Jos¨¦ Mar¨ªa Pou: ¡°Soy incapaz de hacer un personaje que no pueda asumir mil por mil¡±
El actor, que acaba de interpretar a Cicer¨®n, lleva 53 a?os en un oficio en el que se trata ¡°de agradar a otros¡±
Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, actor (Mollet del Vall¨¨s, Barcelona, 76 a?os), entraba hasta el domingo como un trueno en el escenario (una biblioteca) en el que ha interpretado, vestido de gentleman ingl¨¦s, la figura de Cicer¨®n (Viejo amigo Cicer¨®n, de Ernesto Caballero) en el Teatro La Latina de Madrid, dirigido por su amigo Mario Gas. Fuera de la escena, en el Caf¨¦ Gij¨®n, dice nada m¨¢s sentarse, sobre la vitalidad que marca su actuaci¨®n y su presencia, capaz de ser el protagonista de Moby Dick, un polic¨ªa nacional o este mito del pensamiento de todos los tiempos: ¡°Dice Michael Caine, que tiene casi tantos a?os como yo: ¡®Cada vez que me recoge el coche para ir al primer d¨ªa de rodaje estoy totalmente convencido de que al llegar me van a despedir. Y al finalizar la primera jornada siento que me han dado un d¨ªa de pr¨®rroga y que al d¨ªa siguiente, por fin, voy a quedarme sin trabajo¡±.
Pregunta. ?Eso le pasa a usted?
Respuesta. Tanto como eso, no¡ Cada vez que acaba una toma o un ensayo, los actores miramos directamente al director para buscar en su mirada la aprobaci¨®n o el desd¨¦n; ah¨ª sabes si realmente sigues o te van a despedir. Hay una relaci¨®n como de m¨¦dico y paciente con el director. Con un gesto te levantan o te hunden. Y pasas un miedo terrible.
P. ?Qu¨¦ ocurre cuando la reacci¨®n del director no le favorece?
R. Si lo dice claramente, no pasa nada. Lo malo es que hay directores que no saben dialogar con los actores. Con Mario Gas no sucede: viene de una tradici¨®n teatral enorme, y adem¨¢s es actor, y su mujer es actriz. No hay tantos que sepan tanto de la materia. El mundo del teatro se compone de unos actores fr¨¢giles que est¨¢n creando y descreando, y los buenos directores saben manejar eso.
P. ?Cu¨¢nto hay de esfuerzo en su oficio?
R. Much¨ªsimo, pero no de esfuerzo f¨ªsico. En mi caso, llevo 53 a?os en estado de alarma, continuamente tratando de agradar a otros, buscando la fuerza para aguantar muchos de los palos que te caen. Hay un esfuerzo que no se puede cuantificar: la memoria a la que te obliga un personaje nuevo. Es como aprenderse la gu¨ªa telef¨®nica, y adem¨¢s aprend¨¦rtela de modo neutral.
P. ?Y c¨®mo se transforma usted de Jos¨¦ Mar¨ªa Pou a Cicer¨®n, por ejemplo? No puede tomarse un brebaje para ser otro.
R. Ojal¨¢ pudiera. Cuando me proponen un personaje as¨ª el mundo se para a mi alrededor. Me fabrico una especie de mundo particular, y dentro de esa burbuja introduzco materiales externos, m¨²sicas de la ¨¦poca del autor. En el caso de Cicer¨®n, me leo todo lo que pueda acerca del personaje y de su obra. Ahora te ayuda esa maravilla que es internet, que te ofrece la m¨¢s variada bibliograf¨ªa. El actor es una esponja: yo me empapo de Cicer¨®n para ser Cicer¨®n. Cu¨¢ntas cosas no habr¨¦ le¨ªdo sobre ¨¦l, pero cuando me encargan que lo sea en el escenario ya todo me parece que se corresponde con la figura de mi personaje.
P. ?Y c¨®mo lo fue encarnado en usted mismo y luego en el escenario?
R. La obra no naci¨® para hablar de un personaje de la antigua Roma. Naci¨® para hablar de nosotros utilizando el pretexto de Cicer¨®n. Vivi¨® una etapa de crisis, el final de la Rep¨²blica y el principio del Imperio Romano, y se vio obligado a decidirse pol¨ªticamente en un momento determinado. Ernesto Caballero atendi¨® el encargo del Festival de Teatro de M¨¦rida, a partir de una idea que traje de Londres: que Cicer¨®n fuera un pretexto para hablar de nosotros y de hoy, de ahora mismo.
