El ebanista de Vel¨¢zquez
Jos¨¦ L¨®pez de Nerva aplica t¨¦cnicas ancestrales para recuperar las puertas del siglo XVI y XVII de la casa natal del pintor sevillano
Jos¨¦ L¨®pez de Nerva (Nerva, Huelva, 1940) es el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena de ebanistas andaluces que se forja en Andaluc¨ªa en el siglo XI, cuando el famoso rey poeta Al-Mutamid se apresta a engrandecer la historia de Sevilla bajo las crujientes techumbres artesonadas del Real Alc¨¢zar de la ciudad. Eran maderas, muchas veces, que los llamados carpinteros de ribera ¡ªdenominados as¨ª por trabajar a orillas del Guadalquivir¡ª ¡°recog¨ªan en el mismo r¨ªo de los lastres que soltaban los barcos llegados de Centroeuropa y procedentes, en su mayor¨ªa, de territorios escandinavos¡±. Pepe L¨®pez ¡ªcomo prefiere que lo llamen¡ª lo explica desde la sabidur¨ªa que le otorgan siete d¨¦cadas de profesi¨®n. A sus 81 a?os, este ebanista estaba ya retirado, pero la llamada de Vel¨¢zquez, hace ahora dos, le hizo volver a empu?ar la gubia.
Disc¨ªpulo de uno de los imagineros m¨¢s c¨¦lebres de la historia reciente de Sevilla, Antonio Castillo Lastrucci (1878-1967), L¨®pez ha trabajado la madera desde que su padrastro, Manuel Cabrera de Figueroa, le ense?¨® el oficio y, con 11 a?os, ¡°en un enfado con ¨¦l¡±, se march¨® de aprendiz al taller de Lastrucci. A los 18 ya estaba preparado para ser enviado a restaurar las puertas del Patio de los Leones en la Alhambra de Granada. ¡°Vino un ministro de Franco a visitar las obras un d¨ªa y me quiso echar de all¨ª porque le parec¨ª un ni?o y pensaba que pod¨ªa estropear aquello¡±, bromea entre recuerdos.
¡°Vino un ministro de Franco a visitar las obras un d¨ªa y me quiso echar de all¨ª porque le parec¨ª un ni?o y pensaba que pod¨ªa estropear aquello¡±, bromea L¨®pez entre recuerdos
Tras una intensa vida doblegando la madera en los espacios patrimoniales m¨¢s destacados de la capital andaluza (desde la Catedral hasta el Palacio de Due?as), L¨®pez se ha reencontrado con el reto de devolverle a Sevilla su profundo conocimiento. As¨ª lo sinti¨® cuando, en verano de 2019, mientras paseaba por la ciudad, se top¨® con una representaci¨®n teatral que conmemoraba el d¨ªa del nacimiento de Diego de Silva y Vel¨¢zquez (en torno al 6 de junio de 1599), a las puertas de la casa natal del pintor sevillano. ¡°Desconoc¨ªa el proyecto de recuperaci¨®n de la casa y quise entrar a ver en qu¨¦ condiciones estaba aquel lugar, solo por curiosidad¡±, recuerda.
All¨ª encontr¨® lo que para L¨®pez puede ser calificado como un tesoro. De las 28 puertas que ten¨ªa la casa en el momento de la compra en 2018, unas ocho son originales del siglo XVII, ¡°e incluso del XVI¡±. ¡°Eso no significa que estuviesen en la casa en aquella ¨¦poca, sino que muy posiblemente fueron trasladadas hasta all¨ª desde otro sitio¡±, explica el maestro que, en los estertores de la restauraci¨®n de lo que va a convertirse en el centro de interpretaci¨®n y divulgaci¨®n de la vida y obra de Vel¨¢zquez, temi¨® ¡°que pudiera cometerse un crimen¡±.
T¨¦cnicas ancestrales
¡°Ya hab¨ªa algunas que estaban tan tocadas que me indign¨¦ y habl¨¦ con el director de la Casa Vel¨¢zquez, Enrique Bocanegra. Me compromet¨ª y asum¨ª el trabajo¡±, explica el ebanista desde su taller en la barriada de Palmete, donde trabaja con sus t¨¦cnicas ancestrales, huyendo de m¨¦todos modernos y, sobre todo, de la aplicaci¨®n de barnices que, asegura, desnaturalizan estas piezas. ¡°El barniz y la goma laca no llegan a Espa?a hasta siglos posteriores, hay que conocer la historia¡±, protesta L¨®pez.
¡±Vel¨¢zquez es el ¨²nico pintor capaz de dotar de eternidad todo lo que pinta¡±, explica el ebanista en su taller mientras apila listones que cargan siglos de historia. En uno de ellos muestra incluso los caprichos de esos carpinteros de ribera que rescataban le?os en el Guadalquivir. En las puertas de la Casa de Vel¨¢zquez hay, de hecho, se?ales de lo que podr¨ªan ser ¡°firmas de autor¡± de esos artesanos ribere?os: incisiones con una navaja que dibujan barcos y dejaban constancia, as¨ª, de la procedencia de la pieza. ¡°Todo esto se hubiera perdido y yo s¨¦ que puedo hacerlo bien¡±, constata este hombre que lamenta la p¨¦rdida de una profesi¨®n en un mundo ¡°cada vez m¨¢s industrializado, incapaz de llegar al alma de un mueble antiguo, que la tienen¡±. Solo hay que contemplar a Pepe L¨®pez en la penumbra de su taller y confirmar que es verdad.
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