John Williams, 90 a?os del compositor m¨¢s legendario del cine
El autor de partituras tan influyentes como ¡®Star Wars¡¯, ¡®Tibur¨®n¡¯, ¡®La lista de Schindler¡¯, ¡®E.T.¡¯ o ¡®Harry Potter¡¯ es celebrado ahora en los auditorios m¨¢s exigentes del mundo
Se puede ser comedido y decir que John Williams es, simplemente, el compositor cinematogr¨¢fico de m¨¢s ¨¦xito y trascendencia de la historia: ah¨ª est¨¢n sus indelebles partituras para Star Wars, quiz¨¢ la banda sonora m¨¢s importante jam¨¢s escrita; Superman, Harry Potter y pr¨¢cticamente toda la filmograf¨ªa de Steven Spielberg: Tibur¨®n, Indiana Jones, E.T., Parque Jur¨¢sico, La lista de Schindler¡ Ha ganado cinco Oscar, recibido nominaciones para otros 52 y suma galardones reservados para muy pocos, como la Medalla Presidencial de las Artes, el premio del American Film Institute a toda una carrera o el Princesa de Asturias de 2020. A sus 90 a?os, que cumple este 8 de febrero, John Towner Williams (Long Island, Nueva York) es, como m¨ªnimo, el compositor m¨¢s aclamado en vida de la historia.
Todo esto siendo conservador. Siendo un poco m¨¢s generoso, se puede decir que el ya nonagenario Williams proyecta ahora otra sombra sobre sus tiempos, mucho m¨¢s alargada y dif¨ªcil de eludir; la de un artista clave para entender la m¨²sica actual, un tit¨¢n que, al contar historias con la orquesta, ha sabido asimilar siglos de tradici¨®n musical y renovarlos con una voz propia y aplaudida. Por una gran recaudaci¨®n en taquilla, s¨ª, pero tambi¨¦n, ¨²ltimamente, por la aristocracia de la m¨²sica culta en todo el mundo. Sus composiciones parecen en los ¨²ltimos a?os haber trascendido los filmes a los que acompa?an y se escuchan en auditorios tan inaccesibles como el Musikverein de Viena, donde normalmente no se interpreta a compositores vivos, o la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Su m¨²sica de c¨¢mara tambi¨¦n se graba en sellos de prestigio. El hombre despectivamente llamado ¡°el de Star Wars¡± durante d¨¦cadas por crear obras disfrutadas por las masas (sus pel¨ªculas han recaudado 20.000 millones de d¨®lares en la taquilla mundial) es ahora una firma musical de primera categor¨ªa.
La suya es la no muy frecuente historia de alguien sin particular pedigr¨ª que logra abrir los c¨ªrculos m¨¢s cerrados de la m¨²sica. Williams fue un adolescente de rizos rojos que dorm¨ªa junto al piano en el garaje de sus padres en Vantage Avenue, en Los ?ngeles, donde su familia se hab¨ªa mudado en 1947 desde Nueva York para tocar en orquestas de Hollywood. Lo de dormir junto al piano da buena cuenta del peso que la m¨²sica ten¨ªa en la vida del joven. Tocaba en una banda de jazz, ¡°la m¨¢s caliente de Hollywood¡± seg¨²n la revista Time en 1949, montaba jam sessions en casa, iba a conciertos y, cuando no, acompa?aba a su padre, percusionista, a las grabaciones de incontables bandas sonoras, sobre todo las de Bernard Herrmann para Alfred Hitchcock. No se le ve¨ªa en la playa ni en la bolera. Solo m¨²sica.
A¨²n mantiene una devoci¨®n parecida hoy. Quiz¨¢ con menos conciertos, pero todav¨ªa escribe, con entrega monacal, a diario y a l¨¢piz, sentado ante el piano: salvo alg¨²n domingo suelto, compone todos los d¨ªas desde joven, por placer, aunque luego lo escrito acabe en la basura. Estudi¨® composici¨®n con Mateo Castelnuovo-Tedesco ¨Cmaestro de otros gigantes del cine como Andr¨¦ Previn, Henry Mancini o Jerry Goldsmith¨C y piano en Juilliard con Rosina Lhevinne. Tambi¨¦n se forj¨® durante cuatro a?os de servicio militar, arreglando marchas (no es casualidad que muchos de sus temas m¨¢s memorables, los de Darth Vader, Luke Skywalker, Indiana Jones o Superman, tengan esa forma).
Sin embargo, la plenitud musical le lleg¨® no desde el estudio sino desde el trauma, el que sufri¨® siendo ya una firma habitual en la gama media de Hollywood: el 3 de marzo de 1974, su esposa, la actriz Barbara Ruick (Carrusel), muri¨® repentinamente, con 43 a?os, de una hemorragia cerebral. Ella y Williams llevaban 18 a?os casados y ten¨ªan tres hijos. ¡°Antes de aquel momento, no sab¨ªa bien qu¨¦ estaba haciendo. Despu¨¦s, mi escritura, mi modo de entender la m¨²sica, todo lo que hac¨ªa, se volvi¨® claro. ?En qu¨¦ iba a emplear el peque?o talento que hubiera recibido? Fue un cambio emocional enorme en mi vida, dig¨¢moslo as¨ª, uno que me demostr¨® qui¨¦n era¡±, confes¨® en 2014 durante una charla para la Academia de Cine estadounidense. Ateo, se volc¨® a falta de otro dios en su m¨²sica y esta nunca son¨® ya igual.
