¡®Me acuerdo¡¯... la m¨¢quina del tiempo para atrapar la memoria
Susana Fortes se incorpora a un g¨¦nero literario inaugurado por Joe Brainard y por el que transitaron Georges Perec y Marcello Mastroianni
Shakespeare escribi¨® en La tempestad que ¡°estamos hechos de la misma sustancia que los sue?os¡±. Pero, al igual que los m¨¢s profundos anhelos, la memoria y los recuerdos tambi¨¦n forman una parte muy importante de lo que somos. Pueden ser enga?osos ¨DOliver Sacks no se cans¨® de demostrar, aplic¨¢ndolo incluso a su propia vida, que es imposible distinguir un recuerdo verdadero de uno falso¨D, confusos, pueden estar perdidos y surgir de repente. Incluso dos personas pueden recordar momentos importantes de su vida en com¨²n de manera diferente o que uno recuerde un episodio crucial que el otro haya olvidado y viceversa. Pero influyen de forma perdurable en nuestra manera de ver el mundo.
El pintor estadounidense Joe Brainard invent¨® un artefacto literario para tratar de captar todo ese magma centelleante de la memoria, los ¡°Me acuerdo¡±. En la estela de este autor estadounidense, fallecido en 1994, otros escritores han convertido en literatura esos destellos que forman una parte importante de lo que somos. Los ¡°Me acuerdo¡± del franc¨¦s Georges Perec son casi m¨¢s famosos que los originales. Ahora la escritora espa?ola Susana Fortes acaba de sumarse al g¨¦nero con Pontevedra. Tal como ¨¦ramos (?zaro), en el que retrata la Galicia de su infancia a trav¨¦s de esas frases cortas que tratan de atrapar la memoria.
Publicado por primera vez en 1975, el Me acuerdo de Brainard (Sexto Piso, traducci¨®n de Julia Osuna Aguilar) re¨²ne peque?as frases que empiezan siempre con esa expresi¨®n: ¡°Me acuerdo de esas veces en las que no sabes si est¨¢s muy feliz o muy triste¡±; ¡°Me acuerdo del Monopoly y del Cluedo¡±; ¡°Me acuerdo de momentos de silencio absoluto en la iglesia en los que mi barriga no ten¨ªa otra cosa que hacer que rugir¡±; ¡°Me acuerdo de intentar imaginarme de qu¨¦ va todo esto (La vida)¡±; ¡°Me acuerdo de Love me tender¡±; ¡°Me acuerdo de arrepentirme de no haber hecho cosas¡±.
En su pr¨®logo a la edici¨®n estadounidense, Paul Auster escribi¨® sobre Brainard que ¡°a trav¨¦s de estas frases sencillas y contundentes traza el mapa del alma humana y altera de forma permanente la manera en que miramos al mundo¡±. Georges Perec, el gran escritor franc¨¦s al que le encantaba jugar con palabras, retom¨® en 1978 el testigo de Brainard con su particular Me acuerdo (Berenice, traducci¨®n de Yolanda Morat¨® o Impedimenta en traducci¨®n de Mercedes Cebri¨¢n). En este caso, introduc¨ªa muy pocos recuerdos personales, busc¨® sobre todo en su memoria im¨¢genes comunes que compart¨ªa con su generaci¨®n.
¡°Me acuerdo nos ofrece la posibilidad de viajar a trav¨¦s de un personaje de otra ¨¦poca y en otro contexto¡±, escribi¨® en el pr¨®logo Yolanda Morat¨®, ¡°al tiempo que nos devuelve nuestro pasado en forma de nombres y lugares que ya forman parte imborrable de nuestra biograf¨ªa¡±. Perec escribi¨® 480 ¡°Me acuerdo¡± que reflejaban la Francia de la posguerra, pero tambi¨¦n el desarrollo que vivi¨® el pa¨ªs a partir de los cincuenta. ¡°Me acuerdo de la Nouvelle Vague¡±; ¡°Me acuerdo de los agujeros de los billetes de metro¡±; ¡°Me acuerdo de mi sorpresa cuando supe que cowboy significaba vaquero¡±; ¡°Me acuerdo de Yuri Gagarin¡±; ¡°Me acuerdo de cuando iba a buscar leche con un cubo de esta?o todo abollado¡±; ¡°Me acuerdo de De aqu¨ª a la eternidad¡±.
Otros autores han tratado de poner en marcha esa m¨¢quina del tiempo, como el actor italiano Marcello Mastroianni, cuyas memorias se titulan S¨ª, ya me acuerdo¡ (Ediciones B, traducci¨®n de Jos¨¦ Ram¨®n Monreal) y contienen preciosos ¡°Me acuerdo¡±. ¡°Recuerdo un gran n¨ªspero¡±; ¡°Recuerdo los uniformes de los alemanes. Recuerdo a los refugiados¡±; ¡°Recuerdo una noche de verano con olor a lluvia¡±; ¡°Recuerdo a Marylin Monroe¡±; ¡°Recuerdo el silencio que se hizo en el restaurante Chez Maxim¡¯s cuando apareci¨® Gary Cooper vestido con un smoking blanco¡±.
