Valeriano Bozal: ¡°El franquismo ha reaparecido como una sombra cada vez m¨¢s amenazadora¡±
El historiador del arte publica su memoria personal y considera que har¨¢n falta ¡°muchos a?os¡± para eliminar los efectos de la dictadura en la sociedad espa?ola
Valeriano Bozal (Madrid, 80 a?os) ha publicado Cr¨®nica de una d¨¦cada y cambios de lugar (Antonio Machado Libros) , su memoria personal, que en algunos casos se refiere a su propia vida pero en realidad es el recuento de su generaci¨®n, que ¨¦l considera presa de la sensaci¨®n de que habita una prehistoria que no acaba de clausurarse y que proviene de la memoria de la dictadura. Ha sido catedr¨¢tico de Historia del Arte Contempor¨¢neo de las dos grandes universidades de Madrid y ha escrito libros sobre Goya, Vermeer o Brueghel, entre otros, una obra que incluye su Necesidad de la iron¨ªa (1999). Esta entrevista se llev¨® a cabo a trav¨¦s del correo electr¨®nico.
Pregunta. Su memoria escrita da la impresi¨®n de que todo lo tiene en la cabeza, hasta el tiempo presente.
Respuesta. No he escrito un libro de historia, no he consultado ahora muchos de los le¨ªdos, tampoco archivos y documentos, solo he pretendido contar mi experiencia, del modo m¨¢s sencillo, como si fuera una comunicaci¨®n oral. Por lo general, los libros de historia que estudian la dictadura analizan la actividad de los partidos y grupos, la actividad pol¨ªtica, y hacen bien, pero mi experiencia incluye relaciones personales, trabajo, lecturas, amistades, etc¨¦tera. Aquel fue un tiempo mutilado y he deseado que ese rasgo salga a la luz. Por mi edad todo el pasado es distante, incluso el presente es distante, sin embargo est¨¢n, a la vez, ah¨ª, no ante m¨ª sino en m¨ª.
Por mi edad todo el pasado es distante, incluso el presente es distante, sin embargo est¨¢n, a la vez, ah¨ª, no ante m¨ª sino en m¨ª
P. Da la impresi¨®n de que todo eso ocurri¨® en una prehistoria clausurada. ?Tuvo usted esa impresi¨®n mientras escribi¨®?
R. No he podido cerrar el tiempo de aquello que sucedi¨®. ?Cu¨¢ndo termin¨®?, ?con el estado de excepci¨®n, la muerte de Carrero o la de Franco, con la Transici¨®n, ahora? Es algo as¨ª como un continuo de momentos que no puede cerrarse, lo que produce una extra?a y en ocasiones desoladora sensaci¨®n: un pasado presente. Presente en nuestra memoria, en las instituciones, valores, juicios, emociones. La prehistoria que vivimos no est¨¢ clausurada, aunque lo pareciera, aunque todos los d¨ªas se nos diga lo contrario.
P. ?Qu¨¦ mensajes le env¨ªan esas vidas que usted comparti¨®?
R. En los a?os sesenta Jos¨¦ Mar¨ªa Moreno Galv¨¢n era el cr¨ªtico de arte m¨¢s importante en nuestro pa¨ªs. En diversas ocasiones fue detenido y multado. Neg¨¢ndose a pagar las multas, la polic¨ªa proced¨ªa a embargar sus bienes y como no pod¨ªa embargar los que eran ¨²tiles de trabajo, embargaba los dom¨¦sticos, lavadora, radio, libros de entretenimiento, objetos considerados decorativos, joyas, etc¨¦tera. Hay dos ense?anzas ah¨ª. La resistencia, la capacidad de resistir, es una de las pautas de comportamiento que recuerdo con toda claridad. Hacerlo, adem¨¢s, sin dramatismo alguno, como lo propio y adecuado de un comportamiento normal. Por lo que hacen los polic¨ªas, la intenci¨®n de impedir cualquier normalidad, de acosar no solo en el ¨¢mbito de la vida pol¨ªtica, tambi¨¦n en la privada, dom¨¦stica, hasta hacerla irrespirable. No se puede decir quien gan¨®, Moreno Galv¨¢n siempre pudo respirar.
La prehistoria que vivimos no est¨¢ clausurada, aunque lo pareciera, aunque todos los d¨ªas se nos diga lo contrario.
P. El franquismo parec¨ªa un tiempo derrotado. Y ahora parece que se recupera.
R. No creo que el franquismo haya sido un cuerpo extra?o en nuestra historia, forma parte de ella, se sirve de los instrumentos que nuestra historia ha creado y de la leyenda o leyendas sobre las que se ha apoyado, una historia manipulada que solo ahora, en manos de nuevos historiadores, empieza a ser conocida, aunque sus libros no hayan llegado a las capas m¨¢s amplias de la poblaci¨®n. Los instrumentos de la dictadura son conocidos: autoritarismo, represi¨®n y violencia, jerarqu¨ªa, intervenci¨®n en todos los aspectos de la vida. Son los instrumentos de los que se ha servido el poder a lo largo de siglos. Creo que esa es la raz¨®n por la que ha reaparecido, como una sombra cada vez m¨¢s amenazadora, est¨¢ inculcado en una gran parte del cuerpo social, han sido muchos a?os de dictadura, y ser¨¢n muchos los a?os necesarios para eliminar sus efectos. No soy optimista. El que con notable eufemismo se denomina ¡°problema territorial¡±, Catalu?a y Euskadi, pero tambi¨¦n Galicia, no es un problema actual, es una cuesti¨®n hist¨®rica que afecta a la construcci¨®n misma del Estado y que no se puede resolver al modo tradicional, mediante la violencia. La sombra del franquismo es una amenaza que desaparecer¨¢ dif¨ªcilmente.
