Y Madame de Sabl¨¦ invent¨® la rese?a
El texto sobre el libro ¡®M¨¢ximas¡¯, de La Rochefoucauld, se public¨® en 1665 en la revista cient¨ªfica ¡®Journal des s?avans¡¯
Los or¨ªgenes de los g¨¦neros literarios suelen perderse en la noche de los tiempos. Pero ¨¦ste no es el caso de la rese?a, un g¨¦nero menor del que incluso sabemos la fecha exacta en que naci¨®. O, mejor dicho, la sabe Roberto Calasso, que le dedica un ensayo en C¨®mo ordenar una biblioteca (Anagrama, traducci¨®n de Edgardo Dobry).
Es recomendable distinguir entre cr¨ªticas y rese?as. Las primeras parecen tener vuelos m¨¢s elevados mientras que las rese?as, con menos ¨ªnfulas, se limitan a presentar, a ras de suelo, obras simplemente nuevas al p¨²blico lector. John Banville, por ejemplo, asegura pasarlo muy bien cerrando una modesta rese?a y dici¨¦ndose ¡°vaya, vaya, he fabricado una pieza buena y s¨®lida de carpinter¨ªa¡±. Eso estar¨ªa indic¨¢ndonos que la brevedad le permite a quien escribe una rese?a acercarse a la perfecci¨®n, mientras que una cr¨ªtica, aunque s¨®lo sea por su extensi¨®n o elevadas pretensiones, puede hacerse indomable.
Y eso s¨ª: cae siempre inevitablemente sobre cualquier rese?a la sombra de una sospecha. Seg¨²n Banville, si la escribes favorable se interpreta como un producto de la consabida red de amigotes, mientras que si te cargas el libro se percibe como envidia. Y nadie ha encontrado por ahora el modo de abolir esa sombra de sospecha que cruza por toda rese?a, el g¨¦nero que Calasso nos dice que naci¨® el 9 de marzo de 1665 en Par¨ªs cuando la revista cient¨ªfica Journal des s?avans (m¨¢s tarde rebautizada como Journal des savants) public¨® una breve nota literaria ¡ªmodelo de todas las rese?as que siguieron¡ª escrita por Madame de Sabl¨¦ sobre un libro que todav¨ªa hoy goza de indudable prestigio, las M¨¢ximas de La Rochefoucauld.
Madame de Sabl¨¦ y el autor de las M¨¢ximas eran amigos y la rese?a se la pas¨® ella previamente al propio La Rochefoucauld. No ha existido seguramente nunca un borrador tan sumamente elogioso en la historia de las rese?as, pero el elogiado, que aquel d¨ªa deb¨ªa estar en Babia o le causaron miedo las palabras de su amiga, censur¨® nada menos que la mejor frase de todas y rebaj¨® la fuerza de otras en su supuesto intento de ¡°mejorarlas¡±.
El sarc¨¢stico Sainte-Beuve comentar¨ªa dos siglos despu¨¦s con su proverbial malicia: ¡°La Rochefoucauld, que tan mal hab¨ªa hablado de los hombres, revisa su propio elogio para un diario; s¨®lo elimina lo que le disgusta¡±. En efecto, si la nota publicada por Journal des s?avans se compara con el borrador previo de Madame de Sabl¨¦, se observa que en su af¨¢n por ¡°mejorar¡± lo que ya era excelente, La Rochefoucauld se carg¨® la frase m¨¢s memorable de la rese?a, la que abr¨ªa espectacularmente el art¨ªculo: ¡°Es un tratado de los mecanismos del coraz¨®n humano, de los que se puede decir que han permanecido ignorados hasta este momento¡±. Nada m¨¢s radical y atrevido, comenta Calasso, se hubiera podido decir de las M¨¢ximas, pero el autor de las mismas no dud¨® en tachar aquella apertura. La Rochefoucauld fue el primer autor de la historia que se carg¨® una rese?a que le era bien favorable. Que sepamos, no ha sido muy imitada despu¨¦s su peculiar autolesi¨®n.
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