El a?o de los documentales musicales
Un subg¨¦nero en expansi¨®n est¨¢ chocando con insospechadas limitaciones legales
Man¨¢ ca¨ªdo del cielo para los productores de audiovisuales. El confinamiento y sus secuelas multiplicaron la demanda de entretenimiento casero y las plataformas de streaming apostaron fuerte por los documentales musicales, calculando que ofrecen suced¨¢neos de la vetada experiencia del directo y que as¨ª complacen a los boomers que, en muchos hogares, se supone que controlan el mando de la pantalla familiar.
Pero no son dieta exclusiva para una edad: han salido tambi¨¦n t¨ªtulos dedicados a Billie Eilish o Lady Gaga y varios centrados en las desdichas de Britney Spears. En realidad, todo vale, como demostr¨® Searching for Sugar Man, oscarizado a pesar de que part¨ªa de premisas falsas. El hype, la promoci¨®n desaforada, funciona como vaselina. The Beatles: Get Back es, en t¨¦rminos discogr¨¢ficos, una extended remix del Let It Be de 1970. Y Summer of Soul, firmado por Questlove, podr¨ªa ser calificado como un injerto ¡ªpara los pijos, un mash-up¡ª de actuaciones filmadas en 1969 que, en contra de lo que se nos cuenta, ya hab¨ªan sido exhibidas, aunque de modo fragmentario, con entrevistas recientes que celebran aquellas m¨²sicas que sonaron en un parque de Harlem.
En t¨¦rminos pr¨¢cticos, eso significa que se han materializado documentales tan inevitables (y necesarios) como H¨¦roes: silencio y rock & roll, alrededor del grupo zaragozano, y productos m¨¢s anecd¨®ticos, tipo Raphael, desde Rusia con amor. A veces, el personaje central se revela tan carism¨¢tico que se come al necesario contexto: ocurre con Evaristo P¨¢ramos en No somos nada, la pel¨ªcula del veterano Javier Corcuera sobre La Polla Records.
Ayuda, claro, que la historia tenga fondos ex¨®ticos, como Bajo el volc¨¢n: nada que ver con la novela de Malcolm Lowry, aqu¨ª se evoca la aventura caribe?a del productor George Martin y su estudio de grabaci¨®n luxury en Montserrat, una isla que result¨® menos paradis¨ªaca de lo prometido. El malditismo tambi¨¦n vende, como evidencia In My Own Time, retrato de Karen Dalton, seductora cantante de folk y blues que sigui¨® la ruta de Dylan desde el Greenwich Village neoyorquino a las monta?as de Woodstock, lastrada por la dependencia de substancias peligrosas.
En verdad, el documental se ha unido al desenchufado, el disco de duetos, la colecci¨®n de remezclas o la autobiograf¨ªa como parte del arsenal mercadot¨¦cnico que facilita el alargamiento de la carrera de cualquier grupo o solista. Y tiene tanto peligro como la ¡°biograf¨ªa autorizada¡±, ya que promete verosimilitud cuando en general se trata de versiones incompletas, actos de prestidigitaci¨®n, procesos de beatificaci¨®n, relatos previamente pactados con el artista, sus herederos o ¡ªahora habr¨ªa que a?adir¡ª los fondos de inversi¨®n que controlan el permiso para usar las canciones ad hoc.
En la pr¨¢ctica, al no estar regulado en el universo audiovisual el derecho de cita, los realizadores deben tragar. As¨ª, The Beatles and India explora las conexiones del cuarteto con la cultura del subcontinente asi¨¢tico pero, atenci¨®n, no contiene las canciones m¨¢s indost¨¢nicas de George Harrison o Lennon-McCartney; con picard¨ªa, los productores lanzaron simult¨¢neamente un ¨¢lbum de Songs Inspired by the Film, con interpretaciones contempor¨¢neas de ese repertorio vetado.
Otro problema reside en el peso de la reputaci¨®n del realizador escogido, que puede eclipsar la verdadera naturaleza del trabajo. Martin Scorsese tiene un equipo incre¨ªblemente eficaz y resuelve todo tipo de papeletas, disimulando cuando se trata de un encargo: No Direction Home part¨ªa del archivo y las entrevistas realizadas por la oficina de Bob Dylan; el (espl¨¦ndido) trabajo del cineasta tuvo lugar exclusivamente en la sala de montaje. Solo 15 a?os despu¨¦s, en su segundo documental dylaniano, sobre la Rolling Thunder Revue, Scorsese se atrevi¨® a a?adir imaginaci¨®n (es decir, ficci¨®n) a las cintas proporcionadas por el management del artista.
Acrobacias a¨²n mayores ha protagonizado Todd Haynes con The Velvet Underground, donde m¨¢s o menos renuncia a explicar la ideolog¨ªa, la relevancia est¨¦tica o la trayectoria musical del grupo, prefiriendo impactar los sentidos del espectador con una catarata de im¨¢genes. Para qui¨¦n no sepa mucho sobre ¡°la Velvet¡±, puede considerarse esencial consultar antes las hagiograf¨ªas de fans disponibles en la Red; pienso en el caso de Foundation Velvet, que analiza los ritmos desarrollados por su baterista, Maureen Moe Tucker. Tal vez no sean documentales muy legales, as¨ª que no se lo digan a nadie.
Babelia
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