S¨¢ndalo y cascabeles en el viaje de la vuelta al mundo
El 25 de enero es otra fecha con identidad propia en la celebraci¨®n de los 500 a?os de la primera navegaci¨®n alrededor del planeta: ya en solitario y antes de enfrentarse al oc¨¦ano ?ndico, la nao Victoria llega a la arom¨¢tica isla de Timor
Hac¨ªa un mes que la nao Victoria, capitaneada por Juan Sebasti¨¢n Elcano, navegaba rumbo sur desde la diminuta isla moluque?a de Tidore para iniciar el largo periplo oce¨¢nico de vuelta a Espa?a hacia el oeste. Orientados por los pilotos del rey al-Mansur de Tidore, tras serpentear entre infinidad de islas y cruzar el mar de Banda, el 25 de enero de 1522 los espa?oles arribaron a Timor. En los l¨ªmites de las rutas comerciales a las Molucas, las Filipinas y China, era la ¨²ltima hacia el este siguiendo el rosario de islas que delimita el mar de Flores por el sur. En realidad, eso es lo que quiere decir Timor, o timur, en malayo-indonesio, ¡°este¡±, lo cual indica la dificultad de los mercaderes visitantes en situarla geogr¨¢ficamente.
La primera fuente portuguesa sobre Timor fue un mapa del cart¨®grafo Francisco Rodrigues, pero el cronista Antonio Pigafetta fue el primero en describir una isla que ya aparec¨ªa en documentos chinos de mediados del siglo XIII y en derroteros ¨¢rabes del XV. Era una tierra rica, hasta oro ten¨ªa, adem¨¢s de ¡°jengibre, b¨²falos, cerdos, cabras, gallinas, arroz, higos, ca?a de az¨²car, naranjas, limones, cera, almendras, alubias y m¨¢s cosas¡±. Tanto detalle en los alimentos parece querer decir que ten¨ªan hambre los de la Victoria. Pero de Timor lo importante era el s¨¢ndalo, lo vio enseguida Pigafetta. Aquella resistente y arom¨¢tica madera apreciada desde antiguo en China, la India y Persia, e incluso en Europa, serv¨ªa para muchas cosas: se hac¨ªan muebles e im¨¢genes, embriagante resina de incienso y se destilaban aceites esenciales para la perfumer¨ªa y las celebraciones de pr¨¢cticamente todas las religiones asi¨¢ticas. De olor dulce y almizclado, el s¨¢ndalo era bals¨¢mico, con propiedades terap¨¦uticas y afrodisiacas, era ¨²til para limpiar los pensamientos y alcanzar la armon¨ªa espiritual; la medicina ayurv¨¦dica empleaba el aceite para resolver problemas urinarios, digestivos y respiratorios; en China serv¨ªa para calmar las n¨¢useas y las afecciones de la piel. El imprescindible s¨¢ndalo era estimulante, astringente, antis¨¦ptico, analg¨¦sico, expectorante, diur¨¦tico. Ten¨ªa un inconveniente: a los que iban a cortarlo se les aparec¨ªa el demonio para ayudarlos en la labor y despu¨¦s ca¨ªan ¡°enfermos durante algunos d¨ªas¡±, quiz¨¢ por los efluvios que exhalaba la madera y no tanto por la presencia del demonio.
En cualquier caso, Timor era un buen sitio para esconderse, porque Elcano navegaba conscientemente por zonas prohibidas para Castilla seg¨²n el Tratado de Tordesillas y sab¨ªa que lo acechaban naves portuguesas. De hecho, el monz¨®n sopl¨® a su favor, porque su perseguidor Ant¨®nio de Brito esperaba en Java el viento que lo hab¨ªa de llevar hacia el archipi¨¦lago Alor, mientras la Victoria, tras grandes dificultades de navegaci¨®n, hac¨ªa escala en Timor. Tambi¨¦n es cierto que al portugu¨¦s le hubiera podido llegar informaci¨®n sobre la presencia de los espa?oles en la isla, pero fueron otras las noticias que recibi¨® de un junco que ven¨ªa de Banda: parece que hab¨ªan ¡°encontrado gente blanca¡± de quien recibieron ¡°un salvoconducto para navegar con seguridad¡± en el que el perseguidor reconoci¨® ¡°letra castellana, tan pomposa y copiosa en palabras como esta naci¨®n suele en su escritura¡±. No consta que la Victoria se detuviera en Banda, pero, en cualquier caso, el cronista Jo?o de Barros no quiso perder la oportunidad de burlarse un poco del enf¨¢tico estilo espa?ol en sus D¨¦cadas da ?sia al narrar la expedici¨®n de Fernando de Magallanes que acabar¨ªa siendo la primera circunnavegaci¨®n del planeta.
