²ltima d¨¦cada de vida. En la actualidad se encuentra muy lejos de sus hermanas de sangre, las p¨¢ginas que contienen el aut¨®grafo del primer libro, preservadas en la Staatsbibliothek de Berl¨ªn. Mientras que esta es una copia a limpio, inmaculada, con una portada cuidadosamente redactada por el compositor (cuya falsamente inocente cenefa superior explica, sin palabras, el c¨®mo y el porqu¨¦ de ambas colecciones), la de Londres revela las cicatrices de su larga gestaci¨®n, que se dilat¨® al menos entre 1738 y 1742, y en la que no faltaron revisiones y correcciones del compositor. El cotejo con otras fuentes primarias, realizadas en el entorno del m¨²sico y en algunos casos supervisadas por ¨¦l, corrobora la idea de que la obra experiment¨® constantes mutaciones y alteraciones, hasta el punto de acoger variantes significativas en copias refrendadas, al menos en apariencia, por el autor.
No hay muchos m¨²sicos aut¨¦nticos, congruentes hasta el final, y ¨¦l es, sin duda, uno de ellos
En uno y otro libro, Bach orden¨® las piezas en d¨ªpticos (id¨¦ntica t¨®nica en los modos mayor y menor) que van creciendo crom¨¢ticamente por la escala en sentido ascendente hasta llegar de nuevo al punto de partida: Do-Do sostenido-Re-Mi bemol-Mi-Fa... En sus Preludios, Fr¨¦d¨¦ric Chopin, que calific¨® El clave bien temperado de su ¡°pan cotidiano¡±, opt¨®, sin embargo, por conformar los d¨ªpticos recorriendo el c¨ªrculo de quintas (Do-Sol-Re-La-Mi...) y con las parejas formadas por una tonalidad mayor y su relativo menor: es decir, como primer pelda?o, Do mayor-La menor en vez de Do mayor-Do menor. Dmitri Shostak¨®vich, en sus geniales Preludios y fugas op. 87, la secuela moderna por antonomasia de la colecci¨®n bachiana, sigui¨® el ejemplo del polaco. Luego queda en manos del int¨¦rprete la decisi¨®n de si respetar la ordenaci¨®n original o, como propone Anderszewski, optar por una alternativa.
Al igual que en su reciente grabaci¨®n discogr¨¢fica para el sello Warner, el polaco se ha decantado en Madrid por las piruetas tonales: de La bemol mayor se pasa a Re sostenido menor, de Sol menor a Mi mayor, y de aqu¨ª a Sol sostenido menor. Nada que ver con la secuencia, semitono a semitono, de Bach, como una suerte de met¨®dico Gradus ad Parnassum. En el programa de mano (virtual) se indicaba que el concierto ser¨ªa interpretado ¡°sin pausa¡±, en referencia, hay que suponer, a que carecer¨ªa de intermedio, como es la pr¨¢ctica habitual en los ¨²ltimos meses a fin de evitar movimientos y reducir al m¨ªnimo la interacci¨®n social. Pero luego result¨® que Anderszewski se tom¨® esa ausencia de pausa al pie de la letra y toc¨® literalmente los nueve preludios y fugas sin un solo momento de resuello, como si estuviera escrito un attacca entre cada d¨ªptico, por un lado, y entre los dos integrantes de cada uno de ellos, por otro. Era como si oficiara, y nosotros asisti¨¦ramos a ella como testigos mudos, una ceremonia sagrada que no admitiera interrupci¨®n o distracci¨®n alguna. Como prueba fehaciente de que ha asimilado y hecho suya esta m¨²sica complej¨ªsima hasta sus ¨²ltimas consecuencias, Anderszewski toc¨®, adem¨¢s, de memoria. La gran pianista Elisabeth Leonskaja, presente en el concierto, estableci¨® una vez acabado una interesante comparaci¨®n entre su manera de retener la partitura y la de Andr¨¢s Schiff, que ha obrado tambi¨¦n la gesta de tocar en directo ambos libros de El clave bien temperado enteramente de memoria. Este ¨²ltimo lo hace porque posee una formidable memoria fotogr¨¢fica, defiende Leonskaja, mientras que el polaco se gu¨ªa por su o¨ªdo e interioriza plenamente la l¨®gica interna de la m¨²sica.
