El orgullo de Jasper Johns: a sus 91 a?os, el mito del arte estadounidense sigue trabajando
Dos hist¨®ricas muestras simult¨¢neas en Filadelfia y Nueva York brindan la oportunidad de repasar la vida y la obra de un gran maestro del siglo XX
El t¨®tem del arte estadounidense Jasper Johns visit¨® el martes pasado a puerta cerrada el Museo de Filadelfia. Mientras afuera los turistas daban saltitos con los pu?os en alto en las escaleras nevadas que dan acceso al gigantesco edificio, como Sylvester Stallone hac¨ªa en Rocky, Johns se miraba por primera vez en el espejo de Mind / Mirror, la mitad de la fenomenal retrospectiva que recorre a trav¨¦s de medio millar de ob...
El t¨®tem del arte estadounidense Jasper Johns visit¨® el martes pasado a puerta cerrada el Museo de Filadelfia. Mientras afuera los turistas daban saltitos con los pu?os en alto en las escaleras nevadas que dan acceso al gigantesco edificio, como Sylvester Stallone hac¨ªa en Rocky, Johns se miraba por primera vez en el espejo de Mind / Mirror, la mitad de la fenomenal retrospectiva que recorre a trav¨¦s de medio millar de obras las casi siete d¨¦cadas de su carrera. La otra mitad se expone simult¨¢neamente en el Whitney de Nueva York, adonde viajar¨¢ la semana que viene Johns, seguramente el artista vivo m¨¢s importante de este pa¨ªs. Ambas muestras abrieron en septiembre y est¨¢n a punto de cerrar, pero ¨¦l nunca ha sido hombre de inauguraciones, y adem¨¢s un percance de salud retras¨® sus visitas.
A Filadelfia lleg¨® en coche desde Sharon, la localidad de Connecticut en la que vive desde los a?os ochenta, recluido en una imponente mansi¨®n de piedra estilo Nueva Inglaterra, en la finca donde tambi¨¦n tiene su estudio. En la exposici¨®n, se detuvo en casi cada una de las obras. Durante la visita, organizada por el comisario argentino Carlos Basualdo, rechaz¨® cualquier ayuda m¨¢s all¨¢ de su bast¨®n; tiene 91 a?os, pero tambi¨¦n mucho orgullo. Despu¨¦s de comer, emprendi¨® el viaje de casi cuatro horas de vuelta a casa acompa?ado por sus asistentes.
Es moneda corriente que dos museos se pongan de acuerdo en organizar una muestra temporal que se estrene en uno y contin¨²e en el otro; permite compartir gastos de producci¨®n y a veces ayuda con los pr¨¦stamos. No lo es tanto que dos ciudades expongan al mismo tiempo las partes complementarias de una sola historia. Scott Rothkopf, comisario de la secci¨®n del Whitney Museum of American Art, no recuerda ning¨²n precedente en Estados Unidos a ¡°este experimento¡±.
Rothkopf recibi¨® el lunes a EL PA?S en su oficina, con extraordinarias vistas al parque de islas artificiales sobre el r¨ªo Hudson conocido como Little Island, ante¨²ltimo icono de Nueva York. ¡°Es una de esas ocasiones que se presentan una vez en la vida¡±, dijo. ¡°Hay muy pocos creadores que resistan un escrutinio de estas caracter¨ªsticas. Primero, porque deben tener una enorme producci¨®n, que adem¨¢s sea muy diversa. Y segundo, porque esa obra tiene que soportar ser contada con la t¨¦cnica del espejo¡±. Al d¨ªa siguiente, Basualdo explic¨® en su despacho del museo de Filadelfia, donde es conservador de arte contempor¨¢neo, que ¡°el mecanismo de la duplicaci¨®n es muy recurrente en Jasper¡±. ¡°Tambi¨¦n lo es¡±, a?adi¨®, ¡°la relaci¨®n que establece entre fragmento y totalidad. Las muestras pueden contemplarse como dos partes de un todo, pero la experiencia tambi¨¦n resulta completa si un visitante ve solo una de ellas¡±.
Basualdo y Rothkopf trabajaron juntos en acotar la carrera del artista en 10 pares de conceptos y en seleccionar las obras. Si en Nueva York una sala reproduce la exposici¨®n que le organiz¨® en 1968 un m¨ªtico galerista, el fiel Leo Castelli, en Filadelfia se recuerda la que le dedic¨® en 1960. Y si el Whitney se detiene en sus c¨¦lebres series de banderas y mapas, en sus pesadillas y en su infancia en Carolina del Sur (aunque naci¨® en el Estado de Georgia); la ciudad del amor fraterno hace lo propio con sus pinturas de n¨²meros, con sus sue?os y con el tiempo que pas¨® y las relaciones que cultiv¨® en Jap¨®n, que pis¨® por primera vez cuando fue destinado en Sendai durante la Guerra de Corea (1950-1953). La ¨²nica sala que repite tema en ambos lugares lleva, con cierta l¨®gica, el t¨ªtulo de Dobles y reflejos.
