Herv¨¦ Le Tellier: ¡°Las distop¨ªas triunfan por su capacidad para reproducir el mundo irreal en el que vivimos ¡±
El ganador del Goncourt por ¡®La anomal¨ªa¡¯, uno de los ¨¦xitos de ventas de la temporada, conversa con su traductor espa?ol, escritor y compa?ero del colectivo OuLiPo, Pablo Mart¨ªn S¨¢nchez, sobre ciencia ficci¨®n y la literatura como juego
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Dentro de una semana exactamente, el 24 de junio de 2021, a las 19.03, aterrizar¨¢ en Nueva York un avi¨®n procedente de Par¨ªs. Nada del otro mundo si no fuera porque ser¨¢ el mismo vuelo, con la misma tripulaci¨®n y pasajeros, que ya lleg¨® el 10 de marzo a las 17.17. Es la espoleta de la sorprendente La anomal¨ªa, novela con la que Herv¨¦ Le Tellier (Par¨ªs, 64 a?os) se ha convertido en el segundo premio Goncourt m¨¢s vendido de la historia (tras Marguerite Duras) y que en Espa?a (Seix Barral; Edicions 62, en catal¨¢n) lleva ya cinco ediciones en castellano en apenas tres meses. Nada es azaroso en este miembro del m¨ªtico grupo experimental OuLiPo (acr¨®nimo franc¨¦s de Taller de literatura potencial, grupo de experimentaci¨®n literaria formado en 1960 que alienta el esp¨ªritu creador a partir de limitaciones formales; por ejemplo, contar una historia con ligeros matices 99 veces o hacer un relato empleando solo la letra ¡®e¡¯). De ah¨ª que el traductor al castellano sea Pablo Mart¨ªn S¨¢nchez (Reus, Tarragona, 44 a?os), asimismo autor de una particular trilog¨ªa sobre el yo que ha concluido con la dist¨®pica Diario de un viejo cabezota. Reus 2066 (Acantilado), en la que una pandemia obliga a evacuar toda la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, a lo que se resisten unos ancianos (entre ellos, el autor, con 99 a?os) que se atrincheran en su geri¨¢trico.
Mart¨ªn S¨¢nchez es el ¨²nico miembro espa?ol de OuLiPo. Junto a Le Tellier, particip¨® el jueves por la tarde en la sesi¨®n estrella del 11? festival literario Kosm¨®polis que organiza el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB). Antes, calentaron motores charlando para este diario sobre las distop¨ªas y la literatura como juego.
Pregunta. ?Es el auge actual de la ficci¨®n especulativa y las distop¨ªas, como no se hab¨ªa visto desde los a?os setenta, fruto del miedo del ser humano ante el futuro y ante s¨ª mismo por lo que est¨¢ haciendo?
Herv¨¦ Le Tellier. No es f¨¢cil responder a eso. En los a?os setenta no hab¨ªa la sensaci¨®n de una amenaza inminente como hoy, ni la progresi¨®n lenta hacia la barbarie, ni la sensaci¨®n de las dictaduras privadas de las tecnol¨®gicas. Hab¨ªa una esperanza en el futuro. Quiz¨¢ el ¨¦xito actual se deba a la capacidad de estas obras de reproducir el mundo irreal en el que vivimos, con el peso cotidiano de pantallas. Pero la distop¨ªa es tan vieja como la humanidad: est¨¢ en la Odisea o en Swift. La pandemia tambi¨¦n ha ayudado.
Pablo Mart¨ªn S¨¢nchez. Pero tanto t¨² como yo escribimos nuestras historias antes. Son g¨¦neros que vienen empujando ya en todo el siglo XX, que ha sufrido dos guerras mundiales: llevamos ya un tiempo mirando al futuro con miedo o suspicacia.
H. L. T. S¨ª, H.G. Wells mismo, a finales del XIX, que lo invent¨® casi todo: la mutaci¨®n gen¨¦tica, la guerra de mundos, la invisibilidad¡ Todo, excepto la virtualidad, elemento que precipitar¨¢ la literatura y el cine de ciencia-ficci¨®n. Otra cosa es si nuestros libros hubieran tenido este ¨¦xito sin la pandemia¡
Nunca hab¨ªa pensado en la caverna plat¨®nica como alegor¨ªa de las ¡®fake news¡¯, pero lo cierto es que cada vez cuesta m¨¢s distinguir lo real de lo falsoHerv¨¦ Le Tellier
P. M. S. En cualquier caso, siempre que escribimos sobre el futuro o el pasado lo estamos haciendo sobre el presente. Cuando hablamos del futuro hablamos de los miedos que tenemos en el presente. Da igual si es el miedo al doble, o a la simulaci¨®n. Yo hablo de mi doble con 99 a?os. La gran pregunta tuya es qui¨¦nes somos y la m¨ªa, hacia d¨®nde vamos. No s¨¦ si ser¨¢ el g¨¦nero que se adaptar¨¢ mejor para explicarnos el siglo XXI. Ursula K. Le Guin dec¨ªa que la ciencia ficci¨®n es la mitolog¨ªa del presente. Pero no creo que la explique mejor que la novela negra o la realista.