El cambio se not¨® primero en un concierto para viol¨ªn que compuso en memoria de Ruick entre 1974 y 1976, quiz¨¢ su obra m¨¢s redonda y desde luego la destilaci¨®n m¨¢s pura de su estilo, atonal y expresivo, fuera de las exigencias de una pel¨ªcula. Pero tambi¨¦n se oy¨® en el cine, donde, adem¨¢s de sus ya probadas pericia t¨¦cnica y o¨ªdo para melod¨ªas carism¨¢ticas, revel¨® una nueva capacidad para emocionar profundamente con m¨²sica ahora m¨¢s l¨ªrica, m¨¢s clara, con m¨¢s vida. Firm¨® las legendarias Tibur¨®n y la primera Star Wars, dos Oscar y su salto al estrellato (y el de sus respectivos directores, Steven Spielberg y George Lucas). Despu¨¦s llegar¨ªan Encuentros en la tercera fase (re-mi-do-do-sol) y Superman. Con 48 a?os, John Williams ten¨ªa un pie en la historia.
En cine, su ¨¦xito se ha debido a la astucia con la que ha entendido el suelo por donde pisaba. Wagner, Stravinski y Strauss inspiraron a los compositores primigenios de Hollywood, los vieneses Erich W. Korngold y Max Steiner; este ¨²ltimo, sobre todo, fue quien asent¨® el sonido del cine con las partituras de Lo que el viento se llev¨®, King Kong o Casablanca. Williams mantivo ese sonido y aprendi¨® de Steiner a musicar bajo di¨¢logos y efectos de sonido, lo m¨¢s dif¨ªcil de una banda sonora, as¨ª como otorgar una melod¨ªa o acorde a cada personaje o concepto clave de una pel¨ªcula. Williams ha entrenado a su p¨²blico a escuchar tem¨¢ticamente. Si Darth Vader es mencionado en una escena, hasta un ni?o reconoce la Marcha Imperial que sonar¨¢ de fondo. Lo mismo con los tesoros perdidos de Indiana Jones, la magia de Harry Potter, los dinosaurios de Parque Jur¨¢sico: melod¨ªas sencillas en la superficie, pero complejas en ritmo y armon¨ªa, tan vers¨¢tiles que sirven, sin deformarse, tanto para un momento tenso como uno dram¨¢tico como otro sentimental. Spielberg llama Max a Williams por Steiner.
El leitmotiv se convirti¨® en el veh¨ªculo definitivo para el talento del neoyorquino e hizo de la m¨²sica de Star Wars algo hist¨®rico. En un ciclo de nueve bandas sonoras, de unas dos horas cada una, hay m¨¢s de 60 temas para personajes, lugares e ideas, y unas 50 ideas musicales recurrentes con diferentes significados dram¨¢ticos (el music¨®logo Frank Lehman los ha sumado). Son tan reconocibles que, hacia el final de la saga, los cineastas se apoyan abiertamente en ellos. No hace falta explicitar con di¨¢logo que Kylo Ren, el villano de las pel¨ªculas m¨¢s recientes, est¨¢ pensando en su madre, la princesa Leia, al decidir si revienta o no la nave en la que esta se encuentra: la orquesta hace sonar claramente el tema de la princesa y con ese subrayado basta. Es imposible encontrar en la historia del cine m¨²sica con tanto peso narrativo. Las melod¨ªas son evocadoras (beben de estilos musicales conocidos), interesantes (encierran las endiabladas m¨¦tricas del jazz) pero, sobre todo, contienen alma. Insuflan vida y cari?o real a universos ficticios y mundos interiores.
Mientras esta t¨¦cnica triunf¨® en Hollywood, Williams fue generalmente despreciado por buena parte del establishment musical. Su amor por la tradici¨®n y la claridad le convert¨ªa, para ellos, en un vendedor ambulante de melod¨ªas para naves espaciales, efectos por ordenador, ni?os y masas; como mucho, un t¨¦cnico astuto que hab¨ªa popularizado ideas de Berg, Stravinski, Bartok o Britten. Ahora, sin embargo, en Hollywood las orquestas vuelven a considerarse empalagosas y se prefiere un sonido m¨¢s ambiental que dram¨¢tico. Y la m¨²sica de Williams ha ganado una segunda vida en auditorios, hoy llenos de int¨¦rpretes, directores y cr¨ªticos que han llegado a lo sinf¨®nico a trav¨¦s de Star Wars o Harry Potter: ah¨ª est¨¢, por ejemplo, el considerado compositor joven m¨¢s interesante de Estados Unidos, Andrew Norman, que cuenta haberse haberse interesado por la m¨²sica tras ver la saga gal¨¢ctica de peque?o.
Tras haber sido invitado a tocar sus cl¨¢sicos del cine en Viena (2020) y Berl¨ªn (2021), Williams se estrenar¨¢ en La Scala de Mil¨¢n, tras firmar, este a?o, el quinto Indiana Jones y la nueva pel¨ªcula de Spielberg. Anne-Sophie Mutter, la impecable violinista, que ha grabado sus temas, estrenar¨¢ el 12 de marzo su nueva obra para viol¨ªn, de nuevo en la Musikverein y bajo su batuta.
Tal vez el reconocimiento acad¨¦mico sea algo innecesario para alguien que ha conseguido emocionar con su m¨²sica a cientos de millones de personas por todo el mundo, que ha puesto voz a la imaginaci¨®n de incontables creadores y despertado tantas vocaciones musicales. Quiz¨¢ eso sea premio suficiente. Al acabar su estreno europeo, en aquel concierto en Viena en enero de 2020, tras tocar la Marcha Imperial en un Musikverein a rebosar de aficionados y dignatarios, los m¨²sicos de la orquesta m¨¢s estricta del mundo dejaron los instrumentos y se acercaron al plet¨®rico y sudoroso anciano. Quer¨ªan su aut¨®grafo. A sus 90 a?os, John Williams no es un compositor clave en el cine, es uno clave en la historia.
Babelia
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