En Nicaragua no hay m¨¢s revoluci¨®n
Daniel Ortega y Rosario Murillo hundieron y destruyeron lo que cost¨® la sangre de miles de sandinistas
En mi poema ?ltimo aniversario de la revoluci¨®n cuento la historia de unos pantalones caqui, un trofeo del d¨ªa que derrotamos al dictador Somoza y entramos a Managua. Ese d¨ªa en 1979, que tantas veces imagin¨¦ imposible, tom¨¦ esos pantalones de unas instalaciones militares al lado de su b¨²nker. Decenas de j¨®venes que ¨¦ramos, sucios y sudados, llegamos a un cuarto lleno de uniformes en estantes, y tomamos pantalones y camisas para cambiarnos felices, riendo. Recordaba una pareja bes¨¢ndose sobre el mont¨ªculo de ropa desechada. ¡°Toda esa escena viene a mi memoria / Dulce, m¨¢gica, velada de nostalgia / al tocarme la pierna caminando hacia la plaza¡±
Ahora, a menudo, siento verg¨¹enza de la piltrafa en la que se ha convertido el sandinismo que un d¨ªa cre¨® tanta esperanza. Los j¨®venes de hoy en Nicaragua hablan de la revoluci¨®n con desprecio y nos culpan y hasta insultan a los que la hicimos. No importa que hace a?os, desde 1993, ¨²ltimo congreso del FSLN tras la derrota electoral de 1990, muchos de nosotros decidi¨¦ramos, con el dolor con que se decide romper con la familia, que no pod¨ªamos continuar respaldando las manipulaciones e ideas de Daniel Ortega para hacerse con el partido y despojarlo de su esencia. Ortega nos acus¨® de traidores y vendidos al imperialismo. Con la autoridad que le concedimos y el sentimiento de derrota que, a menudo, lleva a proteger al derrotado, manipul¨® a muchos y minti¨® para convertirnos en parias, en enemigos jurados.
Frente a nuestras demandas de democracia interna, de jugar un papel constructivo con el 42% de votos ganados y nuestra representaci¨®n en la Asamblea Nacional, si es que quer¨ªamos regresar al poder, ¨¦l decidi¨® ¡°gobernar desde abajo¡±. Organiz¨® asonadas, huelgas (prohibidas durante la revoluci¨®n) e hizo lo posible por desestabilizar el Gobierno de Chamorro. De poco le sirvi¨®. Perdi¨® las siguientes tres elecciones. Su ambici¨®n de poder lo llev¨® entonces a entendimientos serviles con la Iglesia Cat¨®lica. La bancada sandinista supli¨® los votos para prohibir el aborto terap¨¦utico en Nicaragua, derecho de las mujeres en riesgo por sus embarazos desde el siglo XIX.
Ortega y su mujer s¨²bitamente descubrieron que les era ¨²til cubrirse con el mantra religioso. Se casaron por la iglesia. Sus discursos empezaron a invocar a Dios y la Virgen. Como jefa de propaganda sagaz, Rosario Murillo cambi¨® los colores del FSLN, import¨® las consignas de amor y paz de los hippies, mientras su marido hac¨ªa un pacto de liberar a un presidente corrupto a cambio de que votara en la Asamblea por reducir el porcentaje de votos necesario para ganar en primera vuelta, del 45% al 35% y se dividieran el manejo de los poderes del Estado.
El sandinismo se fue convirtiendo en una burla de s¨ª mismo. Cuando lograron ganar con 38% de los votos en 2007, yo tuve la clara intuici¨®n de que nunca m¨¢s dejar¨ªan el poder. Era un espect¨¢culo ver la metamorfosis del sandinismo, la usurpaci¨®n que hicieron de la m¨²sica de protesta de Carlos Mej¨ªa Godoy, a pesar de sus reclamos, para que sonara en sus m¨ªtines. Cada 19 de julio deten¨ªan el transporte colectivo de toda la ciudad, para que los buses transportaran a sus seguidores y la plaza de decoraci¨®n esot¨¦rica, se llenara de banderas, mientras ¨¦l y ella, jubilosos, se mostraban como herederos de la gloria de una revoluci¨®n que ya no ten¨ªa m¨¢s realidad que esas escenograf¨ªas rimbombantes.
De 2007 a 2018, hubo relativa libertad, a pesar de varios asaltos a medios de comunicaci¨®n y la compra de las principales televisiones que ahora manejan sus hijos. Ortega y Murillo quietamente extend¨ªan sus tent¨¢culos. Desmantelaron las instituciones, cambiaron los estatutos del ej¨¦rcito y la polic¨ªa para hacerlas s¨²bditas de Ortega, eliminaron cuadros del partido que eran cr¨ªticos, aisl¨¢ndolos o sustituy¨¦ndolos por leales y obedientes personajes.
Siguieron alimentando su imagen de ser de izquierdas, mientras continuaban pol¨ªticas neoliberales y se aliaban con el gran capital, prometi¨¦ndoles ¨¦xito mientras no se involucraran en pol¨ªtica. Cuando lleg¨® el t¨¦rmino de su mandato, Ortega logr¨® que sus fieles en la Corte Suprema violentaran la Constituci¨®n que prohib¨ªa la reelecci¨®n. M¨¢s tarde, cuando mediante un fraude electoral se hizo con el n¨²mero exacto de diputados para poder cambiar la Constituci¨®n, estableci¨® la elecci¨®n indefinida. Tambi¨¦n violent¨® la Constituci¨®n nombrando a su esposa vicepresidenta. Hasta la explosi¨®n de rebeld¨ªa popular en 2018, marido y mujer hab¨ªan abarcado tal poder que eran como monarcas. El Estado era ellos.
El descontento popular empez¨® a hacer olas en 2013 cuando, en el plazo de una semana, la Asamblea Nacional dominada por Ortega aprob¨® brindarle a un oscuro empresario chino una concesi¨®n para construir un canal interoce¨¢nico. La ley ced¨ªa los derechos de soberan¨ªa del pa¨ªs sobre el territorio que ocupar¨ªa el supuesto canal y significar¨ªa la expropiaci¨®n de las tierras de cientos de campesinos. Estos se organizaron y montaron m¨¢s de 99 manifestaciones. Sus intenciones de llegar a la capital a expresar su negativa a entregar sus tierras fueron impedidas con violencia por la polic¨ªa del r¨¦gimen que pensando que ¡°ojos que no ven, coraz¨®n que no siente¡± aislaban sus luchas del resto del pa¨ªs. Esas demostraciones campesinas fueron el preludio de la rebeli¨®n de abril de 2018.
El andamiaje de su espejismo de que eran amados y populares se derrumb¨® en abril de 2018 cuando una reforma a la ley del seguro social origin¨® protestas de los j¨®venes por el impuesto del 5% para las pensiones de sus abuelos. Grupos peque?os que se manifestaron el 18 de abril fueron vapuleados con extrema violencia por motoristas y otros sujetos vestidos con camisas coloridas que proclamaban amor y paz. Los tel¨¦fonos celulares de los manifestantes grabaron la paliza que se difundi¨® por las redes sociales. Los j¨®venes se refugiaron en las Universidades y francotiradores del r¨¦gimen empezaron a segar la vida de los estudiantes. Las escenas horripilantes se suced¨ªan unas a otras. Alvarito Conrado, un jovencito de 15 a?os que llevaba agua a los universitarios, fue herido de bala en el cuello y su quejido ¡°no puedo respirar¡± grabado en la pantalla de un celular, estremeci¨® a la poblaci¨®n. Cuando se supo que hab¨ªa muerto porque los hospitales ten¨ªan orden del gobierno de no recibir heridos de las protestas, la rabia popular se desbord¨®. El pa¨ªs entero se alz¨®.
Rosario y Daniel acusaron a los miles que salieron a manifestarse en las calles, los que cortaron carreteras en todo Nicaragua, personas de todos los estratos sociales que demandaban su renuncia, de orquestar un golpe de Estado con dinero del imperialismo. En su Operaci¨®n Limpieza en mayo, junio y julio, 328 personas fueron asesinadas, hubo 2.000 heridos y 100.000 personas salieron al exilio.
En septiembre de 2018 ante la no claudicaci¨®n de las protestas, las prohibieron. Impusieron un estado de excepci¨®n no declarado que dura hasta hoy. La represi¨®n calm¨® la agitaci¨®n, pero la cercan¨ªa de elecciones que deber¨ªan tener lugar el 7 de noviembre de este a?o, y una oposici¨®n decidida a competir por el poder, acab¨® de trastornar a Ortega y su esposa. Sin apoyo popular sab¨ªan que no pod¨ªan permitir elecciones libres y observadas. Y en junio de este a?o, con una guada?a, se han dedicado a segar y encarcelar a quienes en su paranoia consideran responsables. Desde candidatos electorales, hasta h¨¦roes sandinistas como Dora T¨¦llez, Hugo Torres y V¨ªctor Hugo Tinoco, hasta el periodista Miguel Mora, que ya tuvieron preso, hasta el allanamiento de la casa de Carlos Fernando Chamorro, nuestro gran periodista, premio Ortega y Gasset 2021. Parece que han entrado en una espiral desatada, sin que nada les importe.
Quienes hicimos la revoluci¨®n renegamos de estas acciones. Negamos la Gran Mentira de que Estados Unidos haya estado detr¨¢s de estas protestas. Ortega y Murillo hundieron y destruyeron lo que nos cost¨® la sangre de miles. No hay m¨¢s revoluci¨®n. No hay m¨¢s izquierda en Nicaragua. Quienes afirmen que la hay, est¨¢n respaldando a un tirano con m¨¦todos estalinistas. Nicaragua sigue siendo el segundo pa¨ªs m¨¢s pobre de Am¨¦rica Latina. El dinero de Venezuela (500 millones al a?o por nueve a?os), lo usaron a su discreci¨®n Ortega y Murillo. No hay transparencia, hay injusticia, hay incontables violaciones de los derechos humanos. A los espa?oles que a¨²n apoyan a Ortega les digo: sean responsables. Lean. Vean. Y no sigan apostando por Francos, solo porque enarbolan una bandera rojinegra que dej¨® de pertenecerles hace d¨¦cadas.
Gioconda Belli es novelista y poeta.
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