Memorable y rotundo Morante
Tras una faena de alta intensidad cort¨® las dos orejas de un exigente y encastado sobrero de Garcigrande
Morante de la Puebla ha firmado una brillante p¨¢gina torera en La Maestranza con una faena de alta intensidad a un toro sobrero de Garcigrande que tras unos titubeos en los primeros tercios embisti¨® con fijeza y codicia en la muleta y permiti¨® que su matador protagonizara una obra emocionante que fue premiada con las dos orejas. Dio la impresi¨®n de que el propio Morante no ten¨ªa confianza en las condiciones del animal. De hecho, apret¨® al torero en el capote, cumpli¨® sin alharacas en el caballo -el primer puyazo lo recibi¨® del picador que guardaba la puerta-, se qued¨® corto en banderillas y en terrenos de sol decidi¨® esperar a su matador.
Pero Morante no estaba por la labor de recorrer la mitad del anillo, y mand¨® a su subalterno Lili que se lo trajera mientras ¨¦l, sonriente, esperaba recostado en las tablas. No fue f¨¢cil la maniobra de traslado, pero el maestro no se inmut¨® hasta que lo tuvo a su merced. Y una vez all¨ª, contra todo pron¨®stico, se hizo presente el misterio. Ese toro malaje se enamor¨® del enga?o rojo y decidi¨® perseguirlo con humillaci¨®n, fijeza, br¨ªo y emotividad. Y el enigma de la casta lo convirti¨® en un compa?ero exigente que llamaba a gritos a un torero asentado y poderoso.
Y el artista -Morante- acept¨® el reto. Unos ayudados y dos pases de pecho prologaron una labor basada en la firmeza, la disposici¨®n, el valor seco, la quietud y la hondura. De la conjunci¨®n de toro y torero brotaron, primero, muletazos con la mano derecha de enorme verdad; aguantaba Morante el ¨ªmpetu de su oponente con las zapatillas firmes y la muleta tersa, bien colocado, templando la impetuosa embestida. Un primoroso cambio de manos dio paso a dos tandas de naturales -el palillo de la muleta siempre sujetado por el centro-, hondos, emotivos, hermosos y muy bien abrochados con el de pecho. A¨²n hubo una tanda de aut¨¦nticos redondos, un garboso molinete y alg¨²n natural de regalo. La plaza, huelga decirlo, vivi¨® unos instantes de absoluto arrebato por la disposici¨®n, el poder¨ªo y el dominio expresado por el artista.
Ese no era un toro bobalic¨®n; era encastado y combativo que exig¨ªa un despliegue de valor, t¨¦cnica y oficio. Y el art¨ªfice fue Morante. Mont¨® la espada y cay¨® baja, pero esa imperfecci¨®n no impidi¨® que el presidente sacara los dos pa?uelos y el ¨ªdolo sevillano sonriera a una concurrencia embelesada. El fogonazo sucedi¨® con un sobrero de Garcigrande, porque la corrida de Torrestrella fue decepcionante en grado sumo, y solo la solvencia magistral de El Juli y el arrojo juvenil del toricantano Perera ocultaron en parte los muchos defectos de los toros.
Sin atisbo de clase, ni de entrega ni fijeza ten¨ªa el primero de El Juli, pero este le explic¨® con paciencia y suavidad lo que es embestir; y el animal, qu¨¦ noble era, acept¨® la sapiencia de su compa?ero. As¨ª, la plaza asisti¨® a una clase de un maestro de la t¨¦cnica y qued¨® sorprendida por el conocimiento demostrado. Apagado y asfixiado fue su segundo, del mismo tenor que el primero de Morante.
Pero abri¨® plaza Manuel Perera, un chaval con cara de asustado ante dos figuras, que tom¨® la alternativa y se mostr¨® dispuesto a no ser el convidado de piedra. Le gusta torear de rodillas y de tal modo recibi¨® de capote al de la alternativa, y volvi¨® a adoptar la misma postura en el inicio de la faena de muleta; de rodillas en la puerta de chiqueros esper¨® al sexto y tuvo que echar cuerpo a tierra ante la mirada de pocos amigos del animal, y otra vez comenz¨® de hinojos el tercio final.
Quer¨ªa demostrar, y lo consigui¨®, que su poca experiencia pod¨ªa suplirla con arrojo y pundonor. Muy deslucido fue el toro de la ceremonia, pero lo veronique¨® con soltura, no le perdi¨® la cara, ni rehuy¨® la pelea, y no permiti¨® que el animal se le subiera a las barbas. Descastado y sin celo fue el que cerr¨® el festejo, y Perera consigui¨® que sonara la m¨²sica a base de un valor a veces embarullado, pero siempre verdadero de quien quiere atraer la atenci¨®n de un p¨²blico que ten¨ªa la cabeza en un veterano.
Morante se march¨® a pie con la sonrisa en los labios; satisfecho parec¨ªa El Juli, que brind¨® su segundo toro al ganadero de la tarde, ?lvaro Domecq, y con cara de circunstancias el joven Perera. Evidentemente, quer¨ªa m¨¢s, pero la tarde de su alternativa ser¨¢ recordada por la gran faena de su padrino.
Torrestrella/Morante, El Juli, Perera
Toros de Torrestrella, -el cuarto, devuelto-, bien presentados, serios, mansos, nobles, descastados, desfondados y deslucidos. Sobrero de Garcigrande, bien presentado, cumplidor en el caballo, exigente y encastado.
Morante de la Puebla: tres pinchazos, casi entera _aviso_ y seis descabellos (silencio); casi entera baja _aviso_ (dos orejas).
El Juli: casi entera baja y atravesada y un descabello (ovación); estocada y un descabello (ovación).
Manuel Perera, que tomó la alternativa: pinchazo y media estocada (ovación); estocada delantera y caída _aviso_ y un descabello (ovación).
Plaza de La Maestranza. Decimotercera corrida de abono de la Feria de Abril. 7 de mayo. Lleno de ‘no hay billetes’.
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