Guerra cultural contra la ¡°guerra mundial de Putin¡±
La concesi¨®n del Premio Formentor a la autora rusa Liudmila Ul¨ªtskaya provoca la cancelaci¨®n de alguna asistencia a la entrega del galard¨®n mientras los escritores del antiguo ¨¢mbito de influencia de la URSS se posicionan con inquietud ante la invasi¨®n de Ucrania
Lejos del escenario de guerra, de las fosas comunes y el territorio del dolor que va configurando en Ucrania una nueva mitolog¨ªa b¨¦lica en Europa, los ecos del conflicto est¨¢n generando su propia onda expansiva en el universo de la cultura. La hist¨®rica pugna entre pro y antioccidentales que desde hace siglos marc¨® a Rusia, la pulsi¨®n nacionalista frente a la ambici¨®n m¨¢s europea, se renueva estos d¨ªas a partir de la dram¨¢tica agresi¨®n a Ucrania. Nace una guerra cultural, esta vez contra Vlad¨ªmir Putin y el expansionismo ruso, en la que la literatura es el campo de batalla.
El foro Formentor se ha convertido en uno de los term¨®metros donde se han visibilizado las nuevas y viejas disputas. La concesi¨®n del Premio Formentor a la autora rusa Liudmila Ul¨ªtskaya provoc¨® la cancelaci¨®n de alguna asistencia, como la del traductor ucranio Iuri Lech, que lo consider¨® un ¡°gesto de complicidad con la potencia agresora¡±, seg¨²n el mensaje que ley¨® la organizaci¨®n. Mientras que la Uni¨®n de Escritores de Ucrania apel¨® a cerrar la casa museo de Mija¨ªl Bulg¨¢kov en Kiev, donde naci¨®, y cancelar as¨ª a este autor considerado ruso.
La voz de la democracia en Rusia solo reside en la literatura, sostiene Marta Reb¨®n, una de las grandes especialistas en literatura rusa y eslava. El mapa literario pos-sovi¨¦tico es, de hecho, un escenario de fusi¨®n, mezcla y convivencia que se hab¨ªa consolidado como tal de una forma muy lejana al nuevo nacionalismo ruso, y que conforma una realidad paralela al universo que defienden Putin y los antioccidentales m¨¢s excluyentes. Hay muchos ejemplos de ello: la Nobel de Literatura Svetlana Alexi¨¦vich naci¨® en la Ucrania sovi¨¦tica, escribe en ruso y vive en Bielorrusia. La reci¨¦n galardonada Ul¨ªtskaya naci¨® en la lejana Bashkortost¨¢n, en los Urales, ha escrito una novela sobre Crimea y se ha exiliado en Berl¨ªn al empezar la guerra de Ucrania. Vitali Grossman tambi¨¦n era de Ucrania y es considerado ruso, o como Ch¨¦jov, que pas¨® largas temporadas en Ucrania, de donde era su abuela y donde incluso apoy¨® el primer peri¨®dico t¨¢rtaro. Y el movimiento ¡°pol¨ªtico¡± de la Uni¨®n de Escritores de Ucrania, sostiene la agente y traductora Yulia Dobrovolskaya, contrasta con un p¨²blico que no cancela la cultura, sino que la promueve, como demuestra la gran acogida ahora mismo en el pa¨ªs de una biograf¨ªa de Bulg¨¢kov escrita en ruso por Marietta Chudakova y traducida al ucranio.
¡°Deber¨ªamos quitar el peso de las nacionalidades porque no todo lo que creemos ruso es ruso, una palabra muy homogeneizadora que no responde a la pluralidad real que existe¡±, afirma Reb¨®n.
En el nuevo pulso entre el nacionalismo ruso antioccidentalista y la pluralidad abierta a Europa, los escritores de todo el espacio pos-sovi¨¦tico se est¨¢n posicionando claramente contra las ambiciones de Putin, como seguidores de ese esp¨ªritu disidente que existe desde el imperio ruso y luego sovi¨¦tico. ¡°Muchos se han visto obligados a un exilio interior¡±, a?ade Reb¨®n. La Nobel Aleksi¨¦vich pone el acento en que el mensaje belicista ha sido aglutinador. Ul¨ªtskaya defiende la tolerancia y, en palabras de Jorge Ferrer, traductor de ruso, ¡°est¨¢ devastada ante la barbarie imperialista¡±.
Pero la batalla salta del espacio eslavo y ha alcanzado todo el universo pos-sovi¨¦tico, donde los escritores se posicionan con enorme inquietud ante lo que est¨¢ pasando. El rumano Mircea Cartarescu, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, asegura que estamos viviendo ¡°tiempos apocal¨ªpticos, tiempos oscuros¡±. ¡°La agresi¨®n contra nuestros cuerpos y mentes en los ¨²ltimos tres a?os est¨¢ siendo terrible y nos ha cambiado¡±, responde a EL PA?S. ¡°Nunca hab¨ªamos experimentado algo as¨ª en nuestras vidas. Solo conoc¨ªamos este tipo de miedo, desesperaci¨®n, dolor y horror en los libros de historia y las novelas pero ahora estamos en mitad del infierno. La pandemia seguida de esta locura de guerra es m¨¢s de lo que podemos soportar¡±.
