De los ¡®hobos¡¯ a ¡®Nomadland¡¯: la ¡®contrasociedad¡¯ de los hermanos de la carretera
La pel¨ªcula triunfadora de los Oscar se refiere a un movimiento contracultural que hunde sus ra¨ªces en el siglo XIX y representa a vagabundos proletarios
La identidad de Estados Unidos siempre se nutri¨® de fuertes contradicciones. Una de las m¨¢s curiosas reside en su propia idiosincrasia como territorio de asentamiento. En el lugar al que llegaron tantos colonos y gentes de todas partes en busca de la tierra prometida, hasta el punto de arrebatar a fuego y sangre sus regiones y hogares a los indios aut¨®ctonos, surgi¨® todo un fen¨®meno poblacional contrario a instalarse en un espacio ¨²nico, definitivo. A la construcci¨®n de la gran sociedad norteamericana, ese crisol ejemplificado en decenas de estados con sus caracter¨ªsticas, leyes y costumbres, germin¨®, por tanto, otra contrasociedad bien distinta. Una contrasociedad en movimiento, incapaz de adaptarse al sistema capitalista estadounidense.
La pel¨ªcula Nomadland, recientemente ganadora del Oscar, se refiere a esta contrasociedad. En un a?o tan flojo para el cine, es una alegr¨ªa al menos que el filme de Chlo¨¦ Zhao fuera el gran triunfador. Ya no solo por la poes¨ªa de sus im¨¢genes y esos paisajes con rugidos, sino por poner sobre la mesa un fen¨®meno que nunca ha desaparecido del todo en EE UU desde el siglo XIX, cuando el capitalismo transform¨® el sistema econ¨®mico impulsado por la revoluci¨®n industrial. Nomadland, inspirada en el libro Pa¨ªs N¨®mada (Capit¨¢n Swing), exhaustiva cr¨®nica period¨ªstica sobre los supervivientes en los EE UU del siglo XXI escrita por Jessica Bruder, se refiere a los hobos de nuestros tiempos, esos hermanos de la carretera que no residen en ning¨²n lado porque residen en todas partes. Como Frances McDormand en la pel¨ªcula, llevan su hogar consigo mismos.
La hobohemia no fue otra cosa que una contracultura a finales del siglo XIX, pero en el sentido que logr¨® constituirse poco a poco como una aut¨¦ntica sociedad paralela, dotada de ciertas normas, jerga y saberes legales e ilegales. Forjada por trabajadores migrantes aut¨®ctonos, la cultura del hobo se nutr¨ªa de las alianzas entre sus participantes, seres que responden por igual a fallos del sistema capitalista como a su deseo de romper con las terminaciones territoriales, algunas tan miserables como la de los barrios superpoblados de las grandes metr¨®polis. De esta forma, en Nomadland se sustituye a los hobos que, escondidos en los vagones de mercanc¨ªas, viajaban en ferrocarril (cuyo desarrollo a finales del XIX fue inmenso en EE UU) por hobos que se trasladan en furgonetas o caravanas. Todos tienen la misma vida itinerante entre la precariedad y la libertad.
Hace unos a?os, la editorial Pepitas de Calabaza edit¨® uno de los mejores libros para entender la hobohemia: Boxcar Bertha, la autobiograf¨ªa de una hermana en la carretera. El libro constitu¨ªa realmente las experiencias ficcionadas de Ben Reiteman, un aut¨¦ntico hobo que ofrec¨ªa a trav¨¦s de un personaje femenino una visi¨®n ¨ªntima del marem¨¢gnum de vagabundos proletarios que inundaron esta contracultura. Porque los hobos fueron personas sometidas a los azares del mercado de trabajo. Su experiencia se desarroll¨® sobre todo en los periodos de crisis del capitalismo, como en 1873-1878 o en 1893-1894. A partir de ah¨ª, coincidi¨® con la mitolog¨ªa de la carretera y el Wanderlust (deseo de vagar), tan propias del folclore de finales del siglo XIX. Errantes que de su necesidad hac¨ªan virtud. Mucho del ideario de Jack London tambi¨¦n enlazar¨ªa con todo esto.
La mayor¨ªa de los an¨¢lisis que he le¨ªdo han comparado a los personajes de Nomadland con los vagabundos de la Gran Depresi¨®n, tan magn¨ªficamente descritos por John Steinbeck en Las uvas de la ira. Se entiende, pero creo que es m¨¢s correcto hilarlos con los hobos originales. Son trabajadores itinerantes voluntarios, sin ser forzados, como en el caso de los jornaleros del Este y Medio Oeste norteamericanos, expulsados de sus tierras en los a?os treinta, a los que Steinbeck dedic¨® art¨ªculos period¨ªsticos y una novela fabulosa y Dorothea Lange retrat¨® para la posteridad. Unos y otros, los del siglo XIX y principios del XX y los del siglo XXI, constituyen una periferia de la clase obrera sedentaria. Tal y como se escribe en el pr¨®logo de Boxcar Bertha, todos forman parte de lo que Marx calific¨® de un ¡°ej¨¦rcito de reserva¡± del capitalismo: trabajadores itinerantes, obreros de temporada. Solo que en el caso de los vagabundos de la cosecha de la Gran Depresi¨®n no hay detr¨¢s una filosof¨ªa. Como s¨ª la hay en los hobos originales y en los actuales, tal y como se ve en la pel¨ªcula y se lee en el libro de Jessica Bruder.
La filosof¨ªa hobo forma parte del movimiento contracultural. Hasta tal punto que Ben Reiteman lleg¨® a fundar una Universidad del Hobo (Hobo College) en Chicago con el fin de convertirlo en un lugar de reeducaci¨®n moral, marcado por la filantrop¨ªa norteamericana, la fraternidad proletaria y la autorrealizaci¨®n. Esta filosof¨ªa se deja ver de alguna manera en esos trabajadores en movimiento que acogen a Frances McDormand, viajeros que son aut¨¦nticos hobos en la vida real y que conviven en la pel¨ªcula con actores. Sin embargo, a diferencia de los antiguos anarquistas o los sindicalistas, los hobos no buscan la transformaci¨®n laboral ni el activismo pol¨ªtico para equilibrar el sistema. No buscan mejorarlo en favor de los obreros y los jornaleros. Simplemente, buscan adaptarse en su experiencia de mayor libertad y autorrealizaci¨®n.
La hobohemia nunca se ha ido del todo. Woody Guthrie, el aguerrido cantautor norteamericano, era un hobo. Compuso canciones dedicadas a ellos. Pero Guthrie era un hobo con conciencia de clase. Un verdadero batallador social y pol¨ªtico. Viv¨ªa como un hobo, pero hablaba y animaba como un activista. No fue el ¨²nico que les cant¨®. Incluso Bob Dylan, tan influido en sus primeros a?os por Guthrie, lo hizo. Sin esta filosof¨ªa hobo no se entender¨ªa la generaci¨®n beat. Ya no solo una obra tan influyente como El camino de Jack Kerouac sino todo el ideario de Am¨¦rica de Allen Ginsberg, William S. Burroughs o Gregory Corso. En el florecimiento contracultural de los sesenta, la hobohemia segu¨ªa latente, como tiempo despu¨¦s lo estuvo en algunos preceptos alternativos intelectuales de reacci¨®n al feroz sistema capitalista estadounidense.
Con toda su carga simb¨®lica y mirada ¨ªntima, Nomadland vuelve a mostrar una sociedad paralela que busca su lugar en el env¨¦s del sue?o americano. Una sociedad precaria, aunque con cierta y valiosa dignidad. Una sociedad de migrantes internos. De hermanos de la carretera.
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