¡®El cuarto pasajero¡¯: ?lex de la Iglesia pone en marcha la bomba de relojer¨ªa del coche compartido

Dos a?os despu¨¦s de la emisi¨®n de la estupenda primera temporada de 30 monedas, apenas seis meses despu¨¦s del estreno en cines de la discreta Veneciafrenia, y a unos meses tambi¨¦n del aterrizaje en 2023 de la segunda temporada de la serie del catolicismo, el mal y las cr¨®nicas de un pueblo (30 monedas), ?lex de la Iglesia tiene nueva pel¨ªcula en cartelera: El cuarto pasajero, desenfrenada comedia rom¨¢ntica con estructura de road movie, de gracia desigual y discutible reparto. La capacidad de trabajo del director de El d¨ªa de la bestia y La comunidad, con Jorge Guerricaechevarr¨ªa como habitual coguionista, es encomiable. Su creatividad, sin embargo, se muestra dispar en una obra inequ¨ªvocamente suya, tanto en sus preocupaciones como en su estilo.

El cine a borbotones de De la Iglesia, desequilibrado, procaz y audaz, ese que irrumpe en un microcosmos formado por caracteres opuestos con particularidades personales cercanas a la perturbaci¨®n, pero partiendo siempre de un reconocible costumbrismo, aparece una vez m¨¢s en El cuarto pasajero, el viaje a trav¨¦s de un servicio de veh¨ªculo compartido de cuatro personajes muy distintos, aunque solo tres de ellos tengan inter¨¦s. Y he ah¨ª uno de los primeros problemas de la pel¨ªcula: el rol de Rub¨¦n Cortada ¡ªque, de todos modos, ofrece una interpretaci¨®n correcta con lo poco que tiene a su alcance¡ª solo parece estar all¨ª como motivo para el desencadenamiento de los celos del protagonista interpretado por Alberto San Juan. Por lo dem¨¢s, es como si pasara por all¨ª; como si los guapos solo pudieran ser guapos y nada m¨¢s. Salvo una pincelada de ego¨ªsmo sin demasiada relevancia en la parte final, nada aporta. Y eso en una historia con cuatro ¨²nicos personajes metidos en un coche tres cuartos del metraje es una r¨¦mora.

El hombre de mediana edad obseso del control, adicto al ensayo para cada una de las facetas de su vida, solitario, prefabricado por ¨¦l mismo y ajeno a cualquier forma de espontaneidad en su devenir diario s¨ª es un personaje con posibilidades. Tambi¨¦n el caradura arribista, p¨ªcaro espa?ol con ademanes de pijo, vividor e insoportable para cualquiera con dos dedos de frente, al que pone rostro Ernesto Alterio. Pero con ellos ocurre algo sorprendente. Alberto San Juan, que interpreta al primero, parece fuera de foco. San Juan viene de desplegar una gracia espectacular en Sentimental y en El test, dos de sus ¨²ltimos trabajos en comedia, ejerciendo el papel de payaso que todo lo embrolla sin necesidad de convertirse en un histri¨®n. Con una brillante modulaci¨®n de la voz y el gesto, y casi sin alzar la ceja, ese rol del cl¨¢sico buf¨®n augusto, liante, provocador y absurdo, parece perfecto para ¨¦l. En cambio, el clown que interpreta en El cuarto pasajero, el payaso blanco objeto de las bromas del augusto Alterio, representante de lo adulto y lo recto en comparaci¨®n con el burlador, le deja mustio.

Pel¨ªcula sobre la soledad y la incomunicaci¨®n en la era de las redes sociales, de reflexi¨®n ligera sobre la crisis econ¨®mica y comicidad dispersa, El cuarto pasajero avanza a trompicones hasta el habitual final de las historias de De la Iglesia: un volc¨¢n de fuegos artificiales repleto de fisicidad y acci¨®n. Hay puntuales momentos brillantes y otros metidos con calzador, sin coherencia interna alguna (el del hotel y la piscina como paradigma). Pero finalmente lo que mejor funciona es el elemento rom¨¢ntico, la mirada desolada y sangrienta de San Juan y Blanca Su¨¢rez en la pesadilla de la carretera, el viaje en la peor compa?¨ªa y el triunfo de la desfachatez. El infierno son siempre los otros.