Iv¨¢n Fischer pinta a Richard Strauss con la Sinf¨®nica de la Radio de Baviera
El director h¨²ngaro culmina en el Auditorio de Zaragoza una exitosa gira al frente de la magn¨ªfica orquesta alemana por Valencia, Madrid y Barcelona
A Richard Strauss le fascinaba la pintura. Contemplando la colecci¨®n de bocetos del ciclo de Mar¨ªa de M¨¦dici, de Rubens, conservados en la Alte Pinakothek de M¨²nich, no paraba de hacer s¨ªmiles con la m¨²sica: ¡°Es como tener una composici¨®n entera en la cabeza antes de escribirla, como escuchar m¨²sica de manera absoluta, es decir, con el o¨ªdo interno¡±. Hablaba de componer como de una forma de pintar sonidos y dibujar melod¨ªas. Lo recuerda el director de orquesta Hans Swarowsky en su libro p¨®stumo Wahrung der Gestalt (1979) que se public¨® diez a?os despu¨¦s en espa?ol como Defensa de la obra (Real Musical).
Swarowsky se form¨® con Sch?nberg y Webern, fue uno de los pioneros en recuperar las sinfon¨ªas de Mahler y tambi¨¦n un h¨¢bil traductor que colabor¨® con Strauss en el libreto de su ¨®pera Capriccio, pero hoy tan s¨®lo se recuerda como maestro de grandes directores en la Universidad de M¨²sica y Arte Dram¨¢tico de Viena, como Abbado, Sinopoli, Jansons o L¨®pez Cobos. De hecho, esa prestigiosa instituci¨®n educativa acaba de reivindicar su memoria con la publicaci¨®n de una monumental monograf¨ªa colectiva en alem¨¢n de m¨¢s de un millar de p¨¢ginas editada por Markus Grassl y Reinhard Kapp (B?hlau Verlag, 2022).
Zubin Mehta e Iv¨¢n Fischer tambi¨¦n se cuentan entre los principales alumnos de Swarowsky. Ambos directores han estado implicados en la gira espa?ola de la excepcional Sinf¨®nica de la Radio de Baviera con Iberm¨²sica, que concluy¨® ayer mi¨¦rcoles en Zaragoza. El legendario director hind¨², de 86 a?os, tuvo que cancelar pocas semanas antes, por motivos de salud, y se hizo cargo de los programas y los conciertos su condisc¨ªpulo h¨²ngaro, de 71 a?os, otro grande de la batuta de nuestro tiempo. En los atriles dos programas centrados en Mahler y Strauss, dos de las especialidades tanto de ellos como de su maestro: la Quinta mahleriana precedida por la Sinfon¨ªa concertante de Haydn, en Valencia, Barcelona y Madrid, y un programa centrado en dos poemas sinf¨®nicos de Strauss, Don Juan y As¨ª habl¨® Zaratustra junto a sus Cuatro ¨²ltimos lieder y la soprano Camila Nylund como solista, en el Teatro Real de Madrid y en el Auditorio de Zaragoza.
Bast¨® el arranque de Don Juan para convencernos de que ¨ªbamos a escuchar un concierto excepcional. Esa ristra de doce notas, en la cuerda de la orquesta b¨¢vara, que es una versi¨®n actualizada del cl¨¢sico ¡°cohete de Mannheim¡±, son¨® con un empaste, ¨ªmpetu e intenci¨®n ideales en la Sala Mozart zaragozana bajo la batuta segura y fluida de Fischer. El director h¨²ngaro asegur¨® una versi¨®n rigurosa y rutilante de la obra, en el estilo de Swarowsky, pero sin renunciar a lo narrativo y lo pict¨®rico. De hecho, se recre¨® especialmente en los pasajes m¨¢s afectivos y camer¨ªsticos, como en el primer solo de viol¨ªn con esos goteos del glockenspiel, y en el bello solo de oboe, admirablemente tocado por el granadino Ram¨®n Ortega Quero. Fischer supo combinar, en el desarrollo, el retrato energ¨¦tico y orgulloso del protagonista con la sombra de la depresi¨®n que explica el dram¨¢tico final, donde Strauss sigue el poema de Nikolaus Lenau, en que Don Juan se deja matar en un duelo. El h¨²ngaro subray¨® ese desenlace con una escalofriante pausa de casi diez segundos antes de revelar el desenlace: un sombr¨ªo acorde de la menor, con la punzada disonante de la nota fa en las trompetas, el colapso en los violines y el ¨²ltimo estertor en las violas.