Qu¨¦ acab¨® en cada ciudad tambi¨¦n obedeci¨® a lo que diferencia a ambos museos. El Whitney est¨¢ dedicado al arte estadounidense, mientras que el enfoque del de Filadelfia es internacional (y adem¨¢s atesora una de las mejores colecciones de Marcel Duchamp del mundo, gran referente de Johns, lo que propicia un interesante di¨¢logo).
Y a veces, las decisiones fueron simplemente fruto del capricho de los coleccionistas, como en el caso de Good Time Charley (1961), temprana obra maestra en tonos grises. Llevaba desde 1997 expuesta en la colecci¨®n permanente de Filadelfia, pero sus due?os quer¨ªan que formara parte de la oferta neoyorquina para aprovechar esa proyecci¨®n (en muchos sentidos, el arte aqu¨ª sigue instalado en esta dicotom¨ªa: la Gran Manzana frente al resto). Tras un desagradable desencuentro ¡ªque incluy¨®, seg¨²n The New York Times, un correo en el que estos dec¨ªan que prefer¨ªan que la pintura se expusiera ¡°en los ba?os del Whitney¡± antes que en el que hab¨ªa sido su hogar de los ¨²ltimos 25 a?os¨D, el cuadro les fue devuelto. Finalmente, Rothkopf decidi¨® incluirlo, por su relaci¨®n con la obra surgida de la ruptura del artista con el pintor Robert Rauschenberg.
M¨¢s all¨¢ de ese caso extremo, Basualdo reconoce que lo complicado fue obtener los pr¨¦stamos para la muestra, que se pens¨® como un homenaje a Johns por su 90? cumplea?os hasta que lleg¨® la pandemia y tambi¨¦n trastoc¨® esos planes. ¡°Son piezas muy valiosas [se trata de uno de los artistas vivos m¨¢s cotizados del mercado], los materiales son fr¨¢giles y a los propietarios no les hace mucha gracia dejarlas. Hubo que trabajar mucho y muy diplom¨¢ticamente¡±. Rothkopf destaca que Johns les dej¨® ¡°mucha libertad¡±. ¡°Es un caso raro de gran artista que entiende la separaci¨®n Iglesia-Estado que debe regir el trabajo de los comisarios y de los creadores¡±.
El resultado, adem¨¢s de ser un canto a las bondades del corredor ferroviario del nordeste (un Amtrak separa en hora y cuarto las dos ciudades), desmiente muchos de los t¨®picos que circulan sobre el artista. Lugares comunes que asumen que el inter¨¦s de su obra decay¨® cuando dej¨® atr¨¢s sus series m¨¢s famosas, que es un artista enrocado en una cierta idea cr¨ªtica de Estados Unidos con no tanta visi¨®n internacional, o que su trabajo sobre papel es meramente accesorio a su pintura y su escultura.
¡°La doble cita derriba el viejo clich¨¦ hist¨®rico-art¨ªstico de la superioridad de las banderas y las dianas de los cincuenta sobre el resto de su obra. Y permite comprobar que durante casi 70 a?os, ha creado un hermoso y singular lenguaje cuya principal ense?anza es que muchos pensamientos no se pueden expresar¡±, opina por correo electr¨®nico la cr¨ªtica de arte Deborah Solomon, bi¨®grafa de Joseph Cornell y Norman Rockwell.
Solomon vive en Nueva York, ¡°ha visto la exposici¨®n del Whitney 13 veces¡± y teme que ¡°pronto el museo comience¡± a cobrarle ¡°un alquiler¡± por tanta asiduidad. Conoci¨® a Johns en 1988, gracias al encargo de una revista de entrevistarlo. En 2016, este le dio el permiso para escribir su vida. ¡°Me dijo que me pondr¨ªa una sola condici¨®n¡±, recuerda. ¡°Pens¨¦ que me pedir¨ªa que hiciera el libro sin usar su nombre [Risas]¡±. No fue tan lejos, pero s¨ª le exigi¨® que no publicara el resultado hasta despu¨¦s de su muerte. ¡°Es una condici¨®n que me complace cumplir. Otros artistas, como Lucian Freud y Samuel Beckett, hicieron lo mismo con sus bi¨®grafos. Supongo que valoraban la quietud de sus estudios y deseaban evitar el revuelo que acompa?a a la publicaci¨®n de un libro de esas caracter¨ªsticas¡±.
