¡®La ¨²ltima pel¨ªcula¡¯: la fe en el cine nunca muere

Que nadie se confunda, La ¨²ltima pel¨ªcula no es la versi¨®n india de Cinema Paradiso. La diferencia es sustancial: si la almibarada pel¨ªcula italiana reflejaba la experiencia del cine desde la nostalgia de un ni?o-espectador, la de Pan Nalin lo hace desde la fantas¨ªa de un ni?o-creador que descubre su pasi¨®n cuando el esplendor de las salas, acosadas por los avances tecnol¨®gicos, muestran sus primeras se?ales de agotamiento. Porque esta f¨¢bula de fondo autobiogr¨¢fico, ambientada en el humilde mundo rural del bell¨ªsimo estado indio de Gujarat, es una conmovedora eleg¨ªa al arte que cambi¨® el siglo XX y a las personas que forjaron con sus pel¨ªculas su culto.

Consecuentemente, el arranque del filme relata una epifan¨ªa. El ni?o protagonista acude por primera vez con sus padres a un cine, el popular y desvencijado Galaxy Cinema, para asistir a la proyecci¨®n de una pel¨ªcula religiosa de Bollywood. Lo que ocurre all¨ª dentro es la revelaci¨®n de una nueva fe, la de la luz, el color, los sue?os y las sombras. Nada volver¨¢ a ser igual para un cr¨ªo que decidir¨¢ mentir y escaparse cada d¨ªa del colegio para emprender un camino sin retorno.

El Galaxy Cinema es el viejo templo sagrado de una historia repleta de hallazgos: el proyeccionista, adorado como un Dios a trav¨¦s de la comida que cada d¨ªa le ofrece el ni?o; la madre como creadora y ¡°montadora¡± de historias a trav¨¦s de esa misma comida; la naturaleza del montaje en su estado m¨¢s primitivo a trav¨¦s de las historias que el ni?o inventa con cajas de cerillas primero y pel¨ªculas despu¨¦s; su pelo como signo de rebeld¨ªa e individualismo; los inventos de luz del muchacho y sus amigos; el renacimiento de la casa fantasma como casa del cine y el incre¨ªble periplo final detr¨¢s de las toneladas de latas de negativo condenadas al fuego.

Samay, el nombre del ni?o protagonista de 9 a?os, significa ¡°tiempo¡±, porque, se nos dice, eso era lo ¨²nico que ten¨ªan sus padres cuando ¨¦l naci¨®. La ¨²ltima pel¨ªcula, Espiga de Oro en la ¨²ltima Semana Internacional del Cine de Valladolid (Seminci), nada sin miedo entre referencias situadas en las ant¨ªpodas formales. En ella hay algo de la melanc¨®lica plasticidad de Good Bye, Dragon Inn, de Tsai Ming-liang; o del juego de la metaficci¨®n de Rebobine, por favor, de Michel Gondry o incluso del sentimiento de orfandad de E.T., el extraterrestre y sus solitarios ni?os volando con la imaginaci¨®n en sus bicicletas.

Pan Nalin, conocido por Samsara, una historia que tard¨® nueve a?os en materializar y que se estren¨® en 2001, busc¨® los rostros de su ¨²ltimo filme en el mismo remoto mundo rural en el que ¨¦l creci¨®, y en el que su padre, como el padre de la pel¨ªcula, era un pobre vendedor de t¨¦ en una estaci¨®n de tren a la que no llegaba nadie. Un lugar pintado aqu¨ª desde la memoria y donde a¨²n es cre¨ªble ese asomo de inocencia que reivindica esta preciosa pel¨ªcula. Un lugar tan inevitablemente triste como abiertamente esperanzador en el que a¨²n es posible el tard¨ªo descubrimiento de la pasi¨®n por el cine.

Alumbrada por los infinitos colores de la cultura india, devota del s¨¦ptimo arte e hist¨®ricamente una de sus mayores potencias mundiales, La ¨²ltima pel¨ªcula se abre con un cr¨¦dito que agradece ¡°la luz en el camino¡± a los hermanos Lumi¨¨re, al pionero de la imagen en movimiento Eadweard Muybridge, a David Lean, Stanley Kubrick y Andrei Tarkovsky. Hay referencias expl¨ªcitas a todos ellos, pero la raz¨®n ¨²ltima de esta altisonante dedicatoria solo se entender¨¢ al final, cuando el brindis se hace extensivo a Satyajit Ray, Maya Deren, Godard, Chaplin¡­ todos ellos y muchos m¨¢s convocados en un sorprendente y emocionante viaje final.