Confesiones de fracaso: nueva entrega de las cr¨®nicas de Emmanuel Carr¨¨re desde el juicio por los atentados de Par¨ªs
Las audiencias han entrado en un per¨ªodo ¨¢rido en el que hablan los investigadores
Cap¨ªtulo 14
1. El arbusto conspirativo
As¨ª llaman en el lenguaje policial al bosquecillo siniestro, debajo del bulevar perif¨¦rico, que fue el pen¨²ltimo refugio de Abdelhamid Abaaoud antes del piso okupa de Saint-Denis donde fue abatido por la Raid (Unit¨¦ Polici¨¨re d¡¯Intervention). Tambi¨¦n se les llama ¡°pisos conspiratorios¡± a los escondrijos de los terroristas. Este adjetivo se ha convertido en un private joke entre los seguidores del juicio. Por ejemplo, el bistrot de la plaza Dauphine donde nos reunimos antes de una audiencia, somos unos cuantos los que lo llamamos el ¡°caf¨¦ conspirativo¡±: ¡°A las 11.30 en el caf¨¦ conspirativo, ?de acuerdo?¡±. Estas bromas no las hacen s¨®lo periodistas propensos al humor negro, sino partes civiles, exrehenes del Bataclan, un grupito informal de personas que tienen en com¨²n asistir todos los d¨ªas porque el Viernes 13 les parece tan adictivo como una serie. Sin embargo, desde hace una semana hay que estar realmente enganchado para venir a diario.
Hemos entrado en un per¨ªodo ¨¢rido del juicio en el que intervienen investigadores de la DGSI, de la DGSE (Direction G¨¦n¨¦rale de la S¨¦curit¨¦ Ext¨¦rieure), de la polic¨ªa belga, que evidentemente tienen cosas interesantes que decir, pero a los que escuchamos, para su seguridad, protegidos por el anonimato, es decir, en videoconferencia y con la cara pixelada. Para animar la cosa, un Power Point aparece a veces en la pantalla. En los bancos de la prensa, los colegas suspiran. A los que conocen bien el sumario no les ense?an nada. Ni siquiera yo aprendo (casi) nada nuevo, porque he le¨ªdo con atenci¨®n dos libros que cuentan las mismas historias de espionaje y contraespionaje, pero que las cuentan mejor: La Cellule (Les Ar¨¦nes), novela gr¨¢fica de Soren Seelow, el especialista de terrorismo de Le Monde, y Les espions de la terreur (Harper Collins), de Matthieu Suc, periodista de Mediapart. Recomiendo los dos.
2. La gendarmer¨ªa de Vesoul
He preguntado a Matthieu Suc si hab¨ªa o¨ªdo en el estrado algo que no estuviese ya en su libro, publicado en 2018. ¡°S¨ª¡±, me ha respondido, ¡°el testimonio de Bernard Bajolet, por entonces el jefe de la DGSE¡±. ¡°A Bajolet, un sexagenario de color gris muralla que podr¨ªa ser el modelo de Jean-Pierre Darroussin en Oficina de infiltrados, no le gusta la luz, como buen maestro de esp¨ªas. No obstante, ha comparecido en persona y a cara descubierta. A la pregunta sobre su domicilio, responde: ¡°La gendarmer¨ªa de Vesoul, digamos¡±. Comprenda quien lo comprenda, nos hemos re¨ªdo, pero la continuaci¨®n no era tan graciosa. Lo que ¨¦l cuenta sin rodeos y sin escabullirse es que sus servicios la cagaron.
Desde principios de 2014, se sabe que Europa y en especial Francia sufren la amenaza de los atentados masivos y organizados, y conocemos a varios de los futuros terroristas: a seis o siete, dice fr¨ªamente Bajolet, de los diez miembros del comando. Han seguido de cerca la carrera de un peque?o yihadista belga, Abdelhamid Abaaoud, que se hizo c¨¦lebre por un v¨ªdeo donde se le ve, muerto de risa, al volante de un 4x4, arrastrar por el polvo a una decena de infieles, antes de jugar al f¨²tbol con una cabeza decapitada. Esta proeza le vali¨® galones.
De la brigada de los inmigrantes, una banda de s¨¢dicos franco-belgas j¨®venes que opera por la zona de Alepo, pas¨® a la Copex, la c¨¦lula del Estado Isl¨¢mico que se dedica a las operaciones terroristas en el extranjero. Fuertemente estructurada y jerarquizada, la Copex, cuyo organigrama detallar¨¢n los agentes 948SI y 1310SI, la dirige un tal Oussama Atar ¡ªel hermano de Yassine Atar, que est¨¢ en el banquillo de los acusados¡ª, pero es Abaaoud el que recluta y forma a los candidatos para las operaciones suicidas que se preparan en Europa.