El mundo del arte estadounidense espera con inter¨¦s esa investigaci¨®n. Johns es uno de sus personajes m¨¢s herm¨¦ticos y no abundan los escritos sobre ¨¦l (entre los pocos, destaca un cat¨¢logo firmado por Michael Crichton en 1976, antes de convertirse en autor de best-sellers como Parque Jur¨¢sico). De momento, toca conformarse con las pocas pistas que las muestras ofrecen sobre su vida ¨ªntima, con la que siempre se ha mostrado fieramente reservado. Y esos atisbos no siempre est¨¢n a la vista: para dar con uno de sus momentos m¨¢s bajos hay que fijarse en la cartela de una de las obras expuestas en Filadelfia. El episodio sucedi¨® en 2013, cuando descubri¨® que James Meyer, ayudante en el estudio durante un cuarto de siglo, hab¨ªa estado rob¨¢ndole 22 obras sin terminar que vend¨ªa a trav¨¦s de una galer¨ªa neoyorquina (lo condenaron a 18 meses y el FBI devolvi¨® las piezas incautadas a su autor en 2018).
El Whitney, por su parte, se detiene en su relaci¨®n sentimental con Rauschenberg, entre las pocas que se le conoc¨ªan hasta que Benjamin Moser relat¨® la que mantuvo con Susan Sontag en la biograf¨ªa no autorizada que public¨® en 2019 sobre la escritora ¨CSontag: vida y obra (Anagrama), que le vali¨® un pulitzer¨C. Sucedi¨® en 1965. Moser atribuy¨® esa aventura el jueves pasado en una conversaci¨®n telef¨®nica, mantenida en espa?ol desde Francia, a la fascinaci¨®n de la autora de La enfermedad y sus met¨¢foras por ¡°los personajes brillantes y famosos¡±. ¡°No es que fuera un secreto¡°, aclar¨®, ¡°es que entonces algo as¨ª solo lo sab¨ªan unas decenas de personas que formaban parte del mundo intelectual de Nueva York. Hoy ser¨ªa vox p¨®puli¡±.
Famoso por sus silencios, Johns, que no qued¨® muy contento con el relato de Moser pese a que colabor¨® con ¨¦l, apenas ha querido hablar con la prensa en estos meses, aunque todo indica que esta doble exposici¨®n ser¨¢ su despedida por todo lo alto del arte institucional. Si accede a hacerlo, advierten quienes le conocen, ser¨¢ por correo electr¨®nico, y las preguntas deben ser muy espec¨ªficas. EL PA?S le envi¨® esta semana un cuestionario, pero decidi¨® no contestarlo.
No fue una sorpresa. En lo m¨¢s parecido a una entrevista que Johns ha dado a los grandes medios estadounidenses con motivo de estas muestras, por correo electr¨®nico a la revista Time, respondi¨® con dos palabras a la pregunta de qu¨¦ hace que una jornada sea perfecta para ¨¦l: ¡°Pocas interrupciones¡±. A¨²n trabaja con intensidad cada d¨ªa en su estudio, asegura Basualdo, ¡°en un di¨¢logo consigo mismo y con la historia del arte¡±.
En eso no ha cambiado desde mediados de los cincuenta, cuando puso patas arriba la escena neoyorquina con pinturas de objetos cotidianos como n¨²meros, dianas y mapas, y esculturas de latas de caf¨¦ Savarin y de cerveza Ballantine, un trabajo que fue definido como neodad¨¢ y tendi¨® un puente entre el expresionismo abstracto y el arte pop. El joven, que creci¨® con sus abuelos tras el divorcio de sus padres en un entorno poco art¨ªstico, cosech¨® el ¨¦xito r¨¢pidamente. Target with Four Faces (1955), incluida tres a?os despu¨¦s en su primera muestra para Castelli, fue portada de la revista Artnews. Y en 1954 pint¨® la primera de sus banderas estadounidenses, con una t¨¦cnica poco habitual, enc¨¢ustica y color a la cera, que convertir¨ªa en se?a de identidad. El eureka de la bandera, que luego repiti¨® decenas de veces, le lleg¨® durante un sue?o.
El c¨ªrculo, de momento, lo cierran sus ¨²ltimos dibujos, que su galer¨ªa, Matthew Marks, expuso coincidiendo con las inauguraciones de Filadelfia y Nueva York. Y del Whitney cuelga su obra reciente m¨¢s ambiciosa, Slice (2020). Terminada durante la pandemia, es una sombr¨ªa pintura de gran formato que combina un mapa gal¨¢ctico de la astrof¨ªsica Margaret Geller con el diagrama de una rodilla humana dibujado por un estudiante camerun¨¦s de 17 a?os. Este se lo regal¨® a su traumat¨®logo tras superar una lesi¨®n del ligamento cruzado. Resulta que Johns y el muchacho comparten m¨¦dico. Y fue en su consulta donde el artista vio el dibujo y decidi¨® incorporarlo a su obra (lo que finalmente acab¨® en una reclamaci¨®n por propiedad intelectual resuelta mediante un acuerdo confidencial entre las partes).
Al principio de su carrera, Johns dijo en una entrevista que buscaba inspiraci¨®n en ¡°las cosas que la raz¨®n ya conoce¡±, objetos e im¨¢genes extra¨ªdos de la realidad que le permit¨ªan forzar conceptualmente la mirada del espectador. Es tal vez su frase m¨¢s citada. Se ve que, en eso, el viejo maestro tampoco ha cambiado de idea.
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