En una carta de un ya tard¨ªo 11 de febrero de 1523 le contaba Ant¨®nio de Brito al rey de Portugal que la Victoria se le hab¨ªa escapado, pero que intentar¨ªa cazar a la Trinidad, que no hab¨ªa podido zarpar del Maluco. Tambi¨¦n sab¨ªa el portugu¨¦s lo que se propon¨ªa hacer Elcano: desde Timor, ¡°si hallaban mar grande, ir a la isla de S?o Louren?o [Madagascar] y hacer el camino que hacen las naves de Vuestra Alteza¡±. Consciente de los peligros de ese derrotero, concluye que ¡°ser¨¢ tama?o milagro llegar a Castilla¡±, sobre todo, ¡°porque la nao era muy vieja y falta de mantenimientos¡± y, adem¨¢s, porque ¡°los castellanos no quer¨ªan obedecer al capit¨¢n¡±. Aparte de cuestionar la autoridad de Elcano, opina Ant¨®nio de Brito que ser¨¢ f¨¢cil de apresar la Victoria ¡°por los muchos lazos que Vuestra Alteza tiene por aqu¨ª por la India¡±. Evidentemente, en febrero de 1523, cuando Brito escrib¨ªa su carta, no hab¨ªa llegado al Maluco la noticia del arribo de la Victoria a Sevilla.
Pigafetta vio a los timorenses muy desnudos, aunque tambi¨¦n muy adornados y entre ellos advirti¨® enfermos de ¡°la enfermedad de San Job [a la que] llaman for franchi, esto es, el ¡®mal portugu¨¦s¡±. Esta vez, el mal de San Job no era lepra o alg¨²n otro tipo de enfermedad infecciosa de las diversas que hab¨ªa detectado, sino claramente s¨ªfilis, contagiada por los franchi, es decir, los francos, los extranjeros, los portugueses. Y debi¨® de hacer buenas migas el italiano con los pilotos del rey de Tidore, porque le informaron con detalle sobre Java, la volc¨¢nica isla del ¨¦bano y el arroz. Supo as¨ª del ritual funerario del sati, importado de la India, por el que las viudas se inmolaban vivas en las piras en las que se incineraba a los maridos muertos, o de los cascabeles que los j¨®venes javaneses enamorados se ataban entre el glande y el prepucio para, ¡°como si orinaran¡±, sacudirse el miembro haci¨¦ndolo sonar bajo la ventana de sus enamoradas. Pigafetta¡, siempre atento a las rarezas que los diferentes habitantes de la especier¨ªa practicaban con sus penes. La que describi¨® con mayor pormenor fue la del piercing que los hombres de la filipina Ceb¨² se hac¨ªan en el glande, el llamado ampallang, una perforaci¨®n horizontal por la que pasa ¡°un hilo de oro o de esta?o, del grosor de una pluma de oca, que les atraviesa de parte a parte la punta del miembro¡±, y ¡°en los extremos de este hilo algunos llevan una especie de estrella con puntas y otros algo similar a la cabeza de un clavo¡±. Advierte que a las mujeres les gusta y, a continuaci¨®n, pasa a describir c¨®mo son las relaciones sexuales con aquel pene perforado: cuando los hombres ¡°a¨²n no est¨¢n dispuestos, empiezan muy despacio a introducir primero una estrella y luego otra. Cuando ya est¨¢n dentro y el miembro se pone a punto, lo dejan all¨ª hasta que se ablanda, pues de lo contrario no podr¨ªan sacarlo¡±. Opina que los hombres ?tienen esta costumbre porque su naturaleza es d¨¦bil? y, ya sin rubor, anota que ¡°las mujeres nos prefer¨ªan con mucho a sus hombres¡±, no vaya a ser que se piense que el ex¨®tico ampallang hac¨ªa maravillas.
No solo sobre s¨¢ndalo y cascabeles aprendi¨® Pigafetta en Timor, porque aquellos pilotos le ofrecieron mucha informaci¨®n sobre Malaca, Siam y China, sobre las castas de la India, sobre el ruibarbo y el almizcle, y tambi¨¦n le hablaron de una isla al sur de Java donde ¡°solo viven mujeres a las que las fecunda el viento¡±, mito recurrente entre viajeros occidentales de diferentes ¨¦pocas y en diferentes lugares del mundo, o de los enormes p¨¢jaros garuda, capaces de transportar un b¨²falo o un elefante. Sin duda, sab¨ªan cosas los pilotos, modernas y legendarias, parec¨ªa que hubieran le¨ªdo a Plinio y a Marco Polo. Y Pigafetta, que era muy de anotar, quiz¨¢ no se dio cuenta de que aquellos hombres se estaban riendo un poco de ¨¦l.
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