Tampoco tiene nada que ver el Bach puro y ortodoxo de Schiff con el imprevisible y heterodoxo de Anderszewski. No empez¨® bien el Preludio y fuga n¨²m. 1 (un a?adido a posteriori, porque no figuraba en el programa original), que son¨® r¨ªgido y poco fluido en la ac¨²stica sequ¨ªsima del teatro Fernando de Rojas. Ya entonces qued¨® claro que el polaco concibe preludio y fuga como partes independientes, porque nada tuvieron que ver el car¨¢cter y el tempo de uno y otra. La fuga fue decididamente r¨¢pida, mot¨®rica casi, por utilizar un t¨¦rmino que suele aplicarse a cierta m¨²sica para piano de Prok¨®fiev. Las cosas mejoraron sensiblemente en el Preludio y fuga n¨²m. 17, pero donde se alcanz¨® el nivel m¨¢s alto de todo el recital fue en el n¨²m. 8, en Re sostenido menor, donde vino a la memoria ¨Cy no cabe quiz¨¢ mayor elogio¨C el Bach ensimismado y casi susurrado de Sviatoslav Rijter. Repitiendo, como est¨¢ prescrito, sus dos secciones (como har¨ªa luego en los n¨²meros 9 y 18), el contrapunto a dos voces del preludio son¨® l¨ªmpido, l¨®gico, transparente, mientras que en la fuga posterior opt¨® por un tempo muy lento y un tono decididamente intimista, casi confesional, como si las cuatro voces que integran la fuga fueran otros tantos hilos sometidos en todo momento al grado justo de tensi¨®n, anud¨¢ndose o independiz¨¢ndose en funci¨®n de la escritura imitativa. Bastar¨ªan estos diez minutos para consagrar a Piotr Anderszewski como uno de los m¨¢s grandes int¨¦rpretes actuales de Bach al piano.
Enseguida volvieron, sin embargo, el tono algo enf¨¢tico y el uso casi constante del pedal, que emborronaron el Preludio y fuga n¨²m. 11, donde Anderszweski, segur¨ªsimo en todo momento, dej¨® entrever los ¨²nicos asomos dubitativos cerca del final del primero. La atm¨®sfera delicada reapareci¨® en el Preludio n¨²m. 22 y al comienzo de la fuga, cuyo inicio fue tocado con tanta levedad que las dos primeras notas apenas resultaron audibles, aunque en todo el tramo final (a partir del comp¨¢s 80, aproximadamente) la din¨¢mica aument¨® de forma muy acusada y quiz¨¢s innecesaria. En el n¨²m. 7 resurgieron tanto los acentos para subrayar la articulaci¨®n como una pulsaci¨®n afilada, mientras que en el 16 afloraron otra vez el orden y la nitidez, sobre todo en la fuga, extraordinariamente construida y sin perder impulso un solo momento. En el Preludio y fuga n¨²m. 9, abordado con un enfoque muy similar, se roz¨® la excelencia del n¨²m. 8. Para terminar, el n¨²m. 18, en Sol sostenido menor (extra?a tonalidad para concluir un recital), nos puso frente a las dos caras de Anderszewski: demasiado incisivo en el preludio, poco transparente a pesar de la escritura a dos voces, y hondamente reflexivo, casi filos¨®fico, en la fuga.
No es el polaco, que no acept¨® ser fotografiado durante el concierto, un pianista de los que encaja f¨¢cilmente con el mercado y sus reglas implacables. ?l va m¨¢s bien por libre y ha logrado cimentar su prestigio gracias a la coherencia de sus propuestas y porque es siempre fiel a su manera de ver la m¨²sica, ya se trate de Bach, de Mozart, de Schumann, de sus compatriotas Fr¨¦d¨¦ric Chopin y Karol Szymanowski, o de las Variaciones Diabelli de Beethoven, que han encontrado en ¨¦l a uno de sus m¨¢s personales int¨¦rpretes. Viendo y escuchando a Anderszewski, la sensaci¨®n predominante es que, m¨¢s que ante un gran pianista, que sin duda lo es, estamos ante un gran m¨²sico.
Id¨¦ntica sensaci¨®n hab¨ªa dejado pocas horas antes, la ma?ana del domingo, en el Auditorio Nacional, el clarinetista, compositor y director J?rg Widmann al frente de la Orquesta Nacional, impartiendo una lecci¨®n de congruencia y musicalidad y gan¨¢ndose claramente para su causa a m¨²sicos y p¨²blico por igual. Algo parecido sucedi¨® por la tarde con el pianista polaco, que agradeci¨® los aplausos sinceros del p¨²blico tocando el Preludio n¨²m. 12, confirmando que las componendas y los trucos sobre el escenario no van con ¨¦l. No hay muchos m¨²sicos aut¨¦nticos, congruentes hasta el final, y ¨¦l es, sin duda, uno de ellos.
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