Cuando el car¨¢cter humano cambi¨®
Virginia Woolf sugiere que la ¡°nueva ficci¨®n¡± lo estaba modificando todo en 1910. Se podr¨ªa acu?ar esa frase en este enero de 2022, aunque para hundirse en un retroceso
Gran avalancha de textos sobre el centenario del Ulises de Joyce, incluso en nuestro pa¨ªs. En todas partes se proclama que 1922 fue ¡°el a?o que cambi¨® la literatura¡±. En noviembre muri¨® Proust. Y en febrero hab¨ªa aparecido en Par¨ªs el Ulises ¡°apilado en la librer¨ªa de Sylvia Beach, como dinamita en bodega revolucionaria¡±, escribi¨® Cyril Connolly. Por su parte, Eliot ¡ªel poeta que logr¨® lo m¨¢s dif¨ªcil del mundo: hacerse pasar por un ingl¨¦s¡ª public¨® su obra cumbre, La tierra bald¨ªa.
Pero Christopher Dom¨ªnguez Michael en Letras Libres nos recuerda que Virginia Woolf situ¨® el cambio 12 a?os antes del Ulises: ¡°Hacia diciembre de 1910, el car¨¢cter humano cambi¨®¡±. Del mismo modo que el arte paleol¨ªtico modific¨® nuestra mente, Woolf parece sugerir que la ¡°nueva ficci¨®n¡± lo estaba cambiando todo. Su frase la suscribir¨ªamos muchos, y m¨¢s ahora que, a la velocidad de la sombra, todo cambia m¨¢s que nunca y ni siquiera nos deja ya pasmados. Es m¨¢s, a la vista del caos general, uno piensa que ahora se podr¨ªa acu?ar una frase parecida diciendo que este enero de 2022 el car¨¢cter humano ha vuelto a modificarse, aunque en este caso para hundirse en un retroceso.
Si quisi¨¦ramos olvidarnos, aunque fuera por un momento, de esta cuesta abajo, podr¨ªa bastarnos con rescatar cualquier frase de Petersburgo, de Andr¨¦i Biely, la revolucionaria novela que se adelant¨® seis a?os al Ulises. Editada en tierra rusa en 1916, Petersburgo, con su voluntad de transformaci¨®n literaria absoluta, estuvo circulando como leyenda 50 a?os entre los lectores europeos, aunque s¨®lo empez¨® a ser le¨ªda en 1967 gracias a una inmejorable traducci¨®n al franc¨¦s y tambi¨¦n, por supuesto, a que en 1975 Nabokov la situ¨® entre ¡°una de las cuatro obras maestras de la prosa del siglo¡±.
Escribe Biely en Petersburgo que el hombre es un vestigio de otra cosa y que lo visible no es sino un resto de lo invisible, lo que explicar¨ªa que a ese hombre lo hayamos visto m¨¢s de una vez cambiar de car¨¢cter y tambi¨¦n que Petersburgo (Akal, 2018) sea una novela que se abre a muchas interpretaciones: m¨ªstica, metaficcional, psicoanal¨ªtica, propuesta de espiritualizaci¨®n de la vida, historia de un parricidio y novela policiaca y pol¨ªtica, con dinamita en la bodega tambi¨¦n.
La trama nos presenta al joven Nikol¨¢i Apol¨®novich al que el Partido, aprovech¨¢ndose del odio que le tiene a su padre, el senador zarista Apol¨®n Apol¨®novich Able¨²jov, lo induce a ponerle una bomba en su despacho, un artefacto oculto en una lata de sardinas (humor cervantino). Y, a partir de aquel momento, el tic tac de la bomba desgrana el suspense y el horror que emite la protagonista real de la novela, Petersburgo, ciudad infernal, metr¨®poli agrietada, boca de sombra sibilina por la que habla el abismo. Como dice Pedro B. Rey, la presencia de la ciudad, ese monstruo palpitante y an¨®nimo, es lo que parece vincular a Petersburgo con Joyce, aunque luego se pregunta, nos preguntamos, si no ser¨¢ al rev¨¦s. El artefacto de Biely no puede deberle nada, claro est¨¢, a un Ulises que todav¨ªa estaba por venir.
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