¡®No mires arriba¡¯: vista y olvidada

Releo en las p¨¢ginas finales del extraordinario libro de Truman Capote M¨²sica para camaleones, el di¨¢logo que establece consigo mismo intentando descifrarse, recordar las sensaciones, momentos, personas y circunstancias que han marcado su vida, otorgar a su muy deprimida existencia un poco de compa?¨ªa y de calor, una pregunta perturbadora. Creo recordar que dice algo as¨ª: ?cu¨¢les han sido las cosas m¨¢s alarmantes que te han ocurrido? Capote se responde: ¡°La traici¨®n y el abandono¡°. Deduzco que se refiere a las traiciones que sufri¨® en su compulsiva existencia, no a la que cometi¨® ¨¦l con los asesinos de A sangre fr¨ªa, anhelando que sus ¨ªntimos confidentes fueran ejecutados de una puta vez. Ya no les necesitaba, pero su obra maestra solo podr¨ªa publicarse cuando estos fueran fiambres. Y me pregunto leyendo esa memorable autoconfesi¨®n de Capote cu¨¢l es la desgracia que m¨¢s me alarma ahora a m¨ª. Lo tengo claro: el alzh¨¦imer y la demencia, monstruos que dejaron paralizadas a personas tan cercanas como amadas y que ya se fueron. Por ello, creyendo en la gen¨¦tica y en que la enfermedad se puede heredar, me pongo muy nervioso al constatar los estragos acelerados que sufre mi memoria, que fue prodigiosa durante tanto tiempo.

Me ocurre con las pel¨ªculas y con los libros. No es que solo olvide frecuentemente sus t¨ªtulos, los argumentos, el nombre de los int¨¦rpretes, es que se me borran r¨¢pido. De acuerdo, puede ocurrir porque me parecen infames o haya abandonado su visi¨®n o su lectura a la mitad. Incluso, a la media hora. Me ocurre tambi¨¦n si he llegado con in¨²til paciencia hasta el final. Antes no me ocurr¨ªa. Y no s¨¦ si tener memoria de tanta mediocridad o tonter¨ªa sirve para algo, pero lo que m¨¢s me asusta es que me pueda ocurrir con el arte que me ha embelesado.

Me ocurre con No mires arriba. La vi en un pase hace tres semanas, aunque en el momento que me toca desganadamente escribir de ella, descubro que no me acuerdo de casi nada de lo que ocurr¨ªa en ella. Preocupante amnesia. S¨ª del arranque. Ten¨ªa cierta gracia. Un cient¨ªfico dedicado a la astronom¨ªa, que interpreta un afeado y muy raro Leonardo DiCaprio, y una estudiante descubren aterrorizados un cometa va a estrellarse contra la Tierra. Y que eso va a ocurrir en seis meses. Consecuentemente, intentan que los gobernantes de su pa¨ªs est¨¦n informados del inminente desastre. Pero nadie les hace caso. Los que manejan el tinglado son tan est¨²pidos como descre¨ªdos. Incluye a la presidenta del gobierno, al baboso de su hijo, que ejerce de jefe de gabinete, a los presentadores de un famoso programa de televisi¨®n y al inmenso p¨²blico obsesionado exclusivamente con las redes sociales. Inicialmente, la s¨¢tira tiene alg¨²n momento gracioso. Aunque sospecho que el pretendido ingenio que exhibe el director y guionista Adam McKay empez¨® a aburrirme al poco tiempo de un metraje tan abusivo. Y como contaba al principio, se me ha borrado todo. Por lo que no puedo juzgarla. Si los espectadores la encuentran muy divertida soy capaz de volver a verla.

Y est¨¢ poblada, adem¨¢s del siempre s¨®lido y cre¨ªble Leonardo DiCaprio, por actrices eminentes como Jennifer Lawrence, Meryl Streep y Cate Blanchett. Pero su trabajo permanece en la bruma para m¨ª. Reconozco que el muy alabado director Adam McKay nunca me ha hecho demasiada gracia, ni cuando iba de gracioso en sus olvidables comedias ni cuando se torna c¨¢ustico habl¨¢ndote de la corrupci¨®n del poder. Hablo de las estafas que provocaron la salvaje crisis financiera del 2008 y de los listorros que se hicieron a¨²n m¨¢s ricos con ella en La gran apuesta y el retrato que hizo del tenebroso y repugnante vicepresidente Dick Cheney en El vicio del poder. Es un director muy pretencioso, convencido de que es list¨ªsimo. Pero yo no le pillo el punto.