¡®Claroscuro¡¯, el duro ajuste de cuentas de una actriz blanca con sus ra¨ªces negras

En el cl¨¢sico de los a?os cincuenta Imitaci¨®n a la vida, Douglas Sirk apuntaba directo al tu¨¦tano del racismo en Estados Unidos a trav¨¦s de la relaci¨®n entre la madre negra que interpretaba la inolvidable Juanita Moore y su hija de tez blanca, Sarah Jane (Susan Kohner). El tormento que volc¨® Sirk en aquel v¨ªnculo maternofilial a¨²n se mantiene inalcanzable como cumbre melodram¨¢tica: el rechazo de la hija a su propia sangre, su desesperado empe?o en ocultar su raza e identidad, el insoportable dolor de ambas mujeres.

El debut en la direcci¨®n de la actriz brit¨¢nica Rebecca Hall no es un melodrama a lo Sirk, aunque su delicada e introspectiva lectura en blanco y negro del mismo conflicto racial parezca su reverso. A trav¨¦s de la adaptaci¨®n de la novela Passing, publicada en 1929 por la autora del movimiento Renacimiento de Harlem Nella Larsen, Hall narra la historia de dos amigas de infancia agraciadas con el envenenado salvoconducto de la piel clara cuyos destinos opuestos acaban por chocar. El resultado es un drama intimista sobre el color, sus matices y la amistad que le vale a Hall para bucear en los dilemas de su propio pasado familiar.

La hija de Peter Hall, una de las grandes figuras del teatro brit¨¢nico, fundador de la Royal Shakespeare Company y director del Royal National Theatre, parec¨ªa tenerlo todo menos algo sustancial: la verdad de su propia madre, la cantante de ¨®pera estadounidense Maria Ewing, una mujer cuya piel blanca le permiti¨® durante a?os mantener una esquiva y equ¨ªvoca relaci¨®n con sus ra¨ªces afroamericanas.

Claroscuro es por todo esto una pel¨ªcula tan emocional como sobria y huidiza, un ajuste de cuentas cuya ambigua frialdad redobla su dureza. Fotografiada con una luz capaz de trasladar al espectador a un mundo cercado por los prejuicios y el miedo, se trata de una elegante pel¨ªcula de ¨¦poca situada en el Harlem anterior a la Gran Depresi¨®n, donde el detalle de un sombrero o de una tetera ocultan el desvelo y la angustia de dos mujeres que funcionan como las dos caras de una misma moneda.

Desde su arranque, el peso del filme recae en sus dos estupendas actrices principales, sobre todo en la magn¨ªfica Tessa Thompson, Irene, la mujer que sigue siendo negra pese a que podr¨ªa jugar a no serlo, cuyo conflicto interno (la atracci¨®n y el rechazo hacia lo que representa su amiga) domina el tono de la pel¨ªcula. Su encuentro en el sal¨®n de t¨¦ de un hotel con Clare (Ruth Negga) resume la sorda tragedia que encierra este filme, que en el fondo es la de la mujer que ha logrado ocultar sus or¨ªgenes convertida en un ser fantasmal, una grotesca mu?eca te?ida de rubio que vive en tierra de nadie de espaldas a su verdad en una solitaria jaula de oro.