Monterroso naci¨® cl¨¢sico
El autor de ¡®Movimiento perpetuo¡¯ ten¨ªa aquel ¡°tercer o¨ªdo¡± del que nos hablara Nietzsche: el del que escucha las armon¨ªas superiores
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Una vez dije que ve¨ªa solo tres temas esenciales: el amor, la muerte y la nariz de Cleopatra. Y propuse que, si alguien no simpatizaba con la reina egipcia, sustituyera su conflictiva nariz por la de Malraux, ilustre cocain¨®mano. En realidad, no me habr¨ªa metido en semejante berenjenal de no haber buscado urdir una variante de la sentencia de Augusto Monterroso en Movimiento perpetuo: ¡°Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas¡±. A aquella sentencia podr¨ªamos a?adir ahora otra, tambi¨¦n de Monterroso, y de ese mismo libro: ¡°La mosca que hoy se pos¨® en tu nariz es descendiente directa de la que se par¨® en la de Cleopatra¡±. De ah¨ª a esta anotaci¨®n de Blaise Pascal hay solo un paso: ¡°Si la nariz de Cleopatra hubiera sido m¨¢s corta, toda la faz del mundo habr¨ªa cambiado¡±. ?Quiso decir que un peque?¨ªsimo detalle es m¨¢s poderoso de lo que creemos? Es probable que as¨ª sea, y la prueba la tenemos en la persistencia m¨¢gica de ese famoso dinosaurio que est¨¢ ah¨ª siempre cuando nos despertamos, el dinosaurio del relato m¨¢s corto del universo, el dinosaurio del cuento de ese maestro de la concisi¨®n que fue Monterroso, que el pr¨®ximo 21 de diciembre habr¨ªa cumplido cien a?os.
¡°Exacto en su palabra, Monterroso naci¨® cl¨¢sico¡±, escribi¨® Elena Poniatowska. Quiz¨¢s su relaci¨®n con los cl¨¢sicos ha podido pasar desapercibida para algunos, pero tuve ocasi¨®n de captarla con toda claridad cuando para mi sorpresa una noche me pidi¨® prestado un breve libro de Pepe Bergam¨ªn, La m¨²sica callada del toreo, que d¨ªas antes ¨¦l me hab¨ªa visto robar con ¨¦xito en el curso de una presentaci¨®n en Barcelona de un libro de Anthony Burgess (no es una disculpa: lo birl¨¦ despu¨¦s de ver que Burgess robaba con gran habilidad la traducci¨®n del Ulises al catal¨¢n).
Le prest¨¦ La m¨²sica callada del toreo y, dos semanas despu¨¦s, al devolv¨¦rmelo, Monterroso dej¨® caer un elogio de la prosa de Bergam¨ªn, tan profundamente enraizada, dijo, en la de los cl¨¢sicos espa?oles del Siglo de Oro. Y recuerdo que ese d¨ªa pens¨¦ que Monterroso ten¨ªa aquel ¡°tercer o¨ªdo¡± del que nos hablara Nietzsche: el del que escucha las armon¨ªas superiores. En esto se parec¨ªa a Bergam¨ªn, para quien en el nivel ¡°alto y profundo¡± de los verdaderamente grandes no hab¨ªa graduaciones de talento y ninguno era mejor o peor que el otro.
En el centenario de su nacimiento sigue ah¨ª Monterroso. Persiste. Es algo que pudo presentir Italo Calvino cuando en 1985 lo incluy¨® en Seis propuestas para el pr¨®ximo milenio junto a Borges, Bioy y Monsieur Teste, en el cap¨ªtulo dedicado a ¡°la rapidez¡±, donde advert¨ªa de los tiempos cada vez m¨¢s congestionados ¡ªfue bien certero al elegir este adjetivo¡ª que intu¨ªa que iban a ven¨ªrsenos encima. Para esos monstruosos a?os congestionados ¡ªen los que parec¨ªa intuir que lo espantoso no ser¨ªa el vac¨ªo infinito, sino la existencia¡ª recomendaba que se ensayaran formas nuevas, ¨¢giles y concisas, formas breves con densidad de contenidos. Y que, incluso por su propio bien, el mercado del libro no se dedicara a inmovilizar la experimentaci¨®n de esas formas.
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