Novelas frente al mar
Para Hemingway y Melville el mar era la libertad. Para Lezama Lima era barroquismo y lentitud. Para Carpentier el misterio, como tambi¨¦n lo fue para Poe
Habr¨¢ unas 500 novelas memorables, escritas en franc¨¦s, alem¨¢n, ruso, italiano e ingl¨¦s que hablan del para¨ªso en la Tierra, que hablan de mansiones frente al mar, de veranos interminables y de las pasiones que esos veranos propulsan. Novelas o dramas escritos desde el siglo XVI hasta nuestros d¨ªas, desde La tempestad de Shakespeare hasta Diario de un n¨¢ufrago de Garc¨ªa M¨¢rquez. Porque el mar tiene el poder de elevar la vida humana. Por eso la gente viene a Espa?a. Por eso la gente tambi¨¦n va a Cuba.
Hay dos novelas cubanas que me rompieron en su d¨ªa el coraz¨®n. Una es Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier, y la otra es Paradiso, de Jos¨¦ Lezama Lima. Las dos son novelas muy cubanas, pese a que la primera sucede en Venezuela. Las dos son identidad cubana. ?C¨®mo un pa¨ªs tan peque?o como Cuba ha producido tantas novelas extraordinarias, tantas obras maestras insoslayables? Tal vez porque toda Cuba es una casa frente al mar y un grito de identidad moral y pol¨ªtica que asombr¨® al mundo.
Si est¨¢s al lado del mar parece que est¨¢s al lado de la vida. Al lado del mar las noticias del mundo, las iras de Twitter, las fotos de Instagram y los mensajes de Facebook se vuelven accesorios y prescindibles. Nunca me he llevado el m¨®vil a la playa. Pero s¨ª novelas. Hace unos d¨ªas me puse a releer El viejo y el mar en la famosa playa de M¨®nsul, en Almer¨ªa, playa que utiliz¨® Spielberg para la segunda entrega de Indiana Jones. Una playa se hace famosa si sale en una pel¨ªcula o en una novela. Para Hemingway y tambi¨¦n para Melville el mar era la libertad. Para Lezama Lima era barroquismo y lentitud. Para Carpentier el misterio, como tambi¨¦n lo fue para Poe. Para Virginia Woolf el mar eran olas llenas de palabras humanas.
Mientras releo a Hemingway contemplo c¨®mo unos veraneantes construyen en primera l¨ªnea de la playa de M¨®nsul tres carpas en paralelo. Son hombres y mujeres de unos treinta o treinta y cinco a?os. Tienen beb¨¦s. Se construyen una mansi¨®n de pl¨¢stico. Habilitan dos mesas plegables y all¨ª colocan comida y bebida. Es un triunfo de la clase media espa?ola. Parece un triunfo de la imaginaci¨®n. Nunca tendremos un palacio frente al mar, pero con un poco de ma?a po¨¦tica y con buenas tiendas de campa?a compradas por internet a m¨®dicos precios podemos edificar un peque?o para¨ªso mesocr¨¢tico.
Eso pudo alguna vez ser el comunismo cubano, pienso yo. Y me acuerdo del d¨ªa que visit¨¦ en La Habana las casas museos de Alejo Carpentier y de Lezama Lima. Me acuerdo de que en la casa museo de Carpentier se exhib¨ªa una carta a Fidel Castro en la que el escritor donaba el monto econ¨®mico del premio Cervantes, que acababa de recibir, a la causa de la revoluci¨®n. Las casas, los hombres, las revoluciones se desgastan, se pierden y desaparecen, pero el mar y las novelas permanecen.
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