El colonialismo belga: historia de una depredaci¨®n salvaje
B¨¦lgica documenta y prepara la devoluci¨®n de miles de piezas saqueadas en el Congo, muchas de las cuales ten¨ªan poderes m¨¢gicos para las comunidades de origen
La estatua Nkisi Nkonde, una de las joyas que los belgas saquearon en el Congo hace poco m¨¢s de un siglo, observa al visitante del Museo de ?frica Central en Bruselas con la misma mirada de espanto con que hoy podemos contemplar el genocidio que lider¨® el rey Leopoldo II en lo que fue su cortijo: unos ojos vac¨ªos que pueden ser tan aterradores como aterrados, la boca abierta y el cuerpo esculpido en un amasijo de madera y clavos que pertenec¨ªa al jefe tribal Ne Kuka, uno de los nueve reyes de la ciudad de Boma. Un fetiche al que se atribu¨ªan poderes divinos que los invasores aprovecharon contra la poblaci¨®n.
Alexandre Delcommune, oficial de la temible Force Publique y traficante, arras¨® en 1878 con esta y otras piezas de enorme valor simb¨®lico para los congole?os, uno de tantos trofeos que los belgas depredaron en el Congo mientras esquilmaban tambi¨¦n el marfil de los elefantes, el caucho de los ¨¢rboles y cortaban las manos a quienes no cumplieran con sus trabajos forzados. Hoy, esta pieza es una de las joyas que el Museo de ?frica se ha ocupado de documentar con la m¨¢xima exactitud posible con vistas a su pr¨®xima restituci¨®n a Kinsasa.
¡°La decisi¨®n ya est¨¢ tomada y ahora estamos viendo c¨®mo se implementa¡±, cuenta el director del museo, Guido Gryseels. Para ello se est¨¢ formando una comisi¨®n conjunta de los dos pa¨ªses. ¡°Pero ahora el Congo va m¨¢s lento que B¨¦lgica, que le gustar¨ªa avanzar m¨¢s r¨¢pido¡±.
Gryseels se jubila a fin de a?o, despu¨¦s de vivir en carne propia la transformaci¨®n social, los debates y el cambio de percepci¨®n sobre el colonialismo que se est¨¢ produciendo en B¨¦lgica, especialmente acelerado tras el Black Lives Matter. Hace 20 a?os se hizo cargo de un museo que exhib¨ªa el hoy vergonzante orgullo belga de su colonizaci¨®n del Congo, actualmente considerada uno de los mayores cr¨ªmenes colectivos, especialmente tras el libro de Adam Hochschild El fantasma del rey Leopoldo. En aquel tiempo, todo en este museo reivindicaba c¨®mo B¨¦lgica hab¨ªa llevado ¡°la civilizaci¨®n, el bienestar o la seguridad¡± a ese territorio africano; exhib¨ªa estatuas estereot¨ªpicas de los negros en gesto b¨¢rbaro, cruel, salvaje o humillado y sometido (que hoy descansan en el subsuelo); y honraba al jefe personal de aquel genocidio, Leopoldo II. Tras mantenerlo cerrado durante cinco a?os, el museo reabri¨® en 2018 con una nueva lectura de la historia que lo ha colocado entre los que mejor se est¨¢n adaptando a un presente cr¨ªtico con lo ocurrido.
Hoy, el Gobierno belga y el del Congo trabajan juntos para proceder a la restituci¨®n, despu¨¦s de que B¨¦lgica declarara enajenables 84.000 piezas tras un trabajo ¨ªmprobo, probablemente el mayor esfuerzo de documentaci¨®n realizado en un museo de este tipo. ¡°Hemos hecho much¨ªsimas investigaciones. En ocasiones hemos encontrado muchos datos sobre los or¨ªgenes de las piezas en los archivos y hemos enviado a cient¨ªficos al Congo para investigar durante dos o tres meses dos o tres piezas. Pero preferimos enfocarlo de forma colectiva: si documentamos que una pieza fue conseguida por saqueo, lo m¨¢s probable es que todo lo que vino con ella tambi¨¦n lo fuera. Para muchos objetos, nunca se sabr¨¢. Qui¨¦n sabe si un regalo a un misionero era a cambio de nada o de una respuesta, como por ejemplo: ¡®Me asegurar¨¦ de que tus hijos entren en el colegio¡¯. Nada de esto est¨¢ registrado y nunca sabremos las condiciones exactas de la adquisici¨®n¡±. Por ello, cuenta Gryseels, ¡°una vez investigado el origen ilegal de la pieza, fuera por el saqueo, el uso de violencia o la entrega en condiciones de desigualdad, autom¨¢ticamente se concede la propiedad al Congo¡±.
Tropel¨ªas aplaudidas
Miremos lo que dec¨ªa el propio Delcommune de la estatua que rob¨® tras el ataque a ocho de los nueve reyes de Boma y que la poblaci¨®n consideraba un dios: ¡°Yo conoc¨ªa este fetiche desde hac¨ªa mucho y tambi¨¦n la reputaci¨®n tan grande que ten¨ªa en veinte o treinta leguas a la redonda. Yo mismo lo experiment¨¦ en circunstancias que merecen ser contadas y que muestran la fe de los ind¨ªgenas en sus dioses¡±, escribi¨® el traficante. Una vez en sus manos, la utiliz¨® para atemorizar a los nativos, para que denunciaran a sus compatriotas y para socavar el mando de los jefes tribales, desprovistos as¨ª del poder de su fetiche. ¡°Esta estatua es el s¨ªmbolo internacional de la necesidad de la restituci¨®n. Pertenec¨ªa a un jefe de una comunidad del Congo y un belga quem¨® un pueblo para quedarse con esta y con todos los s¨ªmbolos de su poder. Deben devolverse¡±, concluye el director del museo.
?l conf¨ªa en llegar pronto a un acuerdo como el que ha asumido Alemania para devolver a Nigeria un millar de piezas que pertenecieron al antiguo reino de Ben¨ªn, de las que hoy 40 se exponen en pr¨¦stamo. ¡°Lo que se rob¨® tiene que volver. Siempre que el Congo lo quiera. Creo que llegaremos a un acuerdo¡±.
La m¨¢scara de Luba es otra de las joyas cuyo origen el museo ha catalogado con toda exactitud con vistas a su restituci¨®n. Labrada en madera, la cabeza alberga dos cuernos de b¨²falo, considerado el animal m¨¢s poderoso de ?frica, y para los nativos concede poderes a su due?o. Se considera que tiene un valor incalculable. ¡°Algunos jefes tribales se resistieron a los belgas y estos les robaron estos objetos para quitarles el poder¡±, asegura Gryseels. Fue el caso de esta pieza, saqueada en 1896 en Luulu, en la provincia de Katanga, por las tropas del comandante Oscar Michaux, considerado un h¨¦roe en su tiempo. Todo ello fue documentado por un oficial, Albert Lapi¨¨re, que le acompa?aba y que dej¨® constancia en su diario de todas las tropel¨ªas que entonces eran aplaudidas. Gracias a eso se ha podido reconstruir la historia.
Michaux amas¨® m¨¢s de 700 piezas durante sus campa?as y, a falta de descendencia, su viuda vendi¨® la colecci¨®n al museo en 1919. Ya entonces se hab¨ªa prohibido que los militares se hicieran con sus propias colecciones, pero los abusos ya se hab¨ªan cometido.
Aquellos fueron tiempos, por ejemplo, en que los belgas trasladaron una aldea entera para exhibirla como un zoo humano en este museo. De los 267 nativos del Congo tra¨ªdos a Europa, siete murieron de fr¨ªo y gripe. Sus nombres se proyectan hoy al caer el sol sobre los paneles de piedra en los que constan mil ¡°h¨¦roes¡± belgas muertos en aquellas campa?as. Con doble sentido: para recordar que son v¨ªctimas de B¨¦lgica y para poner una sombra sobre los supuestos m¨¢rtires.
¡°Este era un museo colonial que divulgaba que ¨¦ramos superiores y ese era el sentimiento dominante en la sociedad¡±, cuenta el director mientras ense?a las intervenciones que se han hecho para reabrirlo. ¡°El racismo actual en parte se debe al sentimiento de superioridad de los blancos al que hemos contribuido¡±. Otra de las intervenciones m¨¢s importantes fue cubrir las estatuas en que se glorificaban las gestas (¡°B¨¦lgica llevando la civilizaci¨®n al Congo¡±, ¡°B¨¦lgica llevando el bienestar¡±, ¡°la seguridad¡± o ¡°el fin de la esclavitud¡±) con velos en los que dos artistas contempor¨¢neos exhiben mensajes actuales: de denuncia de la militarizaci¨®n, la crueldad, la imposici¨®n.
De paseo por el museo, el director muestra otra de las esculturas de procedencia ya documentada que puede formar parte de los lotes que se restituyan. Se trata de Lusinga, saqueada por los hombres al mando del explorador ?mile Storms en 1884, en una operaci¨®n en la que decapitaron a un jefe tribal, de nombre Lusinga, el que m¨¢s resistencia hab¨ªa opuesto a su avance. Representa a sus antepasados.
Storms no solo se llev¨® esta pieza, sino tambi¨¦n las cabezas de Lusinga y de otros dos jefes, Maribu y Mpampa, que mantuvo en su colecci¨®n personal hasta su donaci¨®n al museo en 1935. Los restos humanos fueron transferidos al Museo de Historia Natural, hoy Real Instituto Belga de Ciencias Naturales, donde ?a¨²n se conservan!
El procedimiento para devolver las piezas tiene un anticipo en la estatua que los reyes Felipe y Matilde llevaron el pasado junio a Kinsasa en el primer viaje real a la antigua colonia, donde se ¡°lament¨®¡± lo ocurrido, aunque sin pedir disculpas. Hasta all¨ª se llev¨® una m¨¢scara de la etnia suku. Su comunidad de origen devolvi¨® simb¨®licamente sus poderes m¨¢gicos a la pieza.
Muchas otras cosas jam¨¢s se podr¨¢n restituir. Ni el elefante cazado en 1956 que se exhibe en el museo (en realidad necesitaron dos para conseguir un ejemplar disecado en condiciones), ni toda la poblaci¨®n de estos gigantescos animales que pusieron en peligro, ni las vidas de hasta diez millones de congole?os que mataron. Porque, como reza un gran cartel al inicio del recorrido del museo, ¡°todo pasa salvo el pasado¡±.
Babelia
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