Tras las muertes, aislamientos y depresiones por la covid, la guerra contra Ucrania ¡°es un trauma para la humanidad, una desgracia, un acto hooligan y c¨ªnico de un asesino en serie¡±. ¡°Es como si alguien alcanzara a una mujer en una estaci¨®n de metro abarrotada y empezara a cortarla a navajazos, a hacer cosas terribles y nadie pudiera reaccionar porque el agresor grita que tiene un chaleco suicida y va a matar a todo el mundo. Y sigue y sigue molestando a la v¨ªctima en frente de la polic¨ªa y de todos nosotros. Mientras asistimos al crimen sentimos que nuestros cerebros se queman de verg¨¹enza y de un miedo impotente. Y entonces no hay solo una v¨ªctima, sino que todos somos v¨ªctimas, todos abusados, heridos y despose¨ªdos de humanidad¡±.
¡ª?Y qu¨¦ ha cambiado para usted como escritor? ?Siente la literatura como un campo de batalla contra la guerra?
¡ªSer un escritor en estos tiempos siniestros es sentirse responsable de todo lo que ocurre. Es tomar el peso de la humanidad en tus hombros, con su belleza y su horror. El trabajo del escritor es empat¨ªa. Hay que gritar con la v¨ªctima. Debes mirar el futuro y ense?ar a la gente el infierno al que se enfrenta. Y aunque no puedas evitar el crimen, al menos puedes alzar la voz contra ¨¦l, condenarlo frente a la gente. Los escritores rusos deber¨ªan sentir esta responsabilidad ahora mismo y dejar de apoyar la pol¨ªtica del Kremlin. Y todo escritor en la comunidad internacional deber¨ªa acompa?arles con su voz, llamar al fin de esta guerra antes de que explote el chaleco suicida.
Ul¨ªtskaya as¨ª lo ha hecho. La autora calific¨® ayer en Las Palmas a Putin de ¡°hooligan, una persona de pocos talentos, poca gracia y poca humanidad, como un gamberro en una calle de barrio bajo por la noche¡± al que ve capaz de apretar el bot¨®n nuclear aunque, por fortuna, hay muchos entre la bomba y ¨¦l que pueden pararle los pies. Explic¨® su salida en febrero de Rusia al estallar la guerra y se dijo convencida de ¡°la tercera guerra mundial ha empezado¡±, dijo ante los periodistas de agencias reunidos en el Foro Formentor, tal y como recogi¨® Efe.
En su discurso de aceptaci¨®n del premio, la autora rusa record¨® anoche que hasta Dostoievski estaba censurado en su infancia, era un autor bajo sospecha. Los libros se le¨ªan clandestinamente y cuando al fin se permitieron despu¨¦s de 1990 no despertaron inter¨¦s. Archipi¨¦lago Gulag, del proscrito Alexandr Solzhenitsyn, no encontr¨® lectores como hab¨ªa hecho en Occidente. ¡°El libro no ha sido le¨ªdo¡±, sostiene Ul¨ªtskaya, ¡°porque, pocos a?os despu¨¦s del derrumbe sovi¨¦tico, el pueblo vot¨® claramente por un personaje formado en las viejas tradiciones del KGB. De ah¨ª crecen las ra¨ªces del estalinismo que renace en nuestro pa¨ªs¡±. ¡°Hoy¡±, concluye, en Rusia ¡°no se detiene a nadie por un libro¡±.
Tatiana Tibuleac, autora de El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta), habla estos d¨ªas del miedo que se respira en su pa¨ªs, Moldavia, a ser el siguiente despu¨¦s de Ucrania. Y tambi¨¦n reconoce que la guerra la ha cambiado como escritora. ¡°Esta guerra de la que cada vez hablamos m¨¢s como si hubiera pasado, como si la gente hubiera dejado de morir, est¨¢ cambiando todo, es un c¨¢ncer en progresi¨®n. Para m¨ª, el cambio es doloroso y destructivo porque me ha hecho revisar cosas que durante a?os consideraba parte de m¨ª: la lengua rusa y su literatura. Ahora encuentro cada vez m¨¢s dif¨ªcil separar, como deber¨ªa, la cultura de la pol¨ªtica, el arte de la muerte. El odio es el sentimiento m¨¢s accesible y me temo que estoy abusando de ¨¦l¡±.
¡ª?Y es la cultura un campo de batalla?
¡ªNo tengo grandes esperanzas en la cultura. Si la cultura fuera un superpoder o una fuerza milagrosa, las guerras no habr¨ªan existido. Como humanidad usamos la cultura como droga, la glorificamos, pero desgraciadamente no aprendemos. Ning¨²n mal es nuevo, todas las tragedias pod¨ªan haberse evitado. Y me temo que de esta guerra tampoco aprenderemos.
Como concluyen muchos de ellos, el clamor no cambia la guerra, pero al menos s¨ª las conciencias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.