Los servicios franceses y no s¨®lo los franceses lo saben tan bien que en enero de 2015 se juntan cuatro ¡ªcon la polic¨ªa belga, la CIA y el Mossad¡ª para trincarlo en Atenas, acordonando un barrio entero. Pero no lo atrapan y a partir de entonces Abaaoud desaparece de los radares y no se le volver¨¢ a ver hasta el 16 de noviembre de 2015, primero en el arbusto y luego en el piso conspirativo de Saint-Denis. La DGSE y la DGSI (cuya buena relaci¨®n, seg¨²n Matthieu Suc, Bajolet exagera un poco) concuerdan en pensar que est¨¢ en alg¨²n lugar de Siria y en esperar que una bomba acabe cay¨¦ndoles encima. Nadie duda de que Abaaoud coordina el regreso a Europa de los miembros del futuro comando, a los que Salah Abdeslam va a buscar en coche, de tres en tres, a Viena o Budapest.
Nadie presta mucha atenci¨®n al testimonio de un retornado que, detenido en agosto de 2015, explica muy claramente lo que Abaaoud se dispone a hacer: ¡°Elegir un objetivo f¨¢cil, donde haya gente. Un concierto, por ejemplo. Y lo que puedo decirles es que va a suceder muy pronto¡±. Total, un fracaso en toda la l¨ªnea que Bajolet reconoce con una sinceridad triste, bastante impresionante. No se dir¨¢ lo mismo de los investigadores belgas, que no lo han hecho mejor, pero que esquivan las preguntas, desv¨ªan las responsabilidades ¡ª¡±Ah, eso no, no era mi servicio, los colegas se lo explicar¨¢n mejor que yo...¡±¡ª, y no han tenido el valor de comparecer f¨ªsicamente en el juicio. La seguridad lo impone, alegan sus jefes, salvo que no denotan el mismo pudor para mostrarse en la televisi¨®n belga. Resultado: hayan tomado la decisi¨®n ellos mismos o por consejo de sus abogados, cinco de los acusados han anunciado que tampoco comparecer¨¢n ellos. As¨ª pues, los debates contin¨²an ante la mitad vac¨ªa del banquillo.
3. Cinco sillas vac¨ªas
Es un aut¨¦ntico problema que unos acusados se nieguen a personarse. Tienen derecho a negarse, no se les puede obligar, pero adem¨¢s de que as¨ª pierden parte de su inter¨¦s, la situaci¨®n prolonga notablemente la audiencia. Ellos se niegan, se hace constar en acta, se suspende la sesi¨®n. Se les conmina a volver, se suspende la audiencia. Se les env¨ªa a un agente judicial para decirles lo que ha ocurrido en su ausencia, suspendida la sesi¨®n. Etc. Voy con pies de plomo a causa de la presunci¨®n de inocencia, pero de todos modos no se puede decir que los cinco acusados ¡ªSalah Abdeslam, Mohamed Abrini, Sofien Ayari, Osama Krayem y Mohamed Bakkali¡ª que, al igual que Klaus Barbie en otra ¨¦poca, han optado por la pol¨ªtica de la silla vac¨ªa, son los peces m¨¢s gordos de este juicio. Se puede debatir sobre su grado de implicaci¨®n en los atentados del Viernes 13, pero no sobre su condici¨®n de terroristas. De modo que en el banquillo s¨®lo quedan los subalternos, los que tienen posibilidades de no salir demasiado mal parados penalmente y que por este motivo se tientan la ropa. Y luego est¨¢n los tres que no se sientan en el banquillo sino delante del mismo porque comparecen libres, bajo control judicial.
Esos tres me intrigan. Les miro, sentados en fila. Tienen un aire de perros apaleados, de alumnos que han suspendido. Si uno le habla al otro, en voz baja, el tercero alarga el cuello, temeroso de quedar al margen. A veces se r¨ªen. Toman notas. Llegan y se van como nosotros. Un d¨ªa la audiencia empez¨® con retraso porque para empezar es preciso que todos los acusados est¨¦n presentes, y faltaba Hamza Attou. Todo el mundo le esperaba. Contrito, explic¨® que no era culpa suya, que el metro se hab¨ªa bloqueado entre dos estaciones. ¡°Por esta vez pase¡±, dijo el presidente, con esa actitud de director paternalista que a veces le hace tan amable, ¡°pero en adelante tome precauciones¡±. Cuando lo escuchamos contar su vida, durante el interrogatorio de personalidad, no te quedan ganas de ser malo con Hamza Attou. Ni tampoco con Ali Oulkadi y Abdellah Chouaa. Estos tres, desde luego, no son unos santos, pero s¨®lo figuran en el sumario de un modo colateral y me pregunto c¨®mo viven la espantosa mala potra de verse al lado de terroristas peligrosos en este juicio gigantesco que contempla el mundo entero. Qu¨¦ vida llevan durante estos nueve meses. D¨®nde viven, qu¨¦ temen y qu¨¦ esperan, qu¨¦ les dicen a sus familias. S¨ª, me lo pregunto y si me atreviera me gustar¨ªa pregunt¨¢rselo a ellos.
© ‘L’obs’. Traducción de Jaime Zulaika.
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