Hasta ahora, la ¨²ltima aportaci¨®n al g¨¦nero proven¨ªa de un tebeo en peque?o formato de la dibujante francolibanesa Zeina Abirached titulado Je me souviens Beyrouth (Me acuerdo Beirut, Cambourakis). En ¨¦l Abirached mezclaba los recuerdos comunes de su generaci¨®n ¨Dnaci¨® en 1981¨D con las historias de la guerra civil libanesa. ¡°Me acuerdo de todos los lugares en los que nos refugiamos durante la guerra¡±; ¡°Me acuerdo de que durante la guerra nos faltaron el agua, la electricidad y la gasolina¡ Pero nunca los cigarrillos¡±; ¡°Me acuerdo de las u?as de Florence Griffith-Joyner¡±; ¡°Me acuerdo de Mazinger Z¡±. El libro acaba en 2006, cuando ella estaba en Par¨ªs y su familia en el Beirut bombardeado por Israel: ¡°Me acuerdo de que mi madre me enviaba varios mensajes cada d¨ªa para tranquilizarme; pero s¨¦ que todo lo que han vivido estaba en los mensajes que nunca me envi¨®¡±.
Susana Fortes, nacida en 1959 y autora de libros como Querido Corto Malt¨¦s, Quattrocento o Esperando a Robert Capa, ha optado por unos ¡°Me acuerdo¡± muy generacionales, en la estela de Perec, aunque tambi¨¦n incluye recuerdos personales sorprendentemente compartidos. Su objetivo es homenajear a la ciudad de su infancia y juventud. ¡°No hubo hasta la fecha¡±, escribe Fortes en el pr¨®logo, ¡°ninguna ciudad que haya sido recordada sentimentalmente de esta manera. Ni Madrid, ni Barcelona, ni Teruel siquiera. Los espa?oles no nos queremos tanto, ya se sabe. A ning¨²n escritor se le ocurri¨® la idea. Por eso pens¨¦ que a m¨ª me gustar¨ªa hacer ese homenaje a Pontevedra para saldar deudas y esas cosas¡±.
Sus ¡°Me acuerdo¡± ¨Dque Fortes define como ¡°peque?os trozos de vida cotidiana: tiendas, calles, antiguos cines, colegios, jardines, amores de andar por casa, nubes, bicicletas, secretos, deseos¡±¨D funcionan tambi¨¦n como un retrato compartido de muchas otras ciudades espa?olas y de lo que significaba crecer en los a?os sesenta y setenta, en un pa¨ªs que se transformaba r¨¢pidamente. ¡°Me acuerdo del sonido de las retrasmisiones de f¨²tbol a trav¨¦s de las ventanas abiertas los s¨¢bados por la tarde¡±; ¡°Me acuerdo de ¡®Avon llama, dele la bienvenida¡±; ¡°Me acuerdo de pasar en un mismo verano de las bolsas de pipas a los cigarrillos sueltos. Me acuerdo de que tres Celtas largos costaban una peseta¡±; ¡°Me acuerdo de los Almacenes Clarita y del olor de los rollos de tela apilados y de la guata para hacer batines¡±; ¡°Me acuerdo de las amapolas rojas que crec¨ªan en el arc¨¦n por la carretera de Orense¡±; ¡°Me acuerdo de que ser feliz no me parec¨ªa un objetivo importante en la vida. Hab¨ªa otras cosas como cortarse el flequillo a lo Jane Birkin, por ejemplo¡±; ¡°Me acuerdo de que desde la alameda a veces la r¨ªa se ve¨ªa m¨¢s verde y otras, m¨¢s azul. Y hab¨ªa d¨ªas que se ve¨ªa medio terrosa, casi marr¨®n. Depend¨ªa del d¨ªa, como todo en la vida¡±.
Son frases que, como los propios recuerdos personales, se quedan flotando en la memoria despu¨¦s de ser le¨ªdas. Oliver Sacks escribi¨® en El r¨ªo de la conciencia (Anagrama, traducci¨®n de Dami¨¤ Alou) que ¡°nosotros, como seres humanos, acabamos teniendo recuerdos falibles, fr¨¢giles e imperfectos, pero tambi¨¦n poseen una gran flexibilidad y creatividad¡±. Por ese motivo, la literatura es tan importante, argumenta Sacks: ¡°La indiferencia hacia las fuentes de la memoria nos permite ver y o¨ªr con los ojos y o¨ªdos de los dem¨¢s, entrar en mentes ajenas para asimilar el arte, la ciencia, la religi¨®n y toda la cultura, entrar y contribuir a la mente com¨²n, a la riqueza general del conocimiento¡±. Por eso los ¡°Me acuerdo¡± de los dem¨¢s acaban por ser los nuestros, aunque no compartamos los mismos recuerdos con aquellos que tenemos al lado.
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