Pablo Aguado rescata una tarde abocada al naufragio
Decepcionante corrida de Juan Pedro Domecq. Espejismos de Morante y un Ortega sin alma
La campana salv¨® la tarde. Fue en el toro que cerraba una funci¨®n aguada, fr¨ªa y decepcionante. Pero hasta el rabo todo es toro, y el sexto rompi¨® los esquemas de una corrida de Juan Pedro Domecq decepcionante. Claro que, repasando la historia de esta ganader¨ªa en Valencia durante los ¨²ltimos a?os, no deber¨ªa extra?ar a nadie. Un nuevo fracaso. Y van¡
Pero sali¨® el sexto y nada de este tuvo que ver con los anteriores. En una corrida cinque?a, este ¨²ltimo estaba m¨¢s en los seis que en los cinco a?os. Correcto de presencia, a seis kilos de los seiscientos, no se sali¨® en varas del gui¨®n impuesto por sus cinco hermanos anteriores. Se dej¨® picar, sali¨® suelto del primer encuentro, y aunque no lo pareciera el de turno le dio bien fuerte. Pero sac¨® buen hacer en la muleta. Y Pablo Aguado lo vio. Era el momento de cogerse a un clavo ardiendo para salvar la triste historia de una corrida sin historia. La naturalidad de Aguado, su distinci¨®n, fueron las primeras armas para convencer al toro. Noble embestida del juanpedro, incluso cierta clase, a la que respondi¨® el torero con una faena de alto nivel. Todo con natural torer¨ªa, sin forzar. Por los dos pitones tuvo ocasi¨®n de Aguado de jugar bien los brazos, sin atacar, sin forzar. Suave ahora, sueve despu¨¦s. Lo fundamental bien cumplido y con el aderezo de cambios de mano, trincherillas, kikiriqu¨ªes, que enriquecieron el trabajo. Faena justa de muletazos. Ni faltaron, ni sobraron. Una sonrisa abierta despu¨¦s de tarde de morros y ce?o fruncido.
El resto del festejo fue penoso. Ya la corrida comenz¨® con veinte minutos de retraso por la inclemencia del tiempo. Largas deliberaciones en el patio de cuadrillas, hasta que lleg¨® el acuerdo: ?se torea! O, al menos, esa ser¨ªa la intenci¨®n. Porque los toros de Juan Pedro Domecq, adormecidos, moribundos, descastados, mansitos, hicieron lo posible por aguar m¨¢s la tarde ya aguada por el tiempo. A Morante se le jalearon las ver¨®nicas de recibo al que abri¨® plaza. A Morante, en verdad, se le jale¨® casi todo lo que parec¨ªa pero que en realidad no era. Algo as¨ª como unas r¨¢fagas virtuales m¨¢s que reales. A ese primero, muy castigado en varas y medio muerto a partir de entonces, lo despach¨® breve despu¨¦s de dejar detallitos. Con el cuarto se puso muy trabajador. Tanto que antes de entrar a matar ya le hab¨ªan enviado un aviso, lo nunca visto en ¨¦l. Por el lado derecho esboz¨® muletazos de empaque, o medios muletazos. Toro sin emoci¨®n; faena de espejismos.
Juan Ortega debut¨® en Valencia sin pena ni gloria, pero dejando una triste imagen de torero sin alma. Se dir¨¢, con raz¨®n, que sus toros no le ayudaron, pero tampoco ¨¦l pareci¨® muy por la labor. De todo, se rescata el recibo con el capote al segundo de la tarde: ver¨®nicas de seda. Luego, nada m¨¢s. Este toro lleg¨® a la muleta sin poder con el alma. Entre dudas y alg¨²n desarme, Ortega hizo lo que pudo: poco. En el quinto, otro juanpedro que seguir¨¢ sin ofrendar glorias a esta plaza, Ortega descarril¨®. Hasta tres desarmes sufri¨® en una demostraci¨®n ap¨¢tica y conformista.
Aguado intent¨® que el tercero no se le marchara a tablas tras cada muletazo. Toro manso y a su aire, que no aguant¨® el mimo con que lo trat¨® su matador.
DOMECQ / MORANTE, ORTEGA, AGUADO
Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación. Mortecinos, mansitos, faltos de casta y justos de fuerzas. La excepción fue el sexto, un buen toro.
Morante de la Puebla: pinchazo, más de media habilidosa y baja y descabello (silencio); -aviso- dos pinchazos y estocada baja -2º aviso- (saludos).
Juan Ortega: tres pinchazos y media (silencio); bajonazo (silencio).
Pablo Aguado: pinchazo hondo y descabello (silencio); media desprendida (oreja).
Plaza de Valencia, 17 de marzo. 4ª de Fallas y 2ª corrida de toros. Casi tres cuartos. Tarde lluviosa y desapacible.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.