P. ?C¨®mo se les ocurri¨®?
R. Casi por casualidad. Mario y yo hab¨ªamos hecho S¨®crates, un ¨¦xito que nos sorprendi¨®. Cicer¨®n surge si piensas en la antigua Roma y en Julio C¨¦sar, el personaje m¨¢s teatral del mundo. Un pensador, un gran orador, que en un momento determinado se convierte en pol¨ªtico. Hay pocos que re¨²nan esas caracter¨ªsticas. Hab¨ªa le¨ªdo, adem¨¢s, las obras de Robert Harris reunidas en Imperium, donde Cicer¨®n es protagonista. Luego vi en Londres la versi¨®n teatral que de esa obra hizo la Royal Shakespeare Company. ?Nueve horas! ?Y hablaba, como aqu¨ª, de nosotros mismos! As¨ª que cuando nos proponen a Mario y a m¨ª un espect¨¢culo para M¨¦rida se me ocurre Cicer¨®n. Es alguien que entra por los ojos en cuanto piensas en hacer una reflexi¨®n sobre este momento. ?Se me llena la boca en escena cuando digo: ¡°Era un pol¨ªtico inteligente, culto¡±. Y cuando digo culto noto que pongo empe?o en lanzar una piedra hacia el p¨²blico, porque esa a?oranza me parece fundamental para reflexionar sobre nosotros y sobre este tiempo.
P. ?En qu¨¦ momento de la obra deja de ser Jos¨¦ Mar¨ªa Pou para ser Cicer¨®n?
R. Desde que entro en el escenario. Forma parte del oficio. Llego una hora y media antes, me visto del personaje. Y se produce una fusi¨®n rara. Cuando dicen: ¡°Jos¨¦ Mar¨ªa, cinco minutos y empezamos¡±, ya llevo mucho tiempo siendo Cicer¨®n, ya no soy Jos¨¦ Mar¨ªa. La gente se sorprende: ese Cicer¨®n es como un viejo profesor de Oxford, que se convierte autom¨¢ticamente en Cicer¨®n y se enfrenta a un estudiante que dormita en la biblioteca. En ese momento yo me quito la americana, para ahuyentar a unos cuervos. Le digo al chaval: ¡°Esas aves anuncian el final¡±. Ya entonces est¨¢ claro que soy Cicer¨®n.
P. Y cuando Cicer¨®n habla de pol¨ªtica, del dolor, de la muerte, ?es Pou tambi¨¦n quien lo dice?
R. Es imposible que no sea yo. As¨ª he concebido siempre el teatro. Soy incapaz de hacer un personaje y decir en el escenario cosas que no pueda asumir mil por mil. Acabo de hacer una obra, Justicia, en el Teatro Nacional de Catalu?a, de Guillem Clua, una revisi¨®n de la sociedad catalana, del pujolismo y de Banca Catalana. Yo hac¨ªa de un juez corrupto, y sab¨ªa que el p¨²blico procesaba lo que dec¨ªa como dicho por tal juez. Los actores somos los grandes embusteros, los grandes mentirosos, pero si¨¦ndolo con toda la verdad de que eres capaz.
P. En el caso de Cicer¨®n es alguien que piensa lo que usted sobre los s¨¢trapas de la actualidad.
R. El teatro es una tribuna de reflexi¨®n y aqu¨ª lo es en grado sumo. Le dice Cicer¨®n a Julio C¨¦sar, sobre su traici¨®n: ¡°Nos ha enga?ado a todos; le dimos el poder y ahora he descubierto que ya estaba pensando en convertirse en un dictador vitalicio, y eso va en contra de las libertades¡±. Ah¨ª era Cicer¨®n, pero era Jos¨¦ Mar¨ªa Pou recordando a todos los dictadores.
P. Al final mira al patio de butacas y exclama, como Cicer¨®n: ¡°Porque estoy convencido de que una vez reconocidos los derechos de cada individuo deber¨ªamos preguntarnos qu¨¦ podemos hacer todos juntos¡±.
R. Lo grito. Es lo que dice el texto. Pero lo digo yo, con todo mi ser, y lo digo para que se escuche hoy, y s¨¦ que eso, que hago fij¨¢ndome en el p¨²blico, lo digo en primera persona y s¨¦ que cae otra vez como una piedra inmensa en un lago inmenso, y soy feliz cuando lo termino de decir.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.