Howlin¡¯ Wolf y Muddy Waters: sentados en la cima del mundo
A principios de los setenta, los pioneros del blues y el ¡®rock and roll¡¯ comenzaron a grabar en Londres
Los m¨¢s veteranos del lugar, con toda seguridad, han escuchado muchas versiones de Sittin¡¯ on Top of the World: de los Grateful Dead a Jack White, pasando por Cream o Bob Dylan. Un blues hipn¨®tico de 1930 donde el protagonista, asfixiado por su trabajo, adem¨¢s ha sido abandonado. Sin embargo, en una pirueta burlona, repite que siente que est¨¢ ¡°sentado en la cima del mundo.¡±
La interpretaci¨®n can¨®nica es la del feroz Howlin¡¯ Wolf, en 1957. Y el Lobo Aullador volvi¨® a cantarla en un disco de 1971, The London Howlin¡¯ Wolf Sessions, que inaugur¨® una curiosa tendencia en producciones musicales: a los 60 a?os, se fue a Inglaterra para grabar con sus hijos musicales. Alumnos como Eric Clapton, Charlie Watts, Bill Wyman, Steve Winwood y, vaya, Ringo Starr. Funcion¨® razonablemente y, al a?o siguiente, se repiti¨® la jugada con The London Muddy Waters Sessions; los anfitriones fueron entonces Rory Gallagher, Georgie Fame, Mitch Mitchell y, de nuevo, Steve Winwood. Ambos discos acaban de reeditarse en vinilo gordo a trav¨¦s de Elemental Music.
Las London sessions no fueron superventas ¡ªluego se sumar¨ªan los vol¨²menes firmados por Bo Diddley y Chuck Berry¡ª, pero result¨® un acierto estrat¨¦gico para su sello, Chess Records. El heredero de los fundadores, Marshall Chess, pretend¨ªa ampliar mercado recordando que la mitad de los triunfales grupos brit¨¢nicos, de los Rolling Stones para abajo, se hab¨ªan educado escuchando discos de la Chess. Esto, que ahora nos parece obvio, no lo era durante los setenta, al menos en Espa?a, donde sal¨ªan enciclopedias voluminosas que prescind¨ªan alegremente de los pioneros negros. No se trataba de racismo, al menos de manera consciente; el problema ten¨ªa que ver con la escasa cultura de los gur¨²s de la ¨¦poca (apenas se publicaron aqu¨ª discos de blues de Chess Records).
Nos perdimos as¨ª marcianadas como los elep¨¦s psicod¨¦licos de Muddy Waters y Howlin¡¯ Wolf. Otra ocurrencia de Marshall Chess que ten¨ªa hasta un punto insultante. El de Howlin¡¯ Wolf llevaba en portada una rega?ina: ¡°Este es el nuevo ¨¢lbum de Howlin¡¯ Wolf. A ¨¦l no le gusta. Tampoco le gust¨® al principio la guitarra el¨¦ctrica¡±. Obviamente, el p¨²blico fijo de ambos bluesmen rechaz¨® aquel giro, como ocurrir¨ªa aqu¨ª con La leyenda del tiempo, de Camar¨®n.
Sin embargo, aquellos eran discos cuidados y ¡ªrecurramos al sospechoso adjetivo¡ª interesantes. Destacaban por la guitarra hendrixiana de Peter Cosey, futuro c¨®mplice de Miles Davis, y los arreglos de Charles Stepney, el creador de Rotary Connection. De hecho, el Electric Mud de 1968 fue recreado con el a?adido de raperos por Martin Scorsese para su serie sobre el blues.
Resumen: las London sessions ayudaron a potenciar las carreras de Howlin¡¯ Wolf y Muddy Waters en sus ¨²ltimos tramos. Y el propio Marshall Chess resolvi¨® su rumbo profesional: dej¨® la discogr¨¢fica familiar para dirigir el propio sello de los Rolling Stones. Aguant¨® siete a?os. Tuve la oportunidad de entrevistarlo mucho tiempo despu¨¦s y confes¨® que marcharse le salv¨® la vida: ¡°No todos tenemos la constituci¨®n de Keith Richards. Ni Muddy Waters ni Howlin¡¯ Wolf hubieran aguantado el carnaval de drogas, sexo y rock and roll que se viv¨ªa all¨ª.¡±
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