H. L. T. Limitar la ciencia ficci¨®n a un g¨¦nero es el error. Kafka, cuando escribe El proceso, es un autor de ciencia ficci¨®n; Orwell, tambi¨¦n, en 1984, con un universo donde proyecta los que cre¨® ya en Rebeli¨®n en la granja. Como Wells con La guerra de los mundos, la lucha de dos civilizaciones no deja de anticipar la guerra mundial. Son reflejos de comportamientos actuales. Ocurre lo mismo con El hombre en el castillo, de Philip K. Dick. En la ciencia ficci¨®n solemos creer que la ciencia est¨¢ en el centro, pero es aparente: en realidad es la humanidad y c¨®mo es capaz de reaccionar en situaciones excepcionales; y, en eso, a veces puede ser prof¨¦tica.
P. M. S. La buena ciencia ficci¨®n ir¨¢ a m¨¢s cuando los buenos autores se den cuenta de que les sirve para pasar un mensaje, es una nueva manera de ver el mundo actual y no solo hablo del calentamiento global, sino de las relaciones que de ello se derivan.
H. L. T. Ya est¨¢ ocurriendo: uno de los grandes defensores en Francia de Philip K. Dick es Emmanuel Carr¨¨re, que sabe que la ciencia ficci¨®n es un gran espacio de escritura para hablar de los retos humanos.
P. M. S. La distop¨ªa ha dejado de estar estigmatizada, hay un cambio de perspectiva: Bioy Casares negaba que La invenci¨®n de Morel fuera ciencia ficci¨®n. Ahora todos dicen que escriben ciencia ficci¨®n.
Cuando hablamos del futuro hablamos de los miedos que tenemos en el presente. Da igual si es el miedo al doble, o a la simulaci¨®nPablo Mart¨ªn S¨¢nchez
H. L. T. A ello ha contribuido mucho el cine, porque ha naturalizado el g¨¦nero: Kubrick, Ridley Scott¡ casi no hay un gran director de cine que no haya rodado alg¨²n filme de ciencia ficci¨®n. Ha habido como una liberaci¨®n. Pero es un g¨¦nero muy dif¨ªcil, m¨¢s de lo que parece. Zola, seguramente, no hubiera podido hacerlo, pero Malraux, Camus, Sartre, hubieran podido. Porque... ?qu¨¦ diferencia hay entre A puerta cerrada, de Sartre, y un episodio de Black Mirror?
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P. Quiz¨¢ los avances tecnol¨®gicos facilitan esta especie de alegor¨ªa de la caverna plat¨®nica; hoy todo parece facilitar las apariencias y el enga?o.
H. L. T. Nunca hab¨ªa pensado en la caverna plat¨®nica como alegor¨ªa de las fake news, pero lo cierto es que cada vez cuesta m¨¢s distinguir lo real de lo falso, caminamos hacia eso, gracias a la tecnolog¨ªa, pero a la vez nos beneficiaremos de un conocimiento de la realidad cada vez m¨¢s exacto, como usar gafas de realidad aumentada al entrar en un bar y saber c¨®mo es la gente y sus afinidades sexuales, por ejemplo, facilitando la interrelaci¨®n. Lo tecnol¨®gico no s¨¦ si nos permitir¨¢ ir m¨¢s all¨¢; a lo sumo, en cualquier caso, m¨¢s r¨¢pido.
P. ?Estos g¨¦neros permiten mayores juegos oulipianos?
H. L. T. La distop¨ªa es s¨®lo una forma del OuLiPo; los oulipianos hemos venido a demostrar que la historia es el¨¢stica. La distop¨ªa permite pensar en una cosa potencialmente; no hay contradicci¨®n entre la idea de potencial y la ciencia ficci¨®n, al contrario. La m¨¢quina del tiempo, de Wells, no deja de ser una idea oulipiana...
P. M. S. OuLiPo nace de la suma de la literatura y las matem¨¢ticas, por lo que la ciencia ficci¨®n, como tema de estudio, nos interesa.
H. L. T. Nos interesan la ciencia ficci¨®n y autores como Tolkien, que es pura creaci¨®n de universos: es la primera vez que alguien crea un universo propio con tanta coherencia. En cualquier caso, yo no me habr¨ªa atrevido a escribir La anomal¨ªa si no fuera oulipiano.
P. En sus dos novelas, hay cierta coincidencia en que solo los m¨¢s ricos se salvan de la distop¨ªa: en La anomal¨ªa, huyendo a islas blindadas al cambio clim¨¢tico; en Diario de un viejo cabezota, con una evacuaci¨®n de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica.
H. L. T. Eso no es ficci¨®n, estamos asistiendo a ese fen¨®meno; est¨¢ asumido que una selectiva parte de la sociedad, la ultrarrica, no quiere compartir el futuro com¨²n. El concepto de castillo no es una construcci¨®n de hoy; la ¨²nica diferencia es que hoy es un castillo tecnol¨®gico que se traduce en la posibilidad de huir a Marte. O en sistemas que permiten autoabastecerse de comida o lo que sea.
P. M. S. Eso creo que es ya un lugar com¨²n, solo un 3% de la poblaci¨®n podr¨ªa escapar¡
P. En La anomal¨ªa, adem¨¢s, la esperanza parece el peor de todos los males.
H. L. T. Porque eso de que ¡°seguro que encontraremos la soluci¨®n¡± nos permite pensar que podemos no actuar o hacerlo pasado ma?ana y seguir con los negocios de siempre. Para m¨ª, ya no estamos en eso: estamos en un coche en marcha fuera de la carretera, apretando el freno cuando ya ni tocamos el suelo. Mire con la pandemia: ya volvemos hoy a hacer lo mismo que antes.
Est¨¢ asumido que una selectiva parte de la sociedad, la ultrarrica, no quiere compartir el futuro com¨²nHerv¨¦ Le Tellier
P. M. S. Esa idea de la esperanza como algo negativo, peligroso, me fascina, como lo de enfrentarse al doble, como hacemos t¨² y yo.
H. L. T. El doble es insoportable porque implica la imposibilidad de la mentira; el doble exacto lo sabe todo de nosotros, nos proh¨ªbe la m¨¢s m¨ªnima suavidad para con uno mismo. Yo, en la novela, desaparecer¨ªa para dejarle espacio al otro; soy de los que piden perd¨®n cuando me golpean.
P. M. S. Yo habr¨ªa intentado colaborar con mi doble, escribir un libro a cuatro manos¡
P. ?Podemos ser una especie de videojuego de una civilizaci¨®n superior, como sugiere La anomal¨ªa?
H. L. T. No tenemos posibilidad de probarlo cient¨ªficamente; pero no es una hip¨®tesis absurda.
P. M. S. Lo parad¨®jico es que, si se probara con una simulaci¨®n, la propia simulaci¨®n invalidar¨ªa el conocimiento cient¨ªfico, ?no?
H. L. T. Una revista cient¨ªfica estadounidense supuestamente seria cifraba las posibilidades en un 47%. Es rid¨ªculo: ?por qu¨¦ esa cifra y no 48% o 46%? Curiosamente, nos tranquiliza eso m¨¢s que si hubiera sido un 51%. Rid¨ªculo, ?verdad?
Ciencia ficci¨®n sin cors¨¦s

Entre otros, la culpa es de astros como Maggie O¡¯Farrell, autora de una de las novelas de la temporada, Hamnet, que ser¨¢ de los escasos participantes que intervengan de manera telem¨¢tica (jueves 17, 19.30). Lo har¨¢ despu¨¦s de que la autora de ciencia ficci¨®n y ensayista Kameron Hurley (La brigada de luz, La revoluci¨®n feminista 'geek') debata con el escritor V¨ªctor Garc¨ªa Tur, especialista en visiones no humanas en la narrativa (jueves 17, 18.00).
Ted Chiang, sin embargo, es quien ha levantado m¨¢s expectativas. El nuevo Isaac Asimov, coleccionista de galardones del g¨¦nero (cuatro N¨¦bula, tres Hugo¡) intentar¨¢ dar de nuevo (viernes 18, 19.00) respuestas a los grandes dilemas morales y filos¨®ficos, como ya aplica en sus reconocidos relatos de Exhalaci¨®n. El polifac¨¦tico Pau Riba cerrar¨¢ ese d¨ªa intercambiando pareceres con el primer c¨ªborg,?Neil Harbisson, pespunteado con poemas de N¨²ria Mart¨ªnez-Vernis (21.30).
El futuro de ?frica saldr¨¢ de la conversaci¨®n (s¨¢bado 19, 19.30) entre dos de las mejores plumas del continente, Mia Couto (Trilog¨ªa de Mozambique) y Jos¨¦ Eduardo Agualusa (Teor¨ªa general del olvido), que no temen usar la llave del realismo m¨¢gico para hablar de confinamientos f¨ªsicos y espirituales y traducir sue?os; es algo parecido a lo que har¨¢n esa misma tarde con relaci¨®n a Am¨¦rica Latina Ver¨®nica Gerber, Fernanda Tr¨ªas y Giovanna Rivero (20.00).
Kosm¨®polis no dejar¨¢ rinc¨®n por explorar. Se ver¨¢ en la clausura del domingo, con Robert Macfarlane, intr¨¦pido espele¨®logo de una docena de parajes del subsuelo terr¨ªcola en su libro Bajotierra (12.30). Las se?ales que en la superficie han dejado los meteoritos al caer es la raz¨®n de ser del documental Fireball: Visitors From Darker Worlds, ¨²ltimo trabajo de Werner Herzog. El creador de Fitzcarraldo charlar¨¢ (19.00) con el vulcan¨®logo Clive Oppenheimer. Pura ciencia y ficci¨®n.
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