Ahora necesitar¨¦ una flor m¨¢s
Almudena Grandes descansar¨¢ en el Cementerio Civil, junto a figuras como Giner de los R¨ªos, Pablo Iglesias, Blas de Otero o Largo Caballero
Almudena Grandes, fallecida el s¨¢bado a los 61 a?os de edad, ser¨¢ enterrada el lunes en el cementerio civil de Madrid de acuerdo con sus deseos. Estar¨¢ en compa?¨ªa de los seis creadores del Instituto de Libre Ense?anza encabezados por Francisco Giner de los R¨ªos, enterrados en mismo lugar. Estar¨¢ junto a P¨ªo Baroja, que ah¨ª yace gracias a su sobrino Julio Caro, encargado de hacer cumplir su voluntad frente a los intentos de la Falange por apropiarse del cuerpo. Le separar¨¢ de Benito P¨¦rez Gald¨®s una calle con tr¨¢fico, pues el gran novelista del XIX qued¨® en el otro lado, en el de la Almudena.
La escritora tendr¨¢ buena compa?¨ªa con tres de los cuatro presidentes de la ef¨ªmera Primera Rep¨²blica, Nicol¨¢s Salmer¨®n, Francisco Pi y Margall y Estanislao Figueras, autor de una frase vigente en esta Espa?a de derechas extremadas y desmemoria hist¨®rica: ¡°Se?ores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros¡±.
Reposar¨¢ junto a prohombres y promujeres de la Espa?a derrotada, de la que tanto escribi¨®, como el poeta Blas de Otero, la periodista Carmen de Burgos (Colombine), el urbanista Arturo Soria o el historiador Am¨¦rico Castro.
Tambi¨¦n est¨¢n Pablo Iglesias, fundador del PSOE y de la UGT, y los socialistas Francisco Largo Caballero y Juli¨¢n Besteiro, adem¨¢s de la dirigente comunista Dolores Ib¨¢rruri y el fundador de CC OO, Marcelino Camacho.
Y est¨¢ Ascensi¨®n Mendieta junto a su padre asesinado, al que busc¨® con ah¨ªnco toda la vida, desaparecido en una fosa com¨²n de Guadalajara que nadie quer¨ªa abrir.
Este cementerio destinado a masones, ateos, suicidas y gente de mal vivir se inaugur¨® en 1884, cuando el Gobierno decidi¨® acabar con el monopolio de la Iglesia sobre los cementerios. Pese a que cobraba por muerto, la Iglesia no gastaba en mantener las instalaciones; tambi¨¦n promet¨ªa tumbas perpetuas que revend¨ªa a la primera oportunidad.
En la municipalizaci¨®n de los camposantos hubo bronca. La Iglesia ped¨ªa cinco pesetas de entonces por adulto y 2,5 por infante. Como el Gobierno no cedi¨®, el cardenal se neg¨® a bendecir la nueva Almudena, hasta entonces llamada cementerio del Este o de las epidemias. Alfonso XII mand¨® a parte de su Gobierno a la inauguraci¨®n de la parte civil tras el suicidio de una joven de 20 a?os llamada Maravilla Leal. Fue la tumba inaugural. Ante la firmeza del Ejecutivo, el primado cedi¨®, firm¨® y bendijo (y cobr¨®).
Cada vez que fallece un amigo o un conocido pido permiso a la familia para robar flores de las coronas. No les comunico el fin por si hubiera discrepancia. Deposito las flores sobre las tumbas de los descre¨ªdos, rojos y semirrojos. Tambi¨¦n honro a un facha: Vintila Horia, que cada vez que entraba en clase se dejaba la ideolog¨ªa en la puerta para permitir la presencia de un profesor brillante de Literatura Universal.
As¨ª conoc¨ª a Nieves Concostrina tras la muerte de Forges. Es la mujer que m¨¢s sabe de muertos en una Espa?a que recuerda mal. Mucha de la informaci¨®n que acaban de leer se la debo a ella. Ahora necesitar¨¦ una flor m¨¢s, la de Almudena. Ojal¨¢ que su despedida sea como la de Saramago: miles de lectores con un libro extendido en la mano como s¨ªmbolo de agradecimiento.
Babelia
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