El Estado debe atender a la cultura, procurar que todo el mundo tenga acceso a ella, como a la educaci¨®n, pero no debe intervenir en ella
P. J¨®venes pol¨ªticos iniciaron hace a?os una demolici¨®n de la Transici¨®n. ?C¨®mo enfrenta ahora ambos fen¨®menos, la Transici¨®n y ese intento de demolici¨®n?
R. No me siento capaz de juzgar la Transici¨®n; por una parte se logr¨® construir un sistema democr¨¢tico donde y cuando parec¨ªa de todo punto imposible, por otra, la amnist¨ªa perdon¨® todo tipo de cr¨ªmenes y de violencia. En Espa?a no ha habido ninguna ¡°comisi¨®n de la verdad¡± o cosa parecida. Quiz¨¢ no era posible crearla, no lo s¨¦. Seguramente la presi¨®n de los llamados poderes f¨¢cticos ¡ªej¨¦rcito, polic¨ªa, judicatura, iglesia, etc¨¦tera¡ª era demasiado intensa. No lo s¨¦, lo supongo. De cualquier manera, la herencia de la dictadura es muy profunda y no es f¨¢cil que desaparezca, si es que ello es posible.
P. ?Cree que ha habido un exceso de influencia de lo oficial en la cultura?
R. En el pasado exist¨ªa una cierta autoridad intelectual que la sociedad y la cultura de consumo han eliminado casi por completo. Cuando no exist¨ªan libertades, la expresi¨®n intelectual era una forma de libertad basada en la independencia de quien se expresaba. Hoy creo que eso no es posible, hablar de ¡°magisterio intelectual¡±, un t¨¦rmino que se dec¨ªa sin sonrojo, resulta hoy incluso rid¨ªculo. Los poderes p¨²blicos han intervenido en la producci¨®n y difusi¨®n de la cultura ¡ª?cu¨¢ndo no han intervenido?¡ª, pero en mi opini¨®n ha sido la sociedad de consumo la que ha transformado estos ¨¢mbitos. Este es un proceso que no creo que vaya a retroceder. No soy un apocal¨ªptico, me parece necesario lograr procedimientos para que se imponga el rigor y la cr¨ªtica tenga un alcance efectivo. Cuando veo a fil¨®sofos y fil¨®sofas que dicen publicar libros de filosof¨ªa que son m¨¢s de autoayuda que otra cosa, me parece irritante: los medios les dedican p¨¢ginas para mostrar una originalidad de la que, fuera del espect¨¢culo, carecen. En un pa¨ªs que tiene tan poca tradici¨®n cr¨ªtica como el nuestro este es un proceder habitual.
Cuando veo a fil¨®sofos y fil¨®sofas que dicen publicar libros de filosof¨ªa que son m¨¢s de autoayuda que otra cosa, me parece irritante
Cuando fui presidente del Patronato del Reina Sof¨ªa llegu¨¦ a una conclusi¨®n que mantengo: el Estado debe atender a la cultura, procurar que todo el mundo tenga acceso a ella, como a la educaci¨®n, pero no debe intervenir en ella, no debe dirigirla ni usarla como elemento de propaganda. Siguiendo con el ejemplo, en el patronato del museo tiene que haber representantes del Estado, el ministro o la ministra, el director o la directora general, etc¨¦tera, pero el n¨²cleo de la instituci¨®n ha de contar con un grupo de profesionales que tomen decisiones consensuadas, que act¨²en como los que son, directores del museo, con la responsabilidad que eso conlleva. Las instituciones culturales no tienen por qu¨¦ aceptar el espect¨¢culo y el consumo. Su responsabilidad es determinante, no son medios de comunicaci¨®n, tampoco de propaganda.
P. ?Qu¨¦ le estimula de lo que sucede? ?Y qu¨¦ le aturde?
R. Me aturden la corrupci¨®n y la brutalidad. Ambas son una herencia de la dictadura. La normalidad con la que act¨²an los corruptos y el amparo que encuentran en sus propias organizaciones, la falta de dignidad y la miseria moral. No s¨¦ c¨®mo pueden soportarse a s¨ª mismos. La brutalidad la vemos en la calle, ahora ya, tambi¨¦n, en el parlamento y en los medios, parece mentira, pero es un ¡°recurso¡± de la pol¨ªtica. Me estimula la posibilidad de que ambas, corrupci¨®n y brutalidad, lleguen a desaparecer.
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