Pasamos del joven Strauss, de 24 a?os, al anciano de 84, en los Cuatro ¨²ltimos lieder. Eran a?os aciagos para el compositor, tras la Segunda Guerra Mundial, donde vuelve la vista atr¨¢s con los ojos humedecidos al tocar a Mozart o leer a Goethe. Conviene recordar que estas canciones no fueron las ¨²ltimas de Strauss, pues es posterior Malven, ni tampoco fueron concebidas como ciclo, algo que debemos al editor de Boosey & Hawkes, Ernst Roth. La muerte es el denominador com¨²n de estos cuatro poemas de Hermann Hesse y Joseph von Eichendorff, pero tambi¨¦n un tapiz sonoro de exuberante belleza tejido por Strauss que salpica de innumerables detalles psicol¨®gicos y pict¨®ricos.
La soprano finlandesa Camilla Nylund mostr¨® sus credenciales de especialista en Strauss en una versi¨®n irreprochable de las cuatro canciones, pero donde el referido tapiz sonoro de la orquesta b¨¢vara tuvo mayor protagonismo. El esplendor primaveral que se a?ora desde la madurez, en Fr¨¹hling, pas¨® como un bello suspiro. En September escuchamos detalles exquisitos, como esas figuraciones en las flautas que representan el caer de las hojas doradas de las acacias. Nylund dio voz a ese canto oto?al, aunque lo mejor lo escuchamos al final, con el maravilloso solo en pian¨ªsimo del trompista Carsten Carey Duffin, en que Strauss homenajea a su padre. En Beim schlafengehen, la soprano ofreci¨® un bello fraseo en ese relato del sue?o que evoca la muerte, aunque lo mejor volvi¨® a ser el solo que en este caso protagoniz¨® el violinista Anton Barakhovsky y donde el compositor recuerda a su esposa Pauline. Nylund brill¨® especialmente en Im Abendrot, cuyo canto, combinado con la orquestaci¨®n hipn¨®tica de Strauss, nos hizo imaginar ese arrebol del crep¨²sculo que evoca el poema de Eichendorff.
Pero lo m¨¢s destacado del concierto lleg¨® en la segunda parte con As¨ª habl¨® Zaratustra. Fischer dot¨® a la popular introducci¨®n del lustre sonoro de un p¨®rtico con la actuaci¨®n estelar del magn¨ªfico timbalero holand¨¦s Raymond Curfs. La gradaci¨®n sonora fue tan precisa que el uso de un ¨®rgano electr¨®nico no supuso un problema. Y nos sumergimos, con el asombroso tr¨¦molo de la cuerda grave de la orquesta b¨¢vara, en las libres reflexiones sinf¨®nicas de Strauss sobre Nietzsche. Una lectura dram¨¢tica y optimista que Fischer elev¨® dando vida a los infinitos detalles de la partitura dentro de un relato perfectamente cohesionado de los ocho n¨²meros de la obra, que se corresponden con ocho discursos de este profeta del ?bermensch.
La urdimbre de los dos primeros n¨²meros incidi¨® en el tercero, Von den Freuden und Leidenschaften, donde los anhelos y pasiones cobraron vida en una narraci¨®n electrizante. Y, tras los impresionantes divisi de ese r¨¦quiem que es Das Grablied, llegamos a la fuga desde las catacumbas de Von der Wissenschaft, donde destac¨® la asombrosa secci¨®n de contrabajos de la orquesta muniquesa comandada por Philipp Stubenrauch. Fischer alarg¨® enf¨¢ticamente la pausa de Der Genesende, y asegur¨® la asombrosa transici¨®n desde un dram¨¢tico entramado contrapunt¨ªstico hacia la ligereza del vals vien¨¦s en Das Tanzlied, que fue lo mejor de toda la velada y donde la actuaci¨®n del concertino Anton Barakhovsky volvi¨® a ser sobresaliente. Pero faltaba la conclusi¨®n noct¨¢mbula de Das Nachtwandrerlied, donde escuchamos replegar todos los elementos de la obra en una serie de interrogaciones sonoras sin respuesta.
Swarowsky termina sus recuerdos sobre Strauss, dentro de su referido libro p¨®stumo de 1979, recordando su ¨²ltima visita al compositor, seguramente pocos meses antes de su muerte. Era un anciano que combat¨ªa la tristeza de ver a su pa¨ªs derrumbado tras la Segunda Guerra Mundial con partituras de Mozart y la obra completa de Goethe. ¡°En ambos ¨Cle dijo¨C encuentro la visi¨®n total de la obra incluso antes de dar el primer paso hacia su realizaci¨®n¡±. El joven Swarowsky cont¨® la destrucci¨®n que hab¨ªa contemplado de camino a su casa y el viejo Strauss le se?al¨® la fila de libros que ten¨ªa de Goethe en su biblioteca: ¡°?Gracias a Dios esta Alemania